“Leña al fuego”, que se emitió por Radio de la Ciudad, AM 1110, desde el 3 de abril de 1999 hasta el 17 de diciembre de 2011, alcanzó especial resonancia en un amplio sector empobrecido del Gran Buenos Aires, reflejando sus conflictos, su confrontación gradual con el régimen de desigualdad y la eclosión de fuerzas obreras en puja con la vieja burocracia sindical del peronismo de derecha, como los trabajadores del subte que desplazaron a la UTA o el nucleamiento surgido en la empresa Kraft-Terrabussi, que logró arrinconar a los capitostes del Sindicato de la Alimentación.
En los últimos tiempos, la dinámica de su identificación con los excluidos y la particularidad de los invitados que concurrían al estudio --referentes de la lucha de clases que se ahonda en el país--; y, sobre todo, las denuncias semanales que formulaba desde su columna la doctora María del Carmen Verdú, líder de la Correpi, Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, sobre la criminalidad de las llamadas fuerzas del orden que a través de fusilamientos de personas inermes o de torturas infligidas a los presos en las comisarías, vienen matando en el Gran Buenos Aires a un ser humano cada día y medio, convirtieron de hecho a “Leña al fuego” en un programa radial de izquierda, quizás de izquierda revolucionaria, con amplísima repercusión social.
(Una izquierda revolucionaria sumergida en debates intestinos tan legítimos como encarnizados que todavía no ha logrado conformar un frente unitario, pero que sí ha sabido alejarse y diferenciarse claramente de la socialdemocracia predominante en los estratos del poder, que en última instancia, más allá de sus retóricas, es funcional a los sectores hegemónicos del capital concentrado).
Un programa así, incrustado en un instrumento de expresión del sistema que había sido reducido a una muy baja potencia desde que el menemismo de los noventa le regaló a Daniel Hadad y sus socios la AM 750, la vieja frecuencia de Radio Municipal, hoy en manos de Radio 10; un programa así, considerado como esotérico por la derecha, venía salvándose de la guadaña porque era el único espacio de la emisora que medía algo, pese al enorme esfuerzo que debían realizar los oyentes para escuchar una emisora llena de dificultades y frituras.
“Leña al fuego” no se callaba ni hacía concesiones, ni siquiera por táctica coyuntural. Cuando promediaba el año 2011, al estallar el escándalo que está llevando al jefe de gobierno de la Ciudad a los estrados judiciales, tituló una de sus emisiones “Por qué Macri debe ir preso”. Con la participación de Sergio Bursztyn (familiar de una de las víctimas de la masacre de la AMIA), legisladores y periodistas que presentaron las pruebas de los delitos cometidos.
Fue la gota que rebalsó el vaso. Pero entonces no dijeron nada. Al poco tiempo se hizo pública la decisión de Macri de presentarse como candidato a presidente de la Nación en las elecciones de 2015. Y, según trascendió, aunque enseguida dejó de ser rumor para convertirse en noticia, que así como el gobierno nacional había edificado rápidamente su propio multimedio y “Clarín” tenía el suyo desde antes, también el macrismo estaba dispuesto a no ser menos y construir su respectivo emprendimiento mediático con vistas al desafío comicial. ¿Desde qué lugar?, preguntaría un psicoanalista con su monserga. Desde la radio y el canal de la Ciudad sumados a la nueva tecnología de Internet.
Eso, obviamente, significaba “limpiar” con todo lo anterior. La información repercutió rápidamente en “Leña al fuego”, sus oyentes y su entorno político-social. Aún estando en el aire se denunció la posibilidad del levantamiento en función de la “reestructuración” que estaba planificando el macrismo. Y en forma inmediata se formó una comisión de personalidades (Osvaldo Bayer, Adolfo Pérez Esquivel, Beinusz Szmukler, Jorge Altamira, Vilma Ripoll y María del Carmen Verdú) que solicitó una urgente audiencia a Macri para reclamar por la continuidad del programa. El ingeniero-candidato nunca contestó. Tampoco respondió a la carta que en términos categóricos le envió el Premio Nobel de la Paz con el mismo objetivo.
Los acontecimientos se precipitaron: los responsables visibles del emprendimiento (Carlos Ares, ex director de la revista “La Maga” que Macri designó ahora como “jefe de la Unidad de Proyectos Especiales del Sistema de Medios Públicos de la Ciudad de Buenos Aires”) y Baltasar Jaramillo (un clásico yuppie formado en el Pro y que ha sido convertido en el nuevo director de Radio de la Ciudad) anunciaron que la reestructuración programática de la emisora dejaba afuera a “Leña al fuego” y caducaba el contrato de su director. Ni la Declaración 20/2012 de la Legislatura porteña que por unanimidad declaró de interés cultural a “Leña al fuego”; ni las miles de firmas suscriptas por los oyentes; ni la amplia repercusión en los medios que este levantamiento ha tenido en las últimas semanas, especialmente la extensa nota de Osvaldo Bayer aparecida en la contratapa de “Página 12” del 28 de abril último, le hicieron mover un pelo a quienes se aferraron a la “reestructuración” como si fuera la Biblia revelada.
El tema, además, sigue teniendo ecos legislativos. En las últimas horas, la diputada nacional Graciela Iturraspe y los legisladores María Elena Naddeo y Alejandro Bodart han condenado en términos muy severos la expulsión de “Leña al fuego” de Radio de la Ciudad. Este último además continúa presentando proyectos tratando de revertir la injusta situación.
Mientras tanto, el martes pasado, en la sede de la Correpi, unos cincuenta representantes de organizaciones sociales, políticas, estudiantiles, obreras, de derechos humanos y otras, han resuelto hacer un acto de repudio y festival artístico que tendrá lugar el jueves 7 de junio, Día del Periodista a las 14, frente a las puertas de la radio.
Desde la izquierda, algunos críticos fraternales dicen que toda la lucha “por las buenas” de estos últimos meses ha sido inútil. Porque lo único que puede conmover al sistema es la acción directa y, por lo tanto, ante las primeras versiones del levantamiento del programa, debió ocuparse las instalaciones de la radio, prescindiendo de la dialéctica desgastante. Como lo siguen haciendo ahora los aguerridos jóvenes de la Sala Alberdi del Centro Cultural General San Martín, que ya llevan un año y ocho meses de ocupación reclamando por una cultura popular y en contra de las privatizaciones y discriminaciones.
Y es muy probable que sea así, y que en la confrontación con el poder omnímodo del Estado, nacional, provincial o municipal, las palabras inútiles se las esté llevando el viento.
Herman Schiller
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