jueves, 11 de agosto de 2022

Mal comienzo, ¿peor final?


Está muy difundida la especie de que la crisis actual es el producto de la “falta de expectativas” y no de la bancarrota más general del régimen social capitalista. Los defensores de esta posición agregaban que había un componente político de fondo que conspiraba contra la generación de expectativas, como ser los choques internos en la coalición gobernante y por sobre todas las cosas los obstáculos que colocaba Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo, quienes sostienen esta tesis deben admitir que la realidad acaba de refutarlos de modo evidente. Es que el nombramiento de Sergio Massa como ministro de Economía generó lo que ellos querían: un boom de expectativas. A su juramento concurrieron las principales expresiones del llamado círculo rojo, con ramificaciones en la obra pública, el sector energético y financiero. Y para eliminar cualquier suspicacia todo fue bendecido en una reunión con la vicepresidenta, que fue retratada en una foto ampliamente difundida por el aparato comunicacional del gobierno. 

 Devaluación a la carta 

Con la chapa de superministro y las expectativas recargadas, se esperaba que el dólar regrese a la cotización que tenía antes de la renuncia de Martín Guzmán, que se reduzca la brecha cambiaria, que caiga el riesgo país y especialmente que el Banco Central invierta la tendencia dejando de perder reservas y las empiece a acumular. Pero como ya sabemos nada de eso sucedió. El dólar consolidó su piso en torno a los $ 290, la brecha sigue por encima del 100%, el riesgo país supera ampliamente los 2.000 puntos y las reservas del Banco Central siguen en caída. Esta caída de las reservas concentra hoy el principal punto de la crisis, porque pone en cuestión la promesa de Massa de no ejecutar una devaluación monetaria que llevaría la inflación muy por encima del 100% anual. Según los informes oficiales, el Banco Central tiene un nivel de reservas netas de 1.500 millones de dólares, pero las líquidas serían negativas, del orden de los 6.000 o 7.000 millones de dólares. De ahí la deducción de que ya estaría utilizando los encajes bancarios, que son propiedad de los ahorristas. En caso de que el gobierno no logre parar la sangría de reservas se podría desatar una corrida cambiaria y un retiro masivo de dólares de los bancos. Por lo pronto, aunque aún acotado, ya ha comenzado un goteo en ese sentido, con una disminución de depósitos bancarios en las últimas semanas. 
 Massa quiere evitar la devaluación generalizada que le reclamó el FMI y el capital agrario estableciendo una devaluación a la carta, o sea, estableciendo de hecho tipos de cambio distintos para cada sector del capital. Bien visto, seguir la misma orientación de Guzmán que terminó en un fracaso y con su salida del gobierno. El empantanamiento se comprueba en que no ha podido llevar adelante la mayoría de sus anuncios. Los préstamos internacionales son por ahora una quimera con un riesgo país que supera al de Ucrania. Ni siquiera está firme el desembolso del BID que lo condicionó al cumplimiento de los compromisos con el FMI. El ingreso de los 5.000 millones de dólares de los exportadores, en primer lugar, del sector agrario tampoco se ha consumado. Peor aún, Massa no logró siquiera realizar la reunión con la Mesa de Enlace que había convocado el mismo día de su asunción. La misma fue postergada por el propio gobierno ante la certeza de que terminaría en un impasse. El capital agrario, sean los productores o las exportadoras, prefiere esperar una devaluación que descuenta llegará más temprano que tarde a negociar una baja transitoria de las retenciones. En este cuadro el único logro de Massa fue reprogramar vencimientos de la deuda en pesos, pero ciertamente lo logró a un costo altísimo. Los bonos “duales” que entregó aseguran a los acreedores cobrar el índice más alto que surja entre la inflación y la devaluación. Se trata en definitiva de un premio enorme que compromete una emisión futura del Banco Central de proporciones gigantescas. Emisión que solo podría ser superada para enfrentar los dólares a futuro que entregó el Banco Central en estas últimas semanas y que rondan los 9.000 millones de dólares y que de combinarse llevaría a la Argentina a una hiperinflación. 
 El fracaso de la devaluación a la carta es el paso previo a la devaluación generalizada. Los grupos económicos que están ganando fortunas con la brecha cambiaria, pagando importaciones al dólar oficial y vendiendo en el mercado interno al blue, pasarán a ganar con una mayor desvalorización del peso y sobre todo de los salarios. Las consecuencias para el gobierno pueden ser fulminantes. El economista Álvarez Agis, amigo y asesor de Massa, prevé que una devaluación no solo producirá un salto inflacionario sino también una recesión de al menos un año, lo que supondría una derrota electoral inapelable del peronismo. Pero esto sería el mal menor. El mayor es que una devaluación podría desatar una rebelión popular con consecuencias imprevistas.

 Cristina capitana 

El temor a la crisis final del gobierno ha alineado a todas sus fracciones. El compromiso con el ajuste del kirchnerismo y de la propia Cristina Fernández de Kirchner ha quedado confirmado nuevamente con el recambio de los funcionarios del área de energía. El kirchnerismo no solo avaló un tarifazo mucho mayor al que había diseñado el exministro Guzmán sino que se avino a que asuman funcionarios que directamente responden a los intereses de las grandes corporaciones capitalistas. Es el caso de Flavia Royón, que fue designada como secretaria de Energía luego de ocupar ese mismo cargo en el gobierno de Salta. Royón fue más a fondo en la entrega del litio que Gerardo Morales, ya que en Salta las regulaciones son aún menores que en Jujuy. La entrega del litio es la principal bandera de la liga de gobernadores del norte, que reúne en un mismo bloque a peronistas, macristas y radicales, y que disputan por igual China y EE.UU.
 El juicio de Vialidad que está sustanciando contra la vicepresidenta agrega una presión adicional para que el kirchnerismo no quiera sacar los pies del plato del ajuste. Pero existe la posibilidad de que alguno quiera ir más allá y pretenda una condena que la saque directamente del juego. Anticipándose a esto, Larroque tuiteó “sin Cristina no hay peronismo. Sin peronismo no hay país”. Bien visto estamos ante una advertencia reaccionaria: si la sacan a Cristina nadie puede evitar una rebelión popular. Larroque le recuerda a la clase capitalista que los favores que le dio el peronismo son mayores a los de la derecha. Pero también le advierte a Massa que no pretenda gobernar sin el kirchnerismo. La advertencia tiene sus motivos, claro. Massa no es Guzmán. Si Cristina Fernández de Kirchner pretende desplazarlo como a Guzmán, armará una crisis de gobierno. Después de todo fue Massa quien hizo campaña prometiendo que llevaría a la cárcel a Cristina Fernández de Kirchner y que echaría a los ñoquis de La Cámpora. Nadie puede decir que no avisó. 

 Más que nunca, paro nacional

 El fracaso de las primeras medidas de Massa es evidente. La situación se sigue deteriorando y se acumulan las presiones para una devaluación generalizada. La inflación de julio rondará el 8%, la más alta de los últimos 20 años. Agosto será similar, dejando a todas las paritarias muy por debajo de la inflación. El gobierno ha convocado ante esto a una reunión de empresarios y sindicatos para un acuerdo de precios y salarios que nadie lo toma en serio. Lo más probable es que sea para suspender las paritarias y reemplazarlas por alguna suma fija. La CGT se opone porque quiere mantener el control de las negociaciones colectivas. A cambio de ese control admite firmar acuerdos a la baja. 
 La situación reclama pasar a la acción. Es lo que está realizando la Unidad Piquetera con una nueva masiva movilización con permanencia en Plaza de Mayo, en reclamo de asistencia a los comedores populares, aumentos de los montos de los planes y de los beneficiarios. Es lo que están haciendo también los docentes en muchas provincias del país, con paros y marchas masivas por el salario y en defensa de la educación. Los trabajadores del neumático intensifican sus medidas de lucha y están llevando desde el 1º de agosto un plan de quince días corridos con paros sistemáticos en todas las plantas. Para la semana próxima está prevista una movilización del Plenario del Sindicalismo Combativo para el 17 de agosto, que será complemente independiente de la CGT, en el caso de que finalmente se haga. Y el 22 una nueva movilización de la Unidad Piquetera ante la reunión del Consejo del Salario Mínimo. Llamamos a impulsar estas medidas de acción y reforzar la campaña por un paro activo nacional y un plan de lucha. 
 El agotamiento del gobierno nacional y su conversión en un loteo de las grandes corporaciones exponen la crisis final del peronismo. Nuestra llamado a poner en pie un movimiento popular con banderas socialistas se nutre de este balance histórico inapelable. 

 Gabriel Solano

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