El sitio Our World in Data publica diariamente información y gráficos de la situación del coronavirus a nivel mundial y de la vacunación en curso. 49 países ya iniciaron el proceso; sin embargo, algunos tomaron la delantera: Israel, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Reino Unido, Estados Unidos, Italia, Alemania, China, Rusia. Le siguen Francia, México e India.
La (insuficiente) cantidad de dosis
La vacunación presenta varios problemas que repercuten principalmente en la masa trabajadora y a los que los Estados capitalistas no pueden escapar. Uno de ellos es la cuestión de la cantidad de dosis. La demanda de la vacuna no puede ser compensada por una producción a nivel mundial acorde, a lo que se suma un dato más: la Organización Mundial de la Salud informó que el 95% de las vacunas están concentradas en 10 Estados. Incluso, como mencionamos en otros artículos de Prensa Obrera, Estados Unidos y la Unión Europea compraron dosis para vacunar al total de su población dos veces.
El problema del ritmo de producción se combina con los imprevistos, como por ejemplo la pérdida de dosis que sucedió con la vacuna Pfizer, laboratorio que tuvo que salir a anunciar que iba a entregar la mitad de las dosis prometidas (de 100 millones a 50 millones) debido a problemas en el desarrollo de los primeros lotes. Son elementos que profundizan la carrera capitalista por la vacuna.
En este escenario, Argentina recibió solo 300.000 vacunas (el sábado pasado llegó el cargamento desde Rusia con las segundas dosis de la Sputnik V), ocupando el puesto 18. Es claro que los países imperialistas dominan la primera parte de la vacunación, dejando al resto de los países a competir por las restantes. Por su parte, la burguesía nacional argentina tambalea, cayendo cada vez más ante las exigencias del mercado mundial, dando guiños de todo tipo y agachando la cabeza. Aún así, cediendo ante los laboratorios y las potencias mundiales, las dosis que llegaron son insignificantes frente a los 10 millones de vacunados que prometió Alberto Fernández primero para diciembre de 2020 y luego para principios de 2021.
Logística
Otro punto importante es la cuestión de la logística, es decir, el recorrido de las dosis desde su lugar de producción al brazo de la población a vacunarse. Y es un aspecto en el que el gobierno también se queda corto. No solo las dosis son insuficientes, sino que el ritmo de vacunación es lentísimo: desde el 29 de diciembre, cuando inició el proceso, se aplicaron menos de 2/3 de las recibidas, es decir a 0,44 de cada 100 habitantes. A esto se le suman los problemas que implica la distribución de las dosis a cada provincia y el mantenimiento de las mismas. Este último punto es fundamental para aquellas vacunas que requieren, por ejemplo, una temperatura específica.
Hoy el gobierno no cuenta con una planificación que permita que las condiciones necesarias para que las vacunas se conserven se cumplan en todas las regiones del país. Es el caso de Olavarría, donde se perdieron 400 vacunas. Los problemas en el operativo de vacunación están a la vista, pero nadie se hace cargo.
Se puede mencionar un elemento más: la capacitación del personal y la puesta en marcha de vacunatorios. En un año de abandono total por parte del Estado en materia de salarios y condiciones laborales, donde los profesionales se colocaron en la primera línea de defensa contra el coronavirus a la vez que denunciaban la falta de elementos de protección y el vaciamiento en los hospitales, el gobierno continúa ajustando en salud sobre la base del presupuesto 2021 y profundiza las cuestiones mencionadas, a las que ahora se suma la tarea de encargarse de la vacunación de la población.
Ajuste y crisis del sistema sanitario
De fondo sin dudas encontramos la crisis más general del sistema sanitario, la cual es arrastrada hace años pero que, como muchas cosas, la pandemia puso de relieve. El sistema de salud, que no se centralizó cuando era necesario, estuvo al borde del colapso. Si no sucedió fue por el trabajo de los profesionales de la salud que, agotados por las extenuantes horas laborales y con salarios de miseria, se pusieron al hombro el cuidado de los trabajadores. Tampoco fue acompañado de un aumento presupuestario que permita afrontar la pandemia. Se ve en cosas concretas, como el hecho de que solo el 11% de la población haya sido testeada o que el número de camas y respiradores no haya aumentado significativamente.
La cuarentena de 9 meses que decretó el gobierno nacional no funcionó para bajar el número de casos debido a que no fue acompañada de medidas que permitan que la población esté en condiciones de cumplirla. La agudización de la crisis social de la mano de los despidos, el ataque a los salarios, la crisis de vivienda, se combinaron con la creciente inflación, devaluación y tarifazos, dejando una clase obrera que no tuvo la posibilidad de cuidarse del coronavirus frente a la necesidad de salir a trabajar. En los lugares de trabajo se encontraron sin protocolos que los proteja y un Estado que hizo la vista gorda en torno a las violaciones de las patronales para obligar a trabajar a los no esenciales.
Con esos antecedentes, el gobierno no parece estar dando un giro en torno a la política sanitaria. El fracaso por el carácter capitalista de la misma es evidente; lo mismo se replica con las vacunas. Apunta todo a una vacunación que no está garantizada ni desde el propio Estado. Por eso, un programa de emergencia de los trabajadores, que permita poner los recursos al servicio de los intereses de la población, es lo que se requiere para hacerle frente a la segunda ola de contagios.
Lucía Cope
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