La nota la dio, por supuesto, el ganador de las Paso. Milei aprovechó el evento organizado por las patronales norteamericanas para cotizarse como un aliado incondicional de Estados Unidos. En oposición al reciente anuncio de Alberto Fernández sobre la incorporación de Argentina al bloque de los Brics, dijo que abandonaría los lazos políticos con gobiernos “comunistas” y circunscribiría el alineamiento geopolítico a Estados Unidos e Israel.
Digamos de entrada que un mayor sometimiento a los intereses yanquis no mejoraría en nada la situación del país, cuando hoy se fugan las riquezas precisamente porque la soja y el petróleo criollo lo exportan las norteamericanas Chevron, Cargill o Bunge, y los dólares se los lleva el FMI. Por lo demás, es directamente un embuste presentar como el faro de la democracia y la paz a Estados que se vieron conmovidos el último período, respectivamente, por la rebelión popular contra las masacres policiales hacia los negros o la sublevación contra el genociodio del pueblo palestino. Ni que decir que se trata de los promotores de la guerra en Ucrania y el guerrerismo de la Otan, y por supuesto de los enfrentamientos bélicos y las guerras civiles en el Medio Oriente.
En el salón lo escucharon los ejecutivos de las principales compañías estadounidenses como Exxon Mobil, Google, FedEx, Pfizer, IBM y los bancos Citibank, JP Morgan, Goldman Sachs, entre otros. Y fueron de la partida algunos grandes grupos de capitalistas argentinos como Mercado Libre, Corporación América o Pan American Energy. Ante ellos, Milei prometió una reforma del Estado para eliminar ministerios y recortar el gasto público, pero también aclaró que “la casta no solo son los políticos ladrones, sino empresarios prebendarios a los que les gusta hacer negocios con el Estado”.
Esta distinción entre empresarios “casta” y no casta es antojadiza, porque sus diferencias son solo de grado. Mientras el libertario habla de “la debacle de Argentina” lo cierto es que las patronales que estaban allí presentes vienen haciendo negocios saqueando el país y aprovechando la devaluación de los salarios. Las petroleras tienen acceso a dólares a precio oficial y casi no pagan retenciones, los sojeros tuvieron un tipo de cambio privilegiado, la banca cobra intereses multimillonarios todos los meses gracias a las Leliq y los bonos del Tesoro, y la lista podría seguir largamente. Mayor “libertad” para estos pulpos capitalistas solo puede significar más facilidades para fugar sus ganancias al exterior y para sobreexplotar a los trabajadores.
Por eso es directamente un fraude que cuestione a “los sindicalistas que entregan a sus trabajadores en lugar de representarlos”, cuando él mismo viene de afirmar que la CGT terminaría apoyando su intento de reforma laboral. Suena verosímil, de parte de la misma burocracia sindical que había pactado una ley de flexibilización laboral con Macri, pero Milei debería tomar nota de que el proyecto se hundió tras la rebelión contra el robo a los jubilados en diciembre de 2017. También debemos tomar nota los trabajadores, sobre cómo nos tenemos que preparar para derrotar esta ofensiva.
Esto demuestra que la intervención estatal, que Milei presenta como una traba para el libre desarrollo de la economía capitalista, actúa siempre en beneficio de grandes empresarios en particular, y en preservación del orden social capitalista en general. En este punto excede la mera política económica. Lo sabe este demagogo que habló de libertad a la vez que se jactó de que, si es electo, su vice Victoria Villarruel concentraría el comando de los ministerios de Seguridad y Defensa, lo cual anticipa el intento de involucrar a las Fuerzas Armadas en tareas de represión interna bajo el mando de una defensora de genocidas.
Iván Hirsch
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