Si bien algunas marcas ya existían como venta libre y convivían con las marcas bajo prescripción médica, ahora se eliminan todas las presentaciones para adultos con esas dosis que hasta la actualidad tenían cobertura de obras sociales y prepagas. Por un lado, es un gran ahorro de dinero para las prepagas y obras sociales por dejar de cubrir esos medicamentos, que ahora deberán afrontar sin descuentos los mismos pacientes. Esto, además, se acompaña de un beneficio para los grandes laboratorios que pueden así ampliar sus bocas de expendio por fuera de las farmacias, gracias al DNU70/23, todavía vigente, el cual permite la venta de medicamentos de venta libre en supermercados, almacenes, kioskos, etc., sin ningún tipo de asesoramiento profesional ni control de su procedencia que garantice la calidad del producto. Aparte, la condición de venta libre (también conocida como medicamentos OTC, “over-the-counter”) habilita la publicidad dirigida al público en general a través de medios de comunicación, prohibida para los de venta bajo receta.
La familia de los “prazoles” -conocidos como IBP, inhibidores de la bomba de protones-, usados bajo supervisión médica y durante el tiempo correcto en ciertas patologías, suelen ser bastante seguros. En cambio, sin control médico, por mayor tiempo que el adecuado, presentan riesgos: interacciones con determinados fármacos que un paciente sin asesoramiento profesional ignora y el vendedor del almacén, supermercado, o kiosko tampoco podrá advertirlo.
El uso prolongado de IBP puede provocar hipomagnesemia (disminución de la absorción de magnesio, lo que puede manifestarse, por ejemplo, en calambres y contracturas). Puede provocar disminución de la absorción de calcio y aumento del riesgo de fracturas óseas. También se ha observado disminución de la absorción de vitamina B12 y de hierro, lo que puede complicar seriamente los tratamientos de las anemias que requieren ingesta oral de suplementos con hierro.
Por otro lado, al modificarse el pH gástrico por disminuir la secreción de ácido, favorece las infecciones intestinales por Clostridium difficile, una bacteria que puede producir infecciones con diarreas severas. También aumenta el riesgo de neumonía adquirida de la comunidad (NAC). Otras patologías graves asociadas al uso prolongado y sin control de los IBP son enfermedades renales como la Enfermedad Renal Crónica (ERC) y la nefritis intersticial aguda. Ya tenemos experiencia con otros medicamentos de venta libre cuyo abuso producen enfermedades graves. El abuso de analgésicos es la primera causa de insuficiencia renal en el adulto.
También podemos mencionar una serie de interacciones con otros medicamentos. Es muy conocido, por ejemplo, que la interacción del omeprazol con el antiagregante plaquetario clopidogrel disminuye su transformación en metabolito activo si se toman ambos, porque comparten el mismo citocromo que los metaboliza y puede fallar el tratamiento del clopidogrel. ¿Eso el kioskero lo sabe? ¿El paciente lo sabe? Obviamente, no. Pero es responsabilidad del Estado disminuir esos riesgos, no aumentarlos.
Otros medicamentos, por el contrario, al interactuar con los IBP aumentan su absorción, lo cual puede resultar en efectos tóxicos cuando se trata de medicamentos de margen terapéutico estrecho como el metotrexato (un medicamento para tratamiento oncológico). Y puede requerir ajuste de dosis de otros medicamentos que también ven aumentada su concentración -como la furosemida- y ansiolíticos como alprazolam, diazepam, etc.
Otra vez observamos cómo este Gobierno prioriza los negocios sobre la salud. Es un modelo que ataca las condiciones de vida de los trabajadores por todos los flancos para beneficio de unos pocos.
Claudia Jati
15/05/2024
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