martes, 7 de septiembre de 2021

Que se queden todos (la llave de la puerta la tiene Kristalina)

La alusión ´destituyente´ de Mauricio Macri -o “cambian o se tendrán que ir”- incorporó una nueva pieza al torneo de chicanas que ha caracterizado a la campaña de las PASO. La decrepitud de una clase social y de su régimen político se advierte, también, en el tenor de sus debates políticos, y más todavía en la ausencia de ellos. Pero en este caso Macri, sin proponérselo, ha bordeado el corazón de la crisis nacional. Ocurre que, desde que comenzó el derrumbe de su propio gobierno, en 2018, Argentina asiste a un gigantesco concurso de acreedores, del Estado y del capital privado. Una bancarrota de este alcance plantea una crisis de régimen y de poder político. En 2018/2019, la mega devaluación de la moneda, la retirada de los fondos internacionales y el préstamo del FMI para financiar parcialmente esa retirada, colocaron agudamente la incompatibilidad entre la mayoría nacional, de un lado, y el gobierno del desfalco (Macri), del otro. El imaginario popular, en las marchas y en las canchas, reclamaba sin embargo que se fuera (MMLPQTP ). Pero los Fernández y Massa de aquel momento dejaron que el desfalco llegara hasta el final, y se ofrecieron para hacerse cargo de la factura cuando les tocara gobernar –“hay 2019”, fue el lema de aquel “que se queden todos”. La izquierda, para no ser menos, evitó plantear “Fuera Macri”, y salió de campaña electoral con un año y medio de antelación. 
 Ahora, Macri parece que no está dispuesto a devolverles la gentileza. ¿Es así? No exageremos. El establishment financiero que sostuvo a Mauricio Macri no quiere destituciones postelectorales: es que Alberto y su gabinete tienen por delante la sagrada misión de firmar el acuerdo con el FMI, que tendrá como plazo límite el mes de marzo antes de que el país caiga en default con el organismo. Ese acuerdo será refrendado en el Congreso, naturalmente, con el voto de los pretensos “destituyentes”. Bien leída, la advertencia de Macri – “o cambian o se van”- debe leerse del siguiente modo: la sobrevivencia del gobierno depende de cerrar el acuerdo con el Fondo. ¡Pero esto es lo que piensan también los Kirchner y los Fernández! Conscientes de ello, dejaron de lado las bravuconadas y destinaron los 4.300 millones de dólares recibidos del FMI a cancelar los vencimientos de este año con el propio organismo. Al igual que los Fernández y los Macri, la burguesía argentina apuesta al acuerdo con el FMI para refinanciar sus propios quebrantos y volver al crédito internacional. 
 Una vez más, sin embargo, Mauricio la pifia, y gruesamente. El acuerdo con el FMI no resolverá la crisis de régimen que estalló en 2018, y con toda seguridad la agravará. El acuerdo implicará consolidar el brutal ajuste fiscal perpetrado por el gobierno durante la primera mitad de este año, y que representó entre 6.000 y 8.000 millones de dólares ahorrados a costa de jubilaciones, salarios estatales y asignaciones. Pero en la agenda fondomonetarista está también la reforma laboral -que el gobierno ha comenzado a instrumentar al convertir a los planes sociales en subsidios al capital- y la reforma previsional, con un aumento de la edad jubilatoria. Este escenario abrirá un choque entre el gobierno de “Todos” y las masas, que viene siendo postergado con maniobras y con el concurso de las burocracias sindicales y “sociales”. Los Larreta y Monzó ya tienen preparada la carta del gobierno de unidad nacional para cuando esa colisión se produzca.
 Pero Macri-Fernández se equivocan, también, cuando esperan del acuerdo con el FMI un relanzamiento económico y social de alcance sostenido, a caballo de la liquidez internacional y de las bajas tasas de interés. Los voceros de la Reserva Federal han advertido que esa tendencia podría revertirse antes de lo previsto, como consecuencia de una inflación internacional que pone de manifiesto el carácter eminentemente especulativo de la actual empinada en los “mercados”. En ese caso, asistiríamos en Argentina a una “remake” de la experiencia macrista, que atrajo capitales especulativos durante dos años hasta que la volatilidad del mercado internacional los succionó. 
 Mientras tanto, y a la espera del FMI, nadie saca los pies del plato. Guzmán se reúne con Kristalina, y le muestra un déficit fiscal cercano a cero. Ferraresi, el ministro de ¡Vivienda!, diserta en la Cámara Americana sobre futuros proyectos inmobiliarios; los matarifes protestan contra el cepo a la carne, pero “descartan un paro”. En la Argentina del “que se queden todos”, la llave de la puerta la tiene Kristalina. Mal que les pese a todos, sin embargo, detrás de la puerta no hay otra perspectiva que nuevas crisis y rebeliones populares.
 Nos hemos servido de esta campaña electoral para llamar la atención de los trabajadores de este escenario convulsivo, y preparar una intervención obrera en el período que se viene.

 Marcelo Ramal 
 05/09/2021

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