Días atrás, la AFL-CIO -de filiación demócrata- realizó una gran “colecta” para financiar a organizaciones laborales de Ucrania, a través de la CSI -Confederación Sindical Internacional-. La KVPU, que también forma parte de la Confederación, es socia del Centro de Solidaridad de la AFL-CIO. Esta es una usina internacional de operaciones financiada en su mayor parte por la NED -Fundación Nacional para la Democracia-, una fachada de la CIA, aunque se presenta como “una fundación privada sin fines de lucro dedicada al crecimiento y fortalecimiento de las instituciones democráticas en todo el mundo.” También la financian el Departamento de Estado y la USAID -Agencia de los EE. UU. para el Desarrollo Internacional-.
En 2004, Mykhailo Volynets, presidente hasta el día de hoy de la KVPU, recibió el Premio de Derechos Humanos que entrega la AFL-CIO, en parte por su rol en la llamada “Revolución Naranja”, como se denomina al golpe de febrero de 2014. La operación, respaldada por la Otan, dio como resultado el derrocamiento del presidente ‘prorruso’ de Ucrania, Viktor Yanukovych. A pesar de haber pregonado lo contrario, este oligarca reculó de la firma del pedido de ingreso a la Unión Europea, lo que fue seguido por su derrocamiento.
El vicepresidente de la KVPU es Ihor Kniazhansky, de la organización neonazi Azov, también presidente del Sindicato Independiente de Mineros, afiliado a la central gremial ucraniana y diputado del Partido Batkivshchyna, de ultra derecha.
En 2019, miembros del Congreso de EE. UU. habían considerado declarar al Batallón Azov como una organización terrorista. En respuesta, Volynets y otros miembros del parlamento ucraniano firmaron una carta defendiendo a Kniazhansky. La carta también enfatizó que Ucrania debería unirse a la OTAN. Cita: “Somos partidarios acérrimos de profundizar aún más las relaciones entre nuestras naciones, hasta el punto en que finalmente nos convertiremos en aliados después de que Ucrania se una a la OTAN”.
La relación internacional entre estos aparatos sindicales contrarrevolucionarios se reforzó con la guerra. Los llamados sectores ‘pro-rusos’ desaparecieron del escenario sindical de Ucrania, como consecuencia de su adhesión a la política criminal de Putin, a la incapacidad para impulsar una unidad internacional de la clase obrera, al menos entre los trabajadores de Rusia y Ucrania, y con los de Polonia, Moldavia, Bielorrusia. La burocracia sindical de este último país capituló sin la menor vergüenza ante el autócrata Lukashenko, en ocasión de la rebelión popular que tuvo en vilo al país durante casi dos meses, hace menos de dos años.
Matias Melta
14/03/2022
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