En el eje de la tormenta política en la Argentina está la protesta social contra el tarifazo, ahora en debate en el Parlamento con la oposición sistémica disputando al macrismo el consenso de la sociedad. Desde el gobierno responden que la actualización tarifaria es un límite, y en un año no electoral pretenden hacer pasar el ajuste, por ahora con alza de tarifas y si pueden, disciplinando paritarias en torno al 15%, con muy pocas que por ahora se escapan por encima de ese techo.
Sin embargo, aun siendo las tarifas el eje de la disputa política, el BCRA apareció en escena durante la semana pasada en un juego de alza del tipo de cambio (dólar a 21 pesos) y la tasa de interés (30,25%) que merece ser analizado cuidadosamente, ya que algunos se apresuran a definir límites de la política gubernamental, cuando la realidad también puede pensarse como inducción a los “mercados” para impulsar la recesión con alzas de tasas y propiciar una redistribución de ingresos vía devaluación, como forma del ajuste por los mismos “mercados”. Con el eufemismo de los mercados esconden a los dueños del poder económico.
Mientras el INDEC ofrece cifras de recuperación de la economía, con la devaluación y subas de tasas se induce una desaceleración de la economía, que dificultará la construcción de consenso social, máxime para hacer pasar el ajuste. Mucho se dice y escribe sobre lo que quería hacer o no el BCRA y la política del gobierno, pero lo real es que hubo una devaluación del peso local. Cada vez que hay devaluación pierden los sectores de ingresos fijos: trabajadoras y trabajadores, activos y pasivos, tanto como perceptores de planes e incluso empresarios que ligan su destino a la capacidad de compra de esa mayoría popular.
Desde diciembre, con un dólar a 17,50 pesos al dólar actual de 21 pesos, supone una devaluación del 20%, que a no dudar, más temprano que tarde se sumará a los precios de la economía, cuando el gobierno perjura su proyecto de un límite anual de la inflación del orden del 15%. Desde que Macri asumió la devaluación es del 115%, de un dólar a 9,75 a los 21 pesos actuales.
Esa devaluación del 20% que sufren los sectores de menores ingresos es muy parecida al pronóstico de los consultores privados que difunde el BCRA, los que anticipan un 20,3% de inflación para el 2018. Lo que hicieron en estas horas es alinear el precio del dólar con la inflación esperada, todo en torno al 20%. El costo sobre la mayoría social es abrumador vía aumento de precios.
La inflación es un mecanismo de ajuste, o si se quiere, de distribución regresiva del ingreso, de la mayoría empobrecida a la minoría enriquecida y la devaluación es un aumento del precio de la divisa hegemónica: el dólar. Este precio en ascenso se traslada a los precios esenciales de la economía, los que definen la inflación. Hay que acordarse cuando en diciembre del 2015 el Ministro Prat Gay señalaba que la devaluación no se trasladaría a precios, ya que estos se habían ajustado al paralelo de tiempo del kirchnerismo (12 a 13 pesos contra las 9,75 del oficial). La realidad fue una inflación en 2016 del 40%. Después dicen que el ajuste es gradual, como sería si así no lo fuera.
Queda claro que hay perjudicados y beneficiados. Entre los beneficiados está la patria exportadora, sea agrícola, minera, petrolera, gasífera, ganadera o industrial. Estos sectores oligárquicos y de gran burguesía local y transnacional venía señalando el “atraso” del dólar, por lo que perdían competitividad contra masivas importaciones y necesitaban mayor ritmo de devaluación para poder competir con sus exportaciones.
Recordemos que en 2016 y 2017 creció el déficit comercial que en tendencia para este año supone un rojo de más de 11.000 millones de dólares. El rojo de turismo es una cifra proyectada para este año similar, del orden de los 11.000 millones de dólares. Ni hablar de las cancelaciones de deuda o las Remesas de Utilidades al Exterior, derivada de la extranjerización de la economía argentina, que no es un fenómeno solo atribuible al macrismo, sino una tendencia creciente desde el ciclo aperturista y de extranjerización inaugurado en 1975-76 y potenciado en los años noventa y claro, ahora legitimado con el gobierno Macri.
El ajuste está funcionando bajo condicionantes internos y externos
Sea por la inflación del 40% en 2016, del 24% en 2017 y vaya a saber a cuanto llegará la del 2018, con un abril que promete escalar un poco más que el valor de marzo, claro que siempre con la promesa oficial que desde mayo la inflación bajará, aun cuando se anuncian subas del transporte, del gas, la electricidad, etc.
La devaluación es un ajuste a los ingresos populares en línea con la proyección inflacionaria. Los dueños de la economía local pedían que el dólar no se atrase respecto de otros precios y el ajuste es del 20% en lo que va del 2018, lo que nos la pauta de la inflación probable para todo el año, aunque nadie puede afirmar que el movimiento de alza de la divisa haya terminado, ni que el alza de los precios sea contenido en este 20% proyectado.
El tema es que Argentina tiene que cancelar el déficit comercial, turístico, la fuga de capitales, que incluye los ahorros dolarizados en cajas de seguridad o colchón más las cancelaciones de deuda y remesas al exterior; lo que en conjunto supone unos 60.000 millones de dólares.
¿De dónde saldrán esas divisas si Argentina no fabrica dólares? Pueden salir de las reservas internacionales, que sumaban casi 65.000 millones de dólares y ahora apenas superan los 58.000 millones de dólares y pueden bajar más. Algunos dicen que esas reservas no son reales, sin embargo los que embolsaron 5.000 millones de dólares (verdaderos, no imaginarios) esta semana, recibieron en sus cuentas acreditaciones a cuenta del BCRA que así estimuló a especuladores financieros.
Vamos a insistir, que ese destino es demostración que en la Argentina existen recursos para estimular la especulación o para destinarlos para otro modelo productivo y de desarrollo. No se necesita que la decisión de inversión esté en el capital externo cuando el Estado administra cuantiosos recursos financieros que se utilizan para garantizar la deuda pública o atender la corrida especulativa por divisas.
Se insiste en que el macrismo tiene dificultades económicas y puede ser, pero lo concreto es que la política económica actúa sobre la base de un gigantesco ajuste, por evolución de precios, que incluye la restricción a la actualización de los ingresos populares, sean jubilaciones o pensiones, salarios o beneficios previsionales o sociales.
Es cierto que se combinan causas locales y globales. Sobre las primeras hemos mencionado la presión por la devaluación del poder económico actuante en el país. Sobre lo global, la base está en el aumento de la tasa de interés de EEUU, ahora del 3%, cuando desde la crisis del 2008 tendió a 0, ídem en Europa, Japón o cualquier territorio del capitalismo desarrollado.
Fueron decisiones nacionales que impactaron en el sistema mundial, ya que en esas condiciones los capitales buscaron colocaciones para mejorar su rentabilidad en lo que se denominó los “mercados emergentes”, principalmente China, India o Brasil, pero también la Argentina y otros destinos del sur del mundo.
En los últimos años eso cambió y las mejoras relativas en las cuentas macroeconómicas, especialmente en EEUU, lo que no quiere decir que a la población empobrecida le vaya bien, supuso una modificación de las políticas económicas nacionales con subas programadas de las tasas de intereses. Esto empezó antes del acceso de Trump al gobierno de EEUU y es lo que se venía anunciando y que seguramente estuvo en los informes discutidos en la reunión de primavera del FMI y el Banco mundial de la semana pasada en Washington. A esa reunión asistieron por el país el Ministro de Hacienda, el de Finanzas y el Presidente del BCRA. No se puede argumentar que los sorprendió el tema.
Por otra parte, como desde mayo rige el impuesto a la renta financiera para los residentes extranjeros tenedores de LEBAC, éstos comenzaron a liquidar sus posiciones, o sea a vender LEBAC y colocar esos recursos en dólares, por lo que la demanda alcanzó unos 5.000 millones de dólares que el BCRA debió salir a vender. Algunos dicen que por eso no debía aplicarse el impuesto a la renta financiera, con lo cual, el argumento es que el Estado debe seguir cobrando impuesto a los más pobres porque tienen escasa capacidad de incidir en la disputa económica, salvo que luchen como es el caso de la protesta por las tarifas o de aquellos que continúan discutiendo el pretendido techo a las paritarias.
Es el eterno chantaje de los poderosos, a los que no se los puede afectar porque retiran inmediatamente sus dineros. Una lógica que reproduce al infinito el poder del capital concentrado y más en las condiciones de dominación de la especulación que rige en la Argentina desde tiempos del rodrigazo y la dictadura genocida.
Una preocupación
Puede ser muy peligroso imaginar un derrumbe de la política oficial por corridas contra la moneda o descontrol de la inflación, aun cuando baja la imagen de la gestión Macri. El problema es la no existencia de un proyecto diferenciado para organizar la economía y la política. Esa es la clave en la coyuntura, es más, existen indicios de quienes, desde la oposición política, ya se prueban el traje para gestionar el capitalismo argentino desde 2019.
Eso demuestra que puede haber reemplazo de gobierno sin modificar esencialmente el rumbo. Ejemplos tenemos en la historia y sin ir más lejos veamos el cambio de 1999 que no modificó esencialmente el rumbo de la economía y aceleró procesos críticos de la conflictividad que derivaron en el 2001. Puede pensarse que estamos lejos de las condiciones de conflicto social extendido del 2001, aunque algunos protagonistas vuelven a escena, caso de Cavallo, que ahora merodea la Casa Rosada como asesor presidencial.
Siempre puede existir la “asistencia” del FMI, con créditos y un plan de salvataje y estabilización de la economía, lo que supondrá un fuerte condicionante para el ajuste, como una excusa más para profundizar el apriete sobre los ingresos populares.
La clave está en la discusión del diagnóstico de situación del presente y la construcción de un proyecto que incluya el tipo de organización económica deseable para satisfacer necesidades de la mayoría, lo que requiere superar e ir más allá de la lógica del mercado, la ganancia y la dominación capitalista.
En este momento, con reuniones, actos y movilizaciones en torno al 1° de Mayo puede gestarse una tendencia de nuevas y renovadas campañas de movilización y protesta social que disputen el sentido común de la cotidianeidad en construcción de una alternativa política en la Argentina.
Julio C. Gambina
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