sábado, 19 de marzo de 2022

Biden amenaza con la guerra a China


Mientras los bombardeos y ataques de artillería del ejército ruso y de las fuerzas armadas y las milicias de Ucrania no cesan de sembrar la muerte y el desamparo entre la población, el gobierno de Biden ha decidido ampliar la guerra más allá del territorio de Europa. El lunes pasado amenazó a China con represalias demoledoras si no colaboraba con la ejecución de las sanciones económicas contra Rusia. El asunto fue levantado por primera vez en Roma por el secretario de Seguridad Nacional, Jack Sullivan, en una reunión que duró ¡siete horas! con un alto diplomático de China, Yang Jiechi. “China va a sufrir serias consecuencias”, declaró el norteamericano, “si socava las presiones de Occidente sobre Putin”. La campaña de desinformación de la Otan aludía a un reclamo para que Pekín no encamine ayuda militar a Rusia, pero el asunto tenía un alcance de mayores proporciones – el cese de transacciones económicas con ese país y la incorporación de China al bloqueo económico generalizado que ha ordenado la Otan contra Rusia. Como resulta de las llamadas “sanciones económicas”, Estados Unidos ha confiscado la mitad de las reservas internacionales de Rusia, unos 300 mil millones de dólares, que se encontraban en distintos bancos del exterior. El restante cincuenta por ciento tampoco puede ser usado por el bloqueo impuesto a las transacciones internacionales de Rusia. 
 “Si China elude las sanciones internacionales” (a Rusia), pontifica un editorial del Financial Times (15.3), “es probable que sea alcanzada por sanciones secundarias”. China, sin embargo, ha estructurado un sistema internacional de pagos, desde mucho antes de la guerra, para evitar el monopolio que ejerce Estados Unidos en el sistema Swift. El gobierno norteamericano ha ordenado la expulsión de Rusia de ese sistema de compensación y verificación de cobros y pagos, sin atender a que se trata de una red privada que supervisan tres bancos internacionales. En pocas palabras, los estados que no se unan a la guerra de la Otan sufrirán una guerra de la Otan. La misma reconvención ha hecho Biden a la India, que acaba de restablecer un antiguo sistema de compensación de pagos con Rusia, a pedido de la Federación de Exportadores de India (FT, 16.3). El comercio entre ambos países ha alcanzado una suma interesante – 60 mil millones de dólares, y la India necesita el petróleo y gas de Rusia. La línea de pagos rupia-rublo interfiere, por otra parte, en el monopolio que goza el dólar como moneda internacional. En tono apenas un poco más bajo, Biden ha amenazado a India con represalias semejantes a las que ha prometido a China. La extensión de la guerra europea a Asia es subrayada por la observación del Financial Times de que “la marina norteamericana podría bloquear a China cortándole rutas marítimas claves”. Turquía, por de pronto, ya ha cerrado el paso del Bósforo y los Dardanelos, excluyendo a Rusia del mar Negro. En la mañana de hoy, viernes 18, Biden y Xi se propinaran estas advertencias a nivel presidencial. Estados Unidos tiene de rehén un billón de dólares de la deuda pública con China, que en los hechos ha quedado congelada.
 El reclamo inmediato de EEUU a China es que emplace a Putin a un cese del fuego sin condiciones. Es un ultimátum inadmisible para el autócrata ruso, que ha venido preparando la invasión de Ucrania desde hace tiempo, frente al cerco de la Otan y los preparativos militares de la oligarquía ucraniana para tomar por asalto las regiones separatistas del este de Ucrania. Putin necesita, él también, un cese del fuego en vista del empantanamiento de la invasión, pero dentro del marco de sus exigencias. El interés por un cese del fuego esconde el propósito de proseguir la guerra. La presión de EEUU hacia China tiene un carácter apremiante, y es al mismo tiempo un pretexto para imponer una tutela política sobre China. Esta extensión internacional de la guerra, fuera de Europa, ha roto las líneas demarcatorias que han prevalecido hasta el momento, desde la disolución de la Unión Soviética, y abierto la dinámica de una guerra imperialista mundial. La Otan ha puesto en práctica las líneas estratégicas de una ofensiva político-militar mundial, que ha trazado con considerable anticipación. 

 El blindaje de la oligarquía rusa 

La prensa internacional ha calificado a las sanciones de la Otan contra Rusia como “devastadoras”. A pesar de ello, Putin ha ordenado el pago en dólares de dos vencimientos de la deuda externa, para evitar el default. Biden ha autorizado al JP Morgan y al Citibank a procesar el pago, en violación de las normas de bloqueo a pagos por parte de Rusia. Lo hizo para evitar que Rusia pague en rublos, como lo autorizan los contratos de deuda suscriptos con los acreedores. Rusia hubiera podido provocar, con un default, o el pago en moneda propia, una crisis financiera internacional como la que desató la quiebra del banco Lehman Brothers en septiembre de 2008, pero habría perjudicado también a la oligarquía local y a sus propios secuaces. Rusia tiene una deuda con acreedores extranjeros por 150 mil millones de dólares – 90 mil en dólares y el equivalente a unos 60 mil millones de dólares en rublos; pero la mitad de la deuda pública total de Rusia - 300 mil millones de dólares -, está en manos de oligarcas y burócratas locales. Mientras decenas de miles de personas son acosadas por las bombas y millones buscan refugio en otros países, el bandidaje financiero se protege recíprocamente. El episodio de la deuda demuestra que la Rusia restauracionista, que ha invadido Ucrania, es un apéndice del imperialismo mundial. Las sanciones económicas y las represalias monetarias que Estados Unidos pretende llevar hasta sus últimas consecuencias, descubre una napa subterránea de esta guerra, que siempre ha estado en evidencia. El bloqueo por parte del imperialismo norteamericano a cualquier clase de acuerdo con Rusia, antes y después de la invasión, ha apuntado a someter a Alemania, Francia e Italia – las tres potencias de la Unión Europea. Por eso apoyó la ruptura de Gran Bretaña con la UE. Incluso ahora, bien avanzada la guerra, Volodomir Zelensky, el presidente de Ucrania, atacó a Alemania, frente al parlamento alemán, por los lazos especiales que desarrolló con Rusia desde antes de la disolución de la URSS. Denunció el hecho de que, aun en guerra, Alemania, siga comprando gas de Rusia, su única fuente de aprovisionamiento. Alemania acaba de aumentar su presupuesto militar, en una sola sesión de su parlamento, en 100 mil millones de euros. Es un dinero que va a los gastos de guerra de la Otan, como ha reclamado Estados Unidos. La guerra no ha servido solamente para traer al redil a Alemania – Francia apoya la decisión de la petrolera Total, la automotriz Renault y la supermercadista Auchan a continuar operando en Rusia, donde ocupan una posición de preponderancia. El foco de la guerra puesto en la invasión de Ucrania por parte de Putin, disimula una guerra internacional que envuelve una lucha entre varias potencias, incluso entre las que aparecen coaligadas. Un muy citado economista internacional, Barry Eichengreen, acaba de escribir que las sanciones norteamericanas han dado un golpe duro al sistema monetario internacional, al convertir las reservas en dólares en los bancos centrales en una caja de Estados Unidos, que puede disponer de ellas a su antojo. De esta tutela política del crédito internacional no escapa, por primera vez, tampoco Suiza. 

 El impasse de la invasión a Ucrania 

Junto a las amenazas de EEUU a China, el elemento político de la guerra, en el momento actual, es el empantamiento de la invasión de Putin. De acuerdo a lo que ventilan los especialistas u observadores militares, la invasión ha sido mal planificada, las líneas de suministros de artillerías y tanques se han quebrado y la logística de la invasión ha entrado en crisis. Este escenario se habría visto agravado por el desarrollo de operaciones militares en varios frentes a la vez – en la costa del mar Negro, en las regiones del este, frente a la capital, Kiev, en el norte, lo que ha dado gran margen de acción a las fuerzas armadas y milicias de Ucrania y al armamento de la resistencia por parte de la Otan. Un bombardeo ruso en las cercanías de Lvov, la principal ciudad del oeste, dejó al descubierto un campo de entrenamiento norteamericano que funciona desde 2014. La UE ha provisto una enorme cantidad de material militar; Turquía se ha ‘especializado’ en el entrega de drones; y hasta Argentina ha vendido nano-satélites. Biden ha reconocido haber elevado el gasto militar para Ucrania al billón de dólares. 
 El empantanamiento de Rusia en Ucrania obedece al carácter reaccionario de la invasión. No ha movilizado el interés de las masas rusas, que la ven ajena y perjudicial para sus aspiraciones e intereses, y ha levantado el espíritu de resistencia nacional en Ucrania, donde se ha dejado de lado el interés de la Otan por valerse de esta guerra para dictar los destinos de Ucrania, de Rusia y del conjunto del orden internacional. Esta vez, sin embargo, EEUU no parte de una posición de ascenso sino de declinación. Si Putin reorganiza las fuerzas rusas y relanza la ofensiva, la guerra se hará más devastadora e involucrará en forma cada vez más directa a sus protagonistas extranjeros – EEUU y la UE, de un lado, y China y otros estados, del otro. Si, por el contrario, la invasión se desmorona por sus contradicciones internas y su impopularidad, la inevitable crisis política interna podría desembocar en un golpe de estado y en un cambio de régimen. En cualquier caso no hay retorno a la situación previa a la guerra. Esta alcanzará, potencialmente, mayores proporciones, porque involucrará la disputa por todo el territorio euro-asiático.
 Los trabajadores encaran este escenario con una confusión extraordinaria, en especial porque sus organizaciones, sean sindicales o políticas, le describen lo que ocurre como una guerra por la libertad y la independencia nacional, cuando se trata de una guerra imperialista. Del lado de la Otan, instrumenta para sus intereses y objetivos las aspiraciones nacionales y democráticas, y abre un período de guerra de mayores proporciones; del lado de Putin, no es una guerra por la independencia de Rusia sino por la opresión de Rusia y de toda la periferia que reclama como propia. La bandera independentista de Zelensky - el derecho a adherir a la Otan, elevar el presupuesto de guerra, acoger bases militares e incorporarse a la UE desde una posición de completa subordinación económica – no tiene nada ver con la autodeterminación nacional. Como ha ocurrido en el comienzo de las guerras mundiales anteriores, el internacionalismo socialista se encuentra aislado. La experiencia de la guerra demostrará que no hay alternativa de paz bajo los gobiernos del capital. Damos batalla, contra la corriente, por la unidad internacional de los trabajadores (en especial de los de Ucrania y de Rusia) contra la Otan y contra Putin - contra el imperialismo mundial. 

 Jorge Altamira 
 18/03/2022

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