El autor reflexiona a propósito de la detención del Pity Álvarez, acusado del homicidio de Cristian Díaz y las consecuencias de la manipulación mediática.
No pretendo hacer una defensa de nadie. No me interesa. Tampoco soy quién para hacerla. Y tampoco quiero defenderlo.
Sí me interesa pensar en algunas cuestiones referidas a esa vida del artista. Del personaje, para ser más preciso. Del que se crea, del que se vende.
Conocido es el hecho que hoy hace que Pity Álvarez esté acusado de un homicidio. Hoy Pity se zarpó, capaz que como nunca. Se zarpó tanto, pero tanto, que durante horas estuvo prófugo. Y hoy, justamente hoy, las páginas de los diarios y las radios hablaron de que "se veía venir". Sí, es verdad. Se veía venir.
¿Cómo podía terminar la vida de un loco al que le machacaban la cabeza esperando que, precisamente, se zarpe? Hoy se zarpó posta y los que ayer le pedían que se zarpe para subir un puntito más la audiencia lo condenan.
¿Es condenable? Sí. Pero ¿quiénes son para juzgarlo los mercenarios que lo exprimieron, los que esperaban que sea noticia policial, los que querían que hable de su vida de "excesos"? Chamuyo. Lo condenan porque también eso vende.
Pity entendía el juego que le proponían. Estoy seguro. Garpaba que vaya a hablar de pasta base a una radio. Garpaba que se metiera en quilombos. Garpaba, medía, generaba cash.
¿Y ahora? Ese personaje que asumió, que le asumieron, ¿dónde queda? ¿Cómo lo sacan de la sombra? Se comerá veinte años en cana, seguirán su juicio y lo irán a grabar al penal para que el personaje hable. Y él va a hablar. Y seguirá rodando el juego.
Detrás de ese personaje también es cierto que está un chabón con una adicción (o varias). Y eso también hizo ganar a muchos. Ganaron. Son tan, pero tan miserables que ven ganancia en un "loco" que tiene una adicción. Qué diferentes a los transas, ¿no?
Puede ser cierto que también hablaba un poco el personaje en esas notas. Pero también alcanza con ver una foto del 2005 para entender que la adicción estaba.
En una opinión (aunque toda contradictoria) publicada en Clarín, Walter Domínguez expone que el rock nacional necesita más Spinettas y menos Pitys. Otro chamuyo. Necesitan más Pitys. Muchos más. Necesitan personajes, esos que el Flaco nunca fue. Nunca quiso ser. Necesitan, en cambio, alguien que llene páginas y alimente morbos. Necesitan personajes, no poetas.
En una entrevista que dio hace algunos años, capaz que la única en donde habló el pibe de Villa Lugano (y no el Pity), decía que necesitaba ayuda. Que no manejaba su vida. Hoy quedó claro.
Pero los que vendieron con él tampoco querían que eso cambie. Y hoy coronaron su historia. Porque, claro, se veía venir.
Martín Pedersen
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