Una mayoría inusual de comentaristas que se alinea con el lado derecha de la grieta ha coincidido en que el resultado de Ecuador no puede proyectarse necesariamente como una nueva tendencia en América Latina, posiblemente acobardados por la perspectiva de derrota de la derecha en en Chile, este año, y en Brasil, el próximo, si es que Bolsonaro sale ileso de la hecatombe sanitaria de la que es responsable, y del deterioro veloz de la economía – brusca suba de los precios, acelerado déficit fiscal y un crecimiento extraordinario de la pobreza, en un país que se caracteriza por la colosal desigualdad de ingresos.
Es necesario destacar, por lo pronto, que Lasso no ganó con el 52,5% de los votos, como repiten los diarios, ni Arauz perdió el restante 47,5. Entre los votos nulos y, en mucha menor medida, los sufragados en blanco, se juntó el 18% de la votación; “superó, informa La Nación, el voto de Arauz en cinco provincias y se acercó en otras cuatro”. Esto, además de reducir la performance de Lasso al 43% y la de Arauz al 39, muestra que el correísmo apenas influyó en la segunda vuelta del domingo pasado, dado que Arauz había obtenido unos pocos puntos menos en la primera. El promotor del ´ni,ni´, el pseudo indigenista Yacu Pérez, tercero en la primera vuelta, no dejó de coquetear en ningún momento con Lasso. Pérez es un opositor a la minería a cielo abierto promovida por Correa, pero no de la dolarización de la economía ni de los acuerdos recientes con el FMI. El indigenismo de Ecuador ha ganado unos puntos apreciables de votos, cuando su capacidad de liderazgo nacional, sin embargo, ha disminuido – desde que encabezara las insurrecciones del 2000, en las que arañó la formación de un gobierno indigenista por medios revolucionarios. En las grandes movilizaciones de octubre de 2019, se apuró con diligencia a un acuerdo con Lenin Moreno. La incapacidad del indigenismo para dirigir una revolución social ha quedado en evidencia, en forma más contundente, en Bolivia, donde el MAS gobernó en alianza estratégica con el capital internacional (“el capitalismo andino” de García Linera). En las segundas vueltas departamentales del domingo pasado, el MAS perdió ante adversarios locales debido a la crisis interna que atraviesa, y que amenaza con una disolución. De acuerdo a las informaciones de Clarín, Alberto Fernández habría jugado un rol decisivo para producir un acercamiento entre Biden y Luis Arce.
Carlos Marx dejó claro, en una frase que se ha hecho famosa, que la curva de la historia no retrocede a su punto de partida previo, aunque proceda por medio de avances y recules. Los Fernández, por ejemplo, han llegado al gobierno sin la épica ni el aliento de década y media atrás, o incluso de hace cinco años. El gobierno, en su conjunto, es un cruce genético con el macrismo, en proporciones cambiantes. Los relatorios del FMI destacan que América Latina es la región más golpeada por la pandemia, la crisis humanitaria y el derrumbe económico – mientras todos sus gobiernos han salido al salvataje, con yapa, de los grandes capitales. Advierte, además, que una recuperación económica internacional afectaría negativamente a América Latina por el doble impacto de la suba de los precios de los alimentos y de las tasas de interés internacionales, en momentos en que ninguno de sus países está en condiciones de refinanciar la deuda externa, pública y privada, en términos adecuados a la crisis. Se trata, entonces, de una crisis histórica. Aunque los fanáticos del kirchnerismo aseguran que la victoria de Lasso acentuaría las guerras judiciales entre los dos bandos de la grieta, el banquero habría dicho, según Página/12, “Yo no tengo una lista de a quienes quiero perseguir ni ver en la cárcel” – un ofrecimiento de indulto a cambio de concesiones políticas. El slogan de campaña de Lasso fue el “reencuentro”. Brasil abrió el camino del indulto generalizado al invalidar por cuestiones procesales; lo mismo que busca el kirchnerismo con las denuncias de espionajes o de condenas dictadas por jueces que jugaban al tenis en la quinta de Olivos. Bajo la sombrilla de Biden, que observa que el ´patio trasero´ ingresa en la anarquía, se desenvuelve una tendencia a la ´unidad nacional´, si hay acuerdos, o al bonapartismo, dos formas de gobiernos de excepción.
El columnista de Clarín, Marcelo Cantelmi, observa en los vaivenes de las elecciones ecuatorianas “que los electorados son cada vez menos manipulables”. Ocurre más bien lo contrario – si el electorado tiene que desbancar al gobierno que votó con anterioridad, debido a la traición a los mandatos electorales o al fracaso político y social, está confesando que ha sido estafado política y electoralmente – lo que se manifestará mucha antes de los comicios subsiguientes. Cantelmi pasa por alto que la defraudación electoral ha llevado a enormes caudales de abstención -ahora en Ecuador y durante más de una década en Chile- y, por sobre todo, al voto ´heterodoxo´ de la rebelión popular. Decir, por ejemplo, que Perú, también el domingo pasado, demuestra que el electorado ha ganado en autonomía de decisión, sería un dislate, porque la abstención fue elevada y el voto se desparramó por igual entre diez listas sin autoridad política. El tránsito a la segunda vuelta en Perú promete ser un escenario de lujo de la crisis e intrigas políticas. Pedro Castillo, quien obtuvo el primer lugar con el 16% de los votos y resultados masivos en el interior de Perú, ha propuesto, por de pronto, una Asamblea Constituyente acompañada de la disolución del parlamento recién electo, en un ´replay´ del chavismo de la primera hora., aunque sin el caudal de votos que obtuvo Chávez para llegar a la presidencia. Es claro que Castillo, al que la prensa describe como un marxista enemigo de los derechos de la mujer, todavía no tomó nota de los resultados fatales del bonapartismo bolivariano.
Jorge Altamira
13/04/2021
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