La muerte del exmagistrado Norberto Oyarbide, luego de casi dos meses de internación tras contagiarse de Covid-19, pone de relieve nuevamente las características intrínsecas de la Justicia y los gobiernos burgueses: ascensos digitados, lazos con los servicios de inteligencia y el poder, cobro y pago de favores, bandeadas, traiciones y carpetazos, son los elementos de una Justicia veleta que gira para donde vayan los vientos del poder.
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ras más de 20 años en la judicatura, Oyarbide ostenta una trayectoria ligada a la impunidad de del menemismo y el kirchnerismo, corrupción y negocios turbios, escándalos mediáticos, asociación con los servicios de inteligencia y componendas con sus principales detractores. Su salida de la Justicia implicó un pacto de impunidad con el macrismo, lo que también revela la farsa de la oposición patronal y la “Justicia independiente”.
Al servicio del poder
La carrera de Oyarbide tuvo un salto en los 90´cuando Carlos Menem lo designó, primero, como fiscal adjunto, y luego a cargo de la Fiscalía Federal n° 1 (competencia electoral). En 1994 sería promovido al Juzgado Federal n° 5, en Comodoro Py, desde donde tomó control de importantes causas nacionales.
Su posición fue catalogada por el exministro de Economía Domingo Cavallo como “uno de los jueces de la servilleta de Corach”, en relación a las designaciones a dedo del el ministro del Interior menemista, con el propósito de volcar a la Justicia hacia el gobierno. Recordemos que el gobierno de Menem amplió los juzgados federales de 6 a 12, lo que sirvió para introducir a la tropa propia.
La promoción de Oyarbide habría venido de la mano de una postulación de la Side (actual AFI), a cargo de su entonces titular Hugo Anzorreguy. El exmagistrado desarrolló un vínculo con los servicios de inteligencia y el poder en el periodo previo de su ascenso, cuando trabajaba en el juzgado de instrucción del juez Roberto Calandra. También contaba con un aceitado vínculo con la Policía Federal, donde había sido profesor.
La primera crisis que le explotó fue la del prostíbulo VIP Spartacus, en 1998, donde se lo investigó por enriquecimiento ilícito y el amparo de una red de prostíbulos ilegales. Esa causa le valió un juicio político ante el Congreso, que se extendió durante años –gracias a sus amistades- y que culminó en 2001 con su salida impune gracias a los votos del PJ. Favor que devolvió con creces, favoreciendo a Menem en las causas por las cuentas en Suiza, y a otros aliados del menemismo.
Impunidad, carpetazos y traiciones
Bajo los gobiernos de Néstor y Cristina, Oyarbide fue uno de los jueces predilectos del oficialismo para salirse de apuros y para dirimir asuntos con la oposición patronal.
Entre las causas más importantes, el exjuez dictó el sobreseimiento exprés de Néstor y Cristina, en 2009, por la causa de supuesto enriquecimiento ilícito. Intervino a favor de Amado Boudou en la causa por presuntas irregularidades en el manejo de fondos de la Anses y por el canje de bonos de deuda. Cortó el hilo de las responsabilidades en la causa del desvío de fondos del plan de viviendas Sueños Compartidos. Y favoreció al sindicalismo amigo del gobierno en la causa por la Mafia de los Medicamentos.
En 2010 procesó al entonces jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, por las escuchas ilegales contra familiares de las víctimas del atentado a la Amia y a parte de la familia Macri, encargadas al espías Ciro James. El caso también desnudó la naturaleza “volátil” de la Justicia: Macri utilizó dos jueces de Misiones para obtener las escuchas ilegales, e igual salió impune.
El macrismo se la cobraría tras la victoria nacional de Cambiemos, apretando sobre un hecho que protagonizó Oyarbide al impedir el allanamiento de una financiera a pedido de un funcionario kirchnerista, mano derecha del entonces secretario Legal y Técnico Carlos Zannini.
El exmagistrado llegó a acumular 47 pedidos de juicio político, sin embargo su retiro “prematuro” no fue por vía del enjuiciamiento –enfrentaba un nuevo juicio político- sino de un pacto de impunidad con el macrismo, ante quienes aceptó renunciar y conservar así la jubilación de privilegio que otorga la Justicia. No sin antes intentar dar el bandazo y pasarse al nuevo gobierno, ofreciéndose a procesar a “importante” personajes del gobierno kirchnerista, según relató el exministro de Justicia, Germán Garavano. En la causa de los cuadernos (2018) amagó con ir a fondo en la denuncia a los K, pero luego se desdijo.
Justicia para quién
Unas pocas semanas antes de renunciar a su cargo, Oyarbide sobreseyó a dos jueces procesados en la causa de las coimas de José Pedraza, quien intentaba librarse de su responsabilidad en el asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra, demostrando su servilismo al poder político y a los explotadores.
Cuando salió a la luz el espionaje del proyecto X, en 2012, el exjuez demoró nueve meses el allanamiento de las computadoras y equipos de las oficinas de Gendarmería en Campo de Mayo y luego intentó desmembrar la causa para repartirla en varios juzgados. A su vez, convocó a los propios gendarmes a peritar la prueba recabada. Todo en línea a garantizar la impunidad de la política de “seguridad democrática” y espionaje de Nilda Garré y el kirchnerismo.
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ambién se destacó por el sobreseimiento de los directivos de Soho (Gilmar SA), en la causa que investigaba a 85 grandes empresas de indumentaria que explotaban trabajo esclavo, calificando los hechos de “costumbres y pautas culturales” ancestrales del Altiplano.
El legado de Oyarbide es la reafirmación de que la Justicia argentina garante de la impunidad, el enriquecimiento, la corrupción y las presiones políticas y carpetazos provenientes de los servicios de inteligencia, gobiernos, opositores patronales, capitalistas y el imperialismo. De todos los procesos resonantes del exjuez, ninguno terminó con la cárcel de ningún de los grandes imputados. Una cloaca al servicio del poder y constante ariete contra los trabajadores.
Marcelo Mache
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