En 1906 los capitalistas ingleses fundaron la Forestal Land, Timber and Railways Company Ltd., con sede en Londres. Su registro en Buenos Aires la renombró como Compañía de Tierras, Maderas y Ferrocarriles La Forestal Ltda. Para 1913 La Forestal se había convertido en un imperio que sumaba 805 mil hectáreas de bosque como propiedad en Santa Fe y Chaco, tres estancias de 220 mil hectáreas y 400 kilómetros de ferrocarril particular (al asentarse en el país, la compañía había tomado posesión del estatal Ferrocarril de la Provincia de Santa Fe); además de comprar ese año 280 mil hectáreas de bosque y la fábrica de tanino de Tartagal, en Santa Fe.
El régimen de trabajo no tenía nada que envidiar a la servidumbre. Los obreros eran tomados por una contratista, que los ligaba a La Forestal. Se trabajaba en el monte chaqueño y el hachero, si tenía mujer e hijos, los llevaba con él para vivir en la “arranchada” (Bialet Massé en su estudio sobre las condiciones de vida de la clase obrera argentina señalaba sobre la “arranchada”: “Algunos tienen una carpa que les cuesta cinco o seis pesos: eso es el lujo. Los más clavan cuatro estacas en el suelo, y a un metro de altura hacen una cama de palos clavados sobre tres largueros y algunos sobre dos; ponen encima bolsas llenas de pasto seco: ese es el colchón; en la cabecera ponen astillas de quebracho por almohada. De la sábana no hay idea; sobre cuatro palos montan el mosquitero, que es de zaraza rala; y allí duermen sin más techo. Cuando llueve, en vez de dormir sobre la cama, duermen debajo: ese es su abrigo”). El operario estaba obligado a comprar las mercaderías al contratista, que a su vez debía adquirirlas en La Forestal. La remuneración se pagaba con vales que volvían a manos del contratista casi siempre sin entrega de dinero, porque todo se usaban en la alimentación, el vestido, la bebida y aun las deudas por juego contraídas con el contratista -como describiera Gastón Gori en su clásico “La tragedia del quebracho colorado”. Cerca de las fábricas de tanino, que fungían como centro de cada ciudad dominada por La Forestal a lo largo de las provincias se construían las casas del gerente y del ingeniero, las de otros empleados jerárquicos y la casa de visitas, un lujoso chalet donde se hospedaban los viajeros con dinero o cierta distinción social.
En 1918 se fundaron en Villa Guillermina y en Villa Ana las primeras sociedades de socorro mutuo en el territorio de La Forestal. Habían llegado a aquellos parajes trabajadores que poseían experiencia sindical. Ese año se realizó en Villa Guillermina un paro de actividades y se presentó un extenso pliego de exigencias laborales. En febrero, marzo y mayo de 1919, más protestas ganaron las fábricas de tanino. Hacia mediados de ese año, los organizadores sindicales, principalmente pertenecientes a la FORA IX (sindicalista) recorrían todos los poblados, hacían elegir delegados en medio de giras de propaganda sindical, deliberación obrera y organización que se difundía a gran velocidad. La patronal reaccionó con la llegada de fuerzas de represión provincial y la organización de fuerzas de choque privadas. En diciembre de 1919 se produjo la primera huelga general en territorio de La Forestal. El Directorio se había negado a aceptar un pliego que contenía 35 demandas, entre ellas “mayor respeto” a los obreros. La huelga duró casi un mes. El nivel de combatividad era impresionante: en Tartagal 300 obreros marcharon armados por sus calles. El pliego fue finalmente aceptado por el Directorio. Habían ganado los trabajadores de La Forestal.
La empresa planificó el contrataque. Con la participación activa del gobernador radical Enrique Mosca (de la UCR, el partido de Alfonsín, Moreau y toda esa runfla) formó la Gendarmería Volante, que pronto fue objeto de denuncias por torturas. El cierre de las fábricas más combativas y el despido selectivo de los activistas condujo a una rebelión que decretó el inicio de la huelga para el 29 de enero de 1921. Pronto la parapolicial Gendarmería Volante –a la que los oficios del gobierno del radical Hipólito Irigoyen dejaba actuar, como había ocurrido con la Liga Patriótica durante la Semana Trágica– asedió a bala y fuego a los obreros. Hubo respuesta armada de grupos de huelguistas, pero la superioridad de entrenamiento y armamento –a la que había que sumar que los dirigentes de las grandes huelgas habían sido “exiliados” de La Forestal– no fue posible de vencer. La Vanguardia, el diario socialista, estimó que el ataque patronal había dejado un reguero de entre 500 y 600 trabajadores y pobladores masacrados. Luego de esta última gran huelga, la compañía inglesa continuó asediando a los activistas y desmantelando las fábricas de tanino más problemáticas. Una vez más los obreros habían mostrado su combatividad y disposición a combatir hasta las últimas consecuencias. Una vez más, la unión de explotadores empresarios y el Estado que custodia sus intereses había zanjado la lucha por mejores condiciones de trabajo con una masacre. Nuestro homenaje a los obreros de monte adentro: hacheros, labradores, leñadores, carreros, guincheros, a los obreros de las fábricas de tanino: aserrineros, toneleros, fundidores, peones y a los pobladores del chaco santafesino que, extranjeros en su propia tierra, no dudaron en luchar por sus derechos con la huelga y la organización obrera, métodos históricos de nuestra clase en el país.
Diego Rojas
29/01/2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario