lunes, 9 de julio de 2018

Independencia. Debates y tensiones que cruzaron el Congreso de Tucumán



El 9 de julio de 1816 en el Congreso de Tucumán se firmó la declaración de Independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica. Tensiones, intereses y discusiones que cruzaron tal proceso.

Después de los hechos de Mayo de 1810, los territorios del ex Virreinato del Río de La Plata emprendían una dura lucha por afianzar el rumbo político y económico. El proceso iniciado en 1810 había permitido desplazar la casta burocrática española del gobierno colonial, se trataba ahora de sostenerlo frente a la amenaza española en ciernes. La derrota de Napoleón Bonaparte y el regreso en 1814 de Fernando VII al trono español, mostraban que a lo largo de toda Europa avanzaba la restauración monárquica y con ella el fortalecimiento de los ejércitos realistas que intentaban recuperar sus dominios coloniales. En América, esto se hizo inmediato a partir del avance contrarevolucionario de los ejércitos realistas en el Alto Perú y de la derrota chilena en Rancagua en 1814, planteando de forma acuciante salir de la ambigüedad “jurídica” de su vínculo con la metrópoli. El gobierno de Alvarez Thomas convoca a un nuevo Congreso Constituyente que reunido en Tucumán el 9 de julio de 1816 declararía la Independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica.

¿Independencia de quién?

El 9 de julio es la fecha fijada como el día en que se declaró la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, en esa sesión del Congreso de Tucumán el acta rezaba: “(…) declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli”. Sin embargo, mediante una sesión secreta unos días después, el 19 de Julio se realizó una pequeña rectificación, pero no por eso menos importante, ya que había quedado abierta la posibilidad de ser aprovechada por alguna otra potencia distinta de España y era claro que existían grupos ávidos de ligarse a otra potencia que les permitiera comerciar, es por esto que se modificó donde el Acta reza “...nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli...” se anexó “y toda otra dominación extranjera”.

Debates

La amenaza realista aceleró los tiempos pero no evitó los debates. Uno de los planteos por acelerar la declaración de independencia tuvo como protagonista a San Martín, que se disponía avanzar en la lucha contra el poder colonial tras la cordillera de Los Andes, hacia los pueblos del norte que estaban en guerra con los realistas, pero para hacerlo era preciso que el ejército sea de un territorio independiente y no declarado rebelde. En palabras de San Martín: “Abril 12 de 1816, Mendoza ¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia! No le parece a V. una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos, que nos falta más que decirlo por otra parte. ¿Qué relación, podremos emprender cuando estamos a pupilo, y los enemigos (con mucha razón) nos tratan, de insurgentes, pues nos declaramos vasallos? Esté V. seguro que nadie nos auxiliará en tal situación y por otra parte el sistema ganaría un cincuenta por ciento con tal paso. ¡Ánimo! ¡Para los hombres de coraje se han hecho las empresas! Vamos”.
La declaración de la independencia implicaba la reorientación de la política militar que transformaba la guerra local en otra de carácter continental: reconquistar Chile de manos realistas y por el Pacífico llegar hasta Perú, luego del fracaso de los intentos terrestres por la frontera norte del territorio.
Por otro lado, si bien la declaración de la independencia era un acto simbólico fuerte, no aseguraba por sí misma la libertad respecto del poder de la metrópolis, quedaba por definir el tipo de gobierno a adoptar y es ahí donde recrudecieron las contradicciones internas entre los grupos criollos. Belgrano, que regresaba de una misión europea, ante el avance de restauración monárquica en Europa hacía explicita la necesidad de avanzar adoptando una forma monárquica, proponiendo la llamada monarquía “temperada” o constitucional encabezada por una dinastía de los Incas apelando al entusiasmo general que despertaría en los habitantes del interior sumado a la propuesta de designar como capital a Cuzco. Esta idea contaba con el respaldo de los representantes del Alto Perú, voceros de oligarquía minera que buscaba recomponer el poder económico y político perdido desde la crisis monárquica española. La propuesta suscitó el rechazo de Buenos Aires, cuyos delegados veían en la elección de la capital andina una pérdida de la centralidad preciada del puerto. Las diferencias no permitieron llegar a un acuerdo.
Los conflictos internos se expresaron también a partir de quienes realmente participaban de los debates, entre ellos los diputados de Buenos Aires, Catamarca, San Luis, Mendoza, La Rioja, San Juan, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Córdoba, Jujuy y del Alto Perú. No fueron de la partida, además del territorio patagónico, las provincias que hacia 1815 habían conformado la Liga de los Pueblos Libres reunidos en el Congreso del Arroyo de la China el 29 de junio de 1815 en la ciudad de Concepción del Uruguay, como Corrientes, Entre Ríos, la Banda Oriental, Santa Fe y Misiones dejando abierto el verdadero alcance de la declaración de la Independencia sobre estas regiones. La designación de “Provincias Unidas en Sud América” adoptada en la Declaración daba cuenta de esta debilidad y contemplaba la posibilidad de que se incorporaran.
Si bien al comienzo del proceso independentista Artigas luchó junto a los ejércitos de Buenos Aires y el interior, pronto entraron en conflicto. El líder de la Banda Oriental tenía ideas más radicales sobre cómo debía organizarse a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Pretendía que cada provincia conservara su autonomía y proponía habilitar los Puertos de Maldonado y Coronda para el comercio internacional. Estas posiciones se oponían a los intereses de Buenos Aires por mantener una centralidad política y económica, en la que defendía la idea de puerto único (Bs As) como ocurría hasta el momento. La influencia de Artigas se extendió rápidamente al litoral rioplatense designándolo “Protector de los Pueblos Libres”. Este alineamiento fue respuesta al hecho de que el artiguismo ofrecía a estas provincias una alternativa al dominio de Buenos Aires. La respuesta de Buenos Aires ante esta situación fue alentar la invasión portuguesa a la Banda Oriental en 1816, a costa de perder el territorio que consideraba propio.

Inglaterra y su oportunidad

A pesar del frustrado intento de los británicos durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807 de hacerse con el control de Buenos Aires y romper el monopolio español y liberar el comercio, Gran Bretaña no desistiría en sus planes de transformar estos territorios en zonas de influencia política y económica. La declaración de la Independencia facilitaría este propósito. La oligarquía comercial y terrateniente porteña se convertiría a lo largo del siglo en aliada de los intereses del capitalismo industrial británico abriendo la aduana al comercio y a los productos ingleses beneficiándose de la recaudación de las rentas.
Una vez finalizado el Congreso de Tucumán, las élites porteñas y del Interior aspiraron a consolidar una nueva etapa que dejara atrás lo que llamaron la agitación interna y la anarquía, los debates y afianzar el gobierno ahora legitimado frente al resto de las potencias, así lo plantearían en el Manifiesto del Congreso de Tucumán publicado en agosto de 1816: “fin a la revolución, principio al orden”.

Lorena Romano
Profesora de Historia

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