sábado, 12 de marzo de 2022

Alberto Fernández, pato ultrarrengo


La aprobación del pacto con el FMI por 202 votos en Diputados luce ultramayoritaria, pero si examinamos su desarrollo se aprecia que se abre no un período de “unidad nacional”, sino de mayúscula crisis política. 
 Ante todo porque se votó y se votará en el Senado un solo artículo que autoriza la “operación de crédito” con el verso de que así no votaron el programa económico de ajuste que lo acompaña, el cual será “responsabilidad exclusiva del gobierno” y no de la oposición. Lo cual no es cierto porque los desembolsos del crédito de facilidades extendidas que se otorga se harán condicionados al monitoreo trimestral de cuentas y política económica y aún a la consulta cotidiana con el staff del Fondo de todas las decisiones que afecten la marcha del programa. Todos los partidos políticos que votaron este acuerdo son responsables de las crisis y choques sociales que sobrevendrán con él, debido a su inviabilidad y a las penurias sociales que derivan de él. Y allí estaremos para intervenir en todos los campos de la lucha de clases marcándolo. 
 Pero esto es apenas el punto de partida. La aprobación ha disparado una crisis política de vasto alcance. Solo 76 diputados del Frente de Todos votaron a favor, mientras 40 integrantes del interbloque votaron en contra (27) o se abstuvieron (13). Otro tanto ocurrirá en el Senado, donde se prevé que solo 20 senadores del peronismo votarán a favor y por lo tanto, al igual que en Diputados, el acuerdo se votará apoyado en los senadores del macrismo.
 No haremos eje en Juntos por el Cambio, que celebra la votación como su victoria, pero la sufrirá también puesto que Morales y Larreta jugaron a fondo por el acuerdo mientras Macri y Bullrich querían despegarse por completo y quedaron enredados igual, y hasta sufrió el pasaje de cinco diputados al voto en contra o a la ausencia (López Murphy, Iglesias y otros). Dicho de otro modo la crisis del gobierno tiene el alcance de una crisis de todo el régimen político. 
 Alguien dirá que esta película de entrega al FMI del peronismo ya la vimos con Menem, y es cierto. Pero ahora la ejecuta la coalición panperonista armada por Cristina Kirchner, que mediante el kirchnerismo fue el gran intento de reciclamiento del peronismo bajo el barniz nacional y popular. El “mérito democrático” de debatirlo en el Congreso del que nos habla La Cámpora en su documento crítico -conocido en la madrugada de la infame votación- resultó en el contrasentido de su aprobación por parte de la derecha macrista radical y en el desfleque total del Frente de Todos. Agreguemos que no hubo tal “debate democrático” por parte de La Cámpora, que no abrió la boca en toda la sesión y ni siquiera presenció el debate en la persona de su máximo exponente Máximo Kirchner. La Cámpora quiso aportar a la armonía de la sesión para no herir las susceptibilidades del amo imperialista. Solo se escucharon las voces del Frente de Izquierda para denunciar a los responsables de la bancarrota nacional, caracterizar el contenido colonial y de ajuste del programa indisociable del crédito, el ataque a las masas que implica y proponer un programa alternativo desde el campo de los trabajadores y un curso en la lucha de clases para luchar por él. 
 No es el objeto de estas líneas analizar las 15 páginas del pronunciamiento de La Cámpora, dado a conocer a la madrugada para teatralizar el voto en contra de sus componentes. Pero el primer apunte es su extrema debilidad al afirmar que “el problema no es firmar. Tenemos que hacerlo porque la deuda está. El problema es qué se firma”. Reconocen la deuda fraudulenta, proponen honrarla y solo critican que se negoció mal, algo que pudieron corregir durante los dos años de un gobierno del que son integrantes y máximos responsables si consideramos a Cristina como parte de ellos. Durante esos dos años pagaron puntualmente al FMI sin chistar, hicieron el fracasado canje a la medida de los bonistas privados y se patinaron en deuda y fuga de capitales el abultado superávit comercial de 2021, además de deteriorar salarios y jubilaciones. 
 El punto es que La Cámpora va muy lejos en cuestionar el acuerdo que será el eje del gobierno que ellos integran y para mejor denuncian que como es de imposible cumplimiento en alguno de sus compromisos como bajar el 0,6% del PBI los subsidios a la energía mediante los tarifazos por la crisis internacional, se afectarán los envíos a las provincias, los salarios públicos y las cajas de empresas estatales como Aerolíneas que ellos mismos gestionan. Además se hacen los burros sobre el papel de los fondos del Anses en financiar la bomba explosiva de la deuda en pesos, de la que no hablan, cuya directora es Fernanda Raverta de La Cámpora. 
 Como se ve, se trata de una crisis política que recién empieza. Por otra parte, el presidente Fernández carece de bloque parlamentario para llevar adelante estos dos años de gobierno. Deberá gobernar por decreto o con los diputados y senadores del macrismo y el radicalismo. O, de la contrario, La Cámpora deberá tragar la cicuta de las leyes del ajuste para sostener al gobierno “nacional y popular”. 
 El presidente del PJ nacional es Alberto Fernández, el principal responsable del pacto colonial; y el del PJ de la principal provincia del país, Buenos Aires, es Máximo Kirchner que votó en contra y emitió un documento que indica que nos llevan al default más adelante -lo cual es estrictamente cierto, por supuesto. 
 La operación para aminorar daños electorales que puso en marcha el kirchnerismo, mientras no obstaculiza la aprobación parlamentaria, tiene patas cortas y un potencial de ruptura de la alianza de gobierno considerable. Si el propósito es una gran Paso del peronismo 2023 no toma en cuenta que los gobernadores cerraron filas con el pacto, que la burocracia sindical central cerró filas en el mismo sentido y que los sindicalistas K Palazzo y Yasky de manera bochornosa ni siquiera votaron en contra, sino que se abstuvieron para marcar su voluntad de que el pacto pase.
 El intento de bonarpartismo tricéfalo en tiempos de default se ha hecho añicos, como no podía ser de otra manera. El peronismo es ahora el autor material del crimen de entregar el país a un nuevo crédito, ahora propio, y al correspondiente ajuste y desorganización económica del FMI. Sergio Massa, el devaluado hombre de “la embajada” de la coalición, ha sido el articulador del acuerdo. El ministro estrella Martín Guzmán resulta un cadáver político, el presidente se apoya en una camarilla cada día más aislada y el propio kirchnerismo ha tenido divisiones de nota como el apoyo al pacto de Kicillof, de Alicia Kirchner o Wado De Pedro con variantes pero muy distantes de La Cámpora, sin contar la resonante ruptura de Berni con el kirchnerismo y con Cristina, pero continuando como superministro del “progresismo bonaerense”. 
 La condición de “pato rengo” que perdió las elecciones intermedias trepó varios escalones. La virulencia de la crisis mundial capitalista agravada por la pandemia y expresada ahora agudamente por la guerra en Ucrania y sus consecuencias, han determinado que el imperialismo no tuviera margen para enviar a Argentina al default. Pero al mismo tiempo la crisis mundial agrava la explosividad de las contradicciones en el país. Este acuerdo que conduce a una crisis de deuda en pesos en dos años, y a una de la deuda en dólares en tres, plagado de acechanzas devaluatorias, de carácter inflacionario y recesivo al mismo tiempo, destinado a descargar la crisis sobre masas laboriosas que no podrán soportarlo. Es el comienzo de un gobierno ultradebilitado para encarar su tarea más difícil: derrotar a quienes luchan contra el ajuste. Allí estaremos para organizar la respuesta popular con la clase obrera a la cabeza. Conscientes que la independencia política de los trabajadores será la clave para explotar la crisis de los de arriba. 

 Néstor Pitrola

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