Sectores aliados al gobierno minimizan el carácter inapelable del derrumbe electoral del Frente de Todos, atribuyéndolo a una rasgo distintivo de los comicios de medio término, donde los oficialismos supuestamente tienden a disminuir su caudal de votos. Sin embargo, estamos en presencia de los peores resultados obtenidos por el peronismo en la historia y esto es el retrato de una fuerza política que ha desilusionado a capas enteras de la población tras haberlas hundido en la pobreza.
La magnitud de la caída se ve nítidamente cuando comparamos los resultados que cosechó el Frente de Todos el pasado domingo con los obtenidos en 2019 en la categoría de Diputados nacionales. En esta oportunidad, perdieron en provincias donde habían ganado dos años atrás; es el caso de Buenos Aires, Corrientes, Chaco, Chubut, Entre Ríos, Jujuy, La Pampa, Mendoza, Misiones, Neuquén, Río Negro, San Luis, Santa Cruz, Santa Fe y Tierra del Fuego. En total, solo obtuvieron un triunfo en 7 de 24 provincias.
El derrumbe fue del 12,98% en todo el país en relación a 2019, es decir, en el transcurso de dos años el Frente de Todos perdió 4 millones de votos. El caso de la provincia de Buenos Aires, donde sacó un 15,27% menos que las elecciones pasadas; el de Chaco, donde la caída alcanzó el 25,12%; o Santa Cruz, donde el kirchnerismo disminuyó un 14,55% en cantidad de votantes, son ejemplos que ilustran la derrota sin atenuantes del oficialismo.
Incluso en las provincias donde el Frente de Todos logró imponerse se registra una caída en sus votos, comparado con 2019. Esto ocurrió en Catamarca, en Formosa (con un desplome del 16,19%), en Salta (-13,64%), en San Juan (-10,99%), en Tucumán y en Santiago del Estero (-19,57%). Como se ve, el revés electoral abarcó a toda la coalición oficial y sus expresiones provinciales.
En el territorio bonaerense, donde se juega “la madre de todas las batallas” debido a la densidad poblacional, el Frente de Todos perdió en distritos donde gobierna, como San Martín, Quilmes, Tigre, San Fernando, Morón e Ituzaingó. La lista encabezada por Tolosa Paz y Gollán solo consiguió una victoria en 19 municipios de 135 que componen la provincia de Buenos Aires.
El reciente resultado del Frente de Todos es peor aún que el de las PASO de 2017. Si sumamos los votos obtenidos en aquel entonces por todas las listas que hoy conforman la coalición de gobierno nos da un porcentaje 13,78 puntos superior al del FdT en las Paso 2021. Incluso, la lista bonaerense encabezada por Tolosa Paz sacó 1,34 puntos menos que la de Unidad Ciudadana en las primarias de 2017, cuando Esteban Bullrich consagró más votos que Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires.
Como vemos, el tenor de la derrota sufrida por el gobierno en estas PASO, lejos de obedecer al carácter legislativo de la elección como afirman algunos, refleja un profundo descontento popular ante el retroceso creciente de las condiciones de vida. Los que se sorprenden de lo expresado en las urnas fingen desconocer la escalada inflacionaria, la caída del salario real, la precarización laboral y el avance de la pobreza en el último tiempo.
Medios oficialistas mencionan únicamente a la pandemia como la causante de esta catástrofe social, absolviendo al gobierno de toda responsabilidad; sin embargo, omiten que las políticas oficiales nos han conducido a este escenario. Sin ir más lejos, Alberto Fernández no ha tomado ninguna medida de fondo para evitar los sobreprecios, fue el primero en promover techos salariales, sostiene un régimen de informalidad laboral, dejó pasar más de un millón de despidos el año pasado, estableció aumentos en los combustibles, le quitó la movilidad a los jubilados y dilapida las reservas del país en el rescate de una deuda usuraria, entre otros atropellos.
Este desencanto con quienes prometieron “llenar la heladera de los argentinos” al asumir y no hicieron más que profundizar la carestía, fue capitalizado en gran medida por Juntos por el Cambio -en términos porcentuales, no en cantidad de votantes- y otras expresiones derechistas. El gobierno es responsable del ascenso de los Milei y de la recomposición electoral de la fuerza política que hundió al país bajo su mandato, puesto que los candidatos del Frente de Todos plagaron su campaña de planteos represivos, como la incorporación de las Taser, y sin correrse un milímetro del sendero de ajuste trazado por el FMI. Esta agenda reaccionaria se vio a todas luces con la represión de la Bonaerense a las familias de Berisso o con la promesa oficial de flexibilizar los convenios colectivos de trabajo en el Congreso de la Producción, semanas antes de las elecciones.
La elección destacada del Frente de Izquierda Unidad en todo el país es parte de este fenómeno político, signado por decepción hacia los gobernantes. A su vez, los picos obtenidos en provincias como Neuquén y Chubut están asociados a importantes huelgas que tuvieron lugar en el último período, de los trabajadores de salud y contra la megaminería contaminante, respectivamente.
En ese sentido, los guarismos de la izquierda superaron la media en algunos puntos del conurbano bonaerense -como La Matanza, Merlo, Moreno y José C. Paz- históricamente dominados por el peronismo, lo que indica un principio de ruptura con los partidos de régimen, responsables del hambre y la miseria, por parte de quienes habitan los barrios más empobrecidos y una creciente confluencia de estos sectores con la izquierda revolucionaria, con la que se organizan diariamente en asambleas barriales para pelear por las reivindicaciones más acuciantes. La enorme campaña militante del Polo Obrero en esta elecciones, defendiendo un programa socialista en cada barrio, retrata lo mencionado anteriormente.
En definitiva, el retroceso del oficialismo en estas elecciones no se reduce a un evento circunstancial; por el contrario, es el resultado de haber gobernado para los capitalistas en detrimento de las mayorías.
Sofía Hart
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