El sitio web especializado bichosdecampo.com tituló (13/1) “se terminó la etapa del boludeo” (sic). Su editor, el ex Clarín Matías Longoni, dice que “el Gobierno nacional aceptó desactivar por completo las limitaciones a las exportaciones de maíz, de cualquier tipo y color, y conciliará con el sector privado otras herramientas …”. Las que dan a conocer los diarios serían el establecimiento de una Junta Nacional de Granos, bajo el comando del Consejo Agroindustrial, de las Bolsas de Cereales y las compañías exportadoras, de un lado, y la de procesamiento de carne, del otro.
Se trata de un fideicomiso, financiado por todos los grandes protagonistas del sector, que aseguraría un stock de cereales para consumo interno mediante créditos a la industria local, sea molinera o de la carne, con tasa de interés subsidiadas y un sistema móvil de precios. O sea, “para financiar la compra del maíz necesario para el consumo interno, que es apenas el 30% del que se produce en la Argentina. Sería algo así como un fondo anticíclico” (ídem). El esquema podría beneficiar a las inversiones de China para procesar carne de cerdo, que exportaría el producto a un precio más barato del maíz.
La viabilidad de este régimen de compensación depende de la elasticidad de demanda y oferta, que suban o bajen en razón inversa al precio. Con un mercado internacional dominado por ‘traders’ y fondos agrícolas, que transan contratos pero no los productos, la volatilidad es suficientemente aguda como para llevar a la quiebra esta Junta de Granos, versión privatizada o ‘público-privada’. El boletín empresarial Valor Soja, informa (12/1) que “un informe del USDA -el Departamento de Agricultura de EE.UU.- hizo volar los precios del maíz y la soja, al confirmar una caída en las cosechas debido a distintos factores climáticos.
La discusión el precio interno del maíz, bajo el arbitraje del fideicomiso, para la industria de la carne, no significa que los consumidores serán beneficiados – más bien lo contrario. Un precio de ‘equilibrio, digamos, entre el precio internacional y el que rigió en 2020 en el mercado interno, supondrá un aumento feroz para “la mesa de los argentinos”. El sistema, por otro lado, garantiza un precio de privilegio para el producto, en el caso de una caída brusca en los mercados internacionales, algo bien posible si se produce un desarme de contratos agrícolas entre especuladores: Esto podría ocurrir por razones diversas, por ejemplo, una revaluación del dólar o subas de las tasas de interés. El precio de los alimentos seguirá a la cabeza de la carestía en 2021, salvo que la copa se la lleven los tarifazos, algo harto probable.
“Lo primero que tenemos que destacar y celebrar es la voluntad de diálogo’”, festejó José Martins, coordinador del CAA. Martins, es cabeza del pulpo imperialista Cargill, principal exportador de Argentina y presidente de la Bolsa de cereales de Buenos Aires.
Norberto Malaj y Jorge Altamira
14/01/2021
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