En ese sentido, la consultora Focus Market indicó que el gasto promedio de las familias para hacer frente a la compra de juguetes será de $5.000 pesos, una cifra 3,5 veces más elevada que en 2021. “Este año se pueden conseguir juegos de memoria desde $6.500; pizarras mágicas por $7500 y juegos de mesa desde $750” (Vía País, 16/8). Para trabajadores cuyos salarios llegan en promedio a los $50.000 pesos o para los sectores más pobres del país, estos precios convierten a los juguetes en algo prohibido para las infancias.
Según Emmanuel Poletto, presidente de la Cámara Argentina del Juguete, los productos de origen nacional aumentaron un 50% con respecto al día del niño anterior. De acuerdo a algunos análisis, por otro lado, los juguetes importados registraron subas que trepan a un 70%.
Esto ocurre en una industria en la cual el 40% de los juguetes que se venden en el mercado son nacionales y el 60% restante es importado. La Federación del Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (Fecoba) señaló recientemente que el 47% de las pymes tiene una expectativa de ventas “incierta”, mientras que un 35% estima que estas serán más bajas que el año pasado (Ámbito, 15/8). Las jugueterías apuestan a ofrecer líneas de juguetes a precios más bajos y a que las familias adquieran los productos endeudándose.
Los empresarios jugueteros, como el resto de los sectores patronales, se valieron de la crisis económica y de la brecha cambiaria para especular con el precio de las mercancías. En el precio final de los juguetes también se vio reflejado el aumento de los costos en la cadena productiva tomada de conjunto, empezando por el de los fletes. Desde la Cámara Argentina de la Industria del Juguete han dicho que en medio de la pandemia, el precio del flete pasó de 2.500 dólares a 10.000. Mientras tanto, la capacidad ociosa en la industria juguetera ronda el 55%.
La inflación está causando estragos en las familias trabajadoras. Los niños de la clase obrera son golpeados a varias bandas; el informe de Unicef que reveló que más de un millón de niños y adolescentes en Argentina dejó de comer alguna comida diaria por falta de dinero fue quizás el último ejemplo más escandaloso de este proceso. El gobierno de los Fernández y Massa se prepara para ejecutar más ataques contra los trabajadores, lo que agravará la situación.
Mientras los gobiernos se desgarran las vestiduras por los chicos que asisten a los piquetes junto a sus padres para atacar al movimiento de desocupados, hunden a las niñeces en la pobreza y las privaciones. Solo luchando contra el ajuste puede abrirse un futuro mejor.
Nazareno Kotzev
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