viernes, 20 de julio de 2018

El Marginal 2: la llegada de los Borges y el infierno carcelario copan el prime time



Arranca el partido en el patio del penal de Sierra Grande, Mario Borges juega unos minutos y pide cambio por falta de aire, está ahogado, de inmediato llegan médicos a asistirlo y es trasladado; de camino al hospital su banda, con “Diosito” a la cabeza, embosca a la unidad que lo trasladaba, Borges mata a un policía y se dan a la fuga y ahí sí, arranca la segunda y ampliamente esperada temporada de El Marginal –cuyo primer capítulo se emitió el martes 17.
Se tratará de una precuela a la primera temporada, donde conoceremos cómo fue la llegada de los Borges al penal de San Onofre y su ascenso como kapangas del penal, con el completo aval de su director penitenciario, el corrupto, ambicioso y carismático Antín.
El nuevo ciclo retoma la exploración de los códigos de violencia y descomposición que rigen en las cárceles del país, ya desde el momento en que Mario, ilustrando sobre quién es quien a un todavía ingenuo Diosito, le explica que “acá tenés que pararte de manos” y que “si no cogés te cogen”.
También el dominio de las mafias y el amparo con el que cuentan por parte de las instituciones estatales. San Onofre se encuentra gobernada por la banda del Sapo Quiroga -sanguinario pirata del asfalto y secuestrador-, que vía coimas a la policía y la dirección del penal desenvuelve sus negocios criminales: el narcotráfico con palomas mensajeras, el manejo de mercaderías y de “ranchos” del patio y el levantamiento de apuestas en peleas de vale todo en “un solo raun”. Esta suerte de circo romano entre reclusos y policías, donde los poderosos gozan con la sangre que los salpica, es permitido (y amañado) por Antín, quien recoge sus ganancias de los negocios criminales al tiempo que busca ganar poder y ascender dentro de la fuerza represiva.
En la composición juvenil de la “banda del Sub 21” -que se volverá la enemiga del clan Borges cuando este llegue al poder- se ve cómo tempranamente la cárcel y sus códigos bárbaros operan como una verdadera escuela de delincuencia. El territorio de la banda es “la Villa” –el término carcelario para el patio del penal-, en donde se expone de forma cruda el hacinamiento vivido por los presos –un fenómeno que no ha dejado de agravarse en las cárceles de todo el país.
Otra recién llegada a San Onofre es Emma. La joven e idealista asistente social es recibida por su colega Rita, quien tacha los días para jubilarse y no pisar más esa cárcel: desganada, adaptada y resignada a la descomposición del servicio penitenciario, tierra de machos, donde reina la violencia, la misoginia y la vista gorda a la prostitución. Rita es quien alerta a Emma que “éstos (los policías) son peores que los presos”.

El rating marginal

La importante repercusión de la serie se pudo ver ya en las horas anteriores del estreno de la segunda temporada, el martes 17, con la multiplicación de mensajes de sus seguidores en las redes sociales –en Twitter, “#ElMarginal2” fue trending topic durante toda la jornada. Y se constató con la emisión, que alcanzó 11 puntos de rating -número casi insólito para la ficción en la TV Pública.
El fenómeno de El Marginal no es nuevo: hace varios años que cobran éxito las ficciones que retratan la descomposición social, ya desde Okupas y pasando por Tumberos, Los pibes del Puente y El puntero. Al tiempo que exponen crudas realidades sociales -la droga, la delincuencia, las violaciones y otros flagelos presentes en las barriadas pobres y en la cárcel-, e incluso tocan por momentos la responsabilidad del Estado en este cuadro, “lo marginal” –visto por momentos con cierta morbosidad- no deja de aparecer como una fatalidad, como algo dado y que no puede ser transformado.
Con personajes que fascinan, trabajando en los bordes entre la realidad y ficción y señalando a las fuerzas “de seguridad” como garantes de una podredumbre social, El Marginal conquista espectadores en su bien construido relato del infierno carcelario.

Beita @_DBEITA_

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