martes, 4 de junio de 2019
Agentes, informantes y buchones: espías antisoviéticos en el Río de la Plata
El libro Espionaje y revolución en el Río de la Plata. Los archivos secretos de una red diplomática de persecución al maximalismo (1918-1919), analiza una red de espionaje montada por las embajadas de Francia, Inglaterra, Estados Unidos e Italia, al finalizar la Primera Guerra Mundial, con el fin de tener un conocimiento preciso de lo que en la época se llamaba “maximalismo”: anarquistas, revolucionarios y bolcheviques, varios de ellos favorables a la Revolución rusa. Esta red se monta, además, en un período marcado en Argentina por históricas represiones al movimiento obrero por parte del gobierno de Hipólito Yrigoyen, como la de la Semana Trágica de 1919 y, más allá del período analizado, la represión en la Patagonia (1920-21). Aquí entrevistamos a los autores: Hernán Díaz, Cristian Aquino, Sabrina Asquini, Lucas Glasman, Walter Koppmann y Pascual Muñoz.
IdZ: El contexto internacional de la red que analiza el libro está atravesado por dos hechos determinantes, la guerra y la Revolución rusa. ¿De qué manera determina cada uno de estos acontecimientos los objetivos de espionaje de la red?
Hernán Díaz: Esos dos acontecimientos marcan dos momentos diferenciados de la red de espionaje. La red FABI (llamada así por los cuatro países que la componen) nace en 1917 para contrarrestar la propaganda alemana en el Río de la Plata, que buscaba influir de alguna manera en la opinión pública y en las elites de América Latina, para volcarse hacia el bando alemán o, al menos, distanciarse de los Aliados. Cuando en 1918 termina la guerra y se observa que la revolución en Rusia no fue un hecho pasajero o un producto del caos bélico, y que se está fortaleciendo e incluso difundiendo al centro de Europa, el objetivo de la red se modifica y pasa a investigar a todos aquellos que apoyaban al gobierno soviético, a los que se denominaba con el nombre genérico de “maximalistas”. Pero en rigor, tanto los gobiernos occidentales como esta misma red organizada por las embajadas Aliadas consideraban que el movimiento revolucionario en todo el mundo era pagado y sostenido por los alemanes desde las sombras.
Walter Koppmann: Sí, creo que tampoco puede pasarse por alto el hecho de que la Primera Guerra Mundial implicó una fuerte actividad por parte de estas embajadas para realizar la “lucha económica” contra Alemania. En cierto modo, es un claro antecedente de esta clase de trabajos de “cooperación diplomática”.
Sabrina Asquini: Agregando a lo ya dicho, la posición de neutralidad que asumió el gobierno argentino durante la guerra despertó una fuerte desconfianza entre los Aliados, y esto contrastaba con la mirada que tenían del gobierno uruguayo de Feliciano Viera. De hecho, si se mira la subcarpeta sobre Montevideo que está en el dossier, se encuentran seis informes, todos posteriores al final de la guerra; aun sin desconfiar del gobierno y su apoyo al bando Aliado, en ellos también estaba presente la preocupación por el apoyo germánico a las organizaciones revolucionarias. Del mismo modo, la acción represiva desplegada en Uruguay frente a los conflictos obreros, por ejemplo durante la huelga general de agosto de 1918 –conocida como Semana Roja de Montevideo– o en las razzias sobre el movimiento anarquista, estaba bastante lejos del “obrerismo” de Hipólito Yrigoyen.
IdZ: A lo largo del libro se ve de qué manera los agentes de esta red trasmiten informaciones en donde se confunden organizaciones, se agrandan algunos acontecimientos y se sobreinterpretan algunos discursos. ¿De dónde provienen estos prejuicios y exageraciones que muchas veces aparecen en los informes? ¿Qué relación hay con lo que “querían escuchar” los receptores de los informes?
Hernán Díaz: Ante todo creo que la revolución en Rusia y el maximalismo como conjunto es un hecho anómalo para las clases dominantes de Argentina y de Occidente. Solo lo pueden interpretar como caos, y a sus integrantes como gente que lo único que le interesa es desintegrar a la sociedad. Hay agentes que registran cualquier dato que tenga que ver con explosivos y armas o con la conexión alemana. Hay otros agentes que tienen un conocimiento más detallado no solo de las diferentes estrategias que recorren el movimiento obrero, sino también de las posibilidades y las limitaciones de las organizaciones de izquierda en ese momento. Conocen la ideología de cada grupo y sus diferencias con el resto, conocen la historia del movimiento obrero, y a partir de allí son capaces de separar la información efímera de las estrategias centrales de la militancia de izquierda.
Sabrina Asquini: La red FABI no tenía un aparato centralizado ni muy profesionalizado y tampoco estaba bien preparado para la nueva tarea de espionaje que se planteó al terminar la guerra. El cambio de objeto implicaba otro tipo de tarea, más capilar y extensa, de parte de los agentes, informantes y buchones. Aun así, recolectaron una cantidad de descripciones, materiales, listados de lugares y militantes tan diversos que decidimos tomar su estudio de manera colectiva y regional, y que tiene, más allá de las distorsiones, exageraciones o fantasías –que al fin de cuentas, ¿qué fuente no las tiene?–, mucho más para decirnos.
IdZ: También aparece la idea, en todos los relatos, de cierta “paranoia” respecto de las posibilidades de un alzamiento revolucionario o de una conspiración. ¿Hasta dónde sí y hasta dónde no piensan que estaba justificada esta paranoia?
Lucas Glasman: La paranoia que había tiene un anclaje real en la situación política pero conduce a interpretaciones exageradas de los hechos. El panorama internacional propiciaba a la paranoia de la clase dominante. La Revolución rusa representaba una amenaza para el orden social constituido. Esto llevó a muchos sectores a tener una lectura casi esquizofrénica de la realidad: en cada rincón se escondía un anarquista o bolchevique y cualquier momento podía estallar una revolución. Ese tipo de lecturas estaban muy generalizadas no solo en los espías, sino también en la prensa comercial del momento. Las informaciones falsas del supuesto “soviet” de Buenos Aires durante la Semana Trágica eran seguidas por noticias del levantamiento espartaquista, lo que alimentaba la idea de que no eran hechos aislados sino que formaban parte de una “conspiración”. Los informantes de la red FABI estaban inmersos en esa realidad de teorías conspirativas y paranoia, por lo que muchas veces sus informes se correspondían más a una fantasía o a lo que debían buscar que a la realidad. Además, sumado a esto hay que aclarar que el trabajo de los buchones consistía en encontrar información pertinente y demostrar el peligro que representaba ese trabajo. Esto producía exageraciones de los datos y las historias con el fin de justificar los “honorarios” de los informantes.
Hernán Díaz: ¿Fue paranoia de las clases dominantes o efectivamente hubo una tendencia revolucionaria? Hay dos interpretaciones en la historiografía sobre este asunto. Algunos plantean que lo que se vivió fue un “gran miedo”, pero que no se evidenciaba una situación revolucionaria en la Argentina. Creemos que las dinámicas de las revoluciones nunca empiezan por una especie de conciencia general de hacia dónde se dirige el movimiento político. La Semana Trágica fue un levantamiento popular bastante extenso y por detrás de eso había un convencimiento de grandes sectores populares de que la caída del capitalismo era una perspectiva relativamente inmediata.
Sabrina Asquini: Sus temores nos pueden parecer difíciles de creer hoy, pero en aquel momento las clases dominantes habían empezado a tomar conciencia de la magnitud del proceso revolucionario ruso. Se trataba de un proceso revolucionario que despertaba simpatías y tenía seguidores en distintos puntos del planeta y veían como posible su expansión. A su vez, los temores sobre la posibilidad de que hubiera otro magnicidio durante la firma del armisticio recogía las experiencias que diversos países habían vivido antes de la guerra. En el caso argentino, a todo esto se le sumaba la preocupación por la falta de disposición o de capacidad que podía tener el gobierno de Yrigoyen para reprimir las expresiones locales del maximalismo. Pero, en definitiva, la huelga general de enero de 1919 en Buenos Aires se levantó no solo por la violenta represión desplegada por el Estado y las milicias civiles, sino también por la labor que realizó el Poder Ejecutivo con la dirigencia de la FORA IX, que desde el comienzo había buscado la manera de finalizar el conflicto.
IdZ: Durante el período en que actúa esta red, hay un acontecimiento clave de la lucha de clases de nuestro país, como la Semana Trágica. En los informes aparecen algunas interpretaciones de los agentes sobre este hecho, e incluso una visión particular sobre el rol de Yrigoyen en los mismos.
Lucas Glasman: Sí, los informes no se alejan de las interpretaciones clásicas de los hechos pero aportan otras miradas y nuevos materiales. La interpretación del agente A sobre el supuesto asalto al cuartel de policía empalma con los dichos del comisario Romariz de que fue un trabajo interno. Más novedosa es la información que aporta la red FABI en torno a la resolución del conflicto de la Semana Trágica. Si, como afirma el agregado militar francés, Yrigoyen otorgó beneficios impositivos a los Vasena para que cedan frente a las demandas obreras, podemos pensar bajo otra luz el accionar del gobierno. También esto plantea la duda de qué ocurre con estos beneficios impositivos, ya que la casa Vasena finalmente no cumple con los reclamos obreros y hay otra huelga a fines de enero.
Hernán Díaz: En general la Semana Trágica es vista como una confirmación de que la ola revolucionaria está llegando a la Argentina. Los informes no hablan tanto del lugar de la Semana Trágica en la evolución de las luchas populares sino más bien se preocupan por elucidar quiénes fueron sus promotores. En lo que sí insisten es en que, después de ese levantamiento, el nuevo gran peligro reside en los que hoy llamamos “anarco-bolcheviques”, es decir el grupo que, proviniendo del anarquismo, se volcó a un apoyo a la revolución de Rusia y a la perspectiva de la dictadura del proletariado. Sobre Yrigoyen, ya durante la guerra lo veían como más favorable a Alemania que a los Aliados, porque se negó sistemáticamente a romper relaciones con las potencias centrales y la Argentina permaneció neutral. Tampoco les gustaba el afán conciliatorio ante las huelgas obreras y su vínculo estrecho con la central obrera sindicalista.
IdZ: Sobre el final del libro, queda la idea de que esta red de espionaje empieza a especificar su objetivo: las organizaciones simpatizantes de la Revolución rusa. ¿Qué continuidad tiene esta red en el período siguiente donde se consolida el comunismo en nuestro país? ¿Existen otras organizaciones que continúen este trabajo en la posguerra?
Hernán Díaz: Nuestro trabajo concluye a mediados de 1919, cuando creemos que la red de espionaje se desactiva o, seguramente, deja de plantearse el vínculo entre los cuatro países Aliados. Si más allá de esa fecha cada país sigue desarrollando tareas de seguimiento a los grupos de izquierda, lo desconocemos, pero es una buena pregunta para continuar las investigaciones. Sí sabemos, en cambio, que la embajada italiana desarrolló una tarea de espionaje sobre los inmigrantes italianos en la Argentina desde fines del siglo XIX. Por el volumen de sus colectividades, las embajadas de España y de Italia deben tener mucho para informarnos a los historiadores sobre estos fenómenos.
Lucas Glasman: El “trabajo” de investigación, espionaje y persecución a las organizaciones maximalistas, al menos en términos oficiales, es continuado por las policías locales. En 1920, a pedido del gobierno argentino, se celebra la Conferencia Internacional Sudamericana de Policía. Esta conferencia tuvo como eje central afianzar los lazos de intercambio de información entre las diferentes policías, especialmente en todo lo referido a las “personas peligrosas” o los “movimientos subversivos” del orden social. Por lo tanto, las divisiones de Inteligencia y Orden Social de la policía emprendieron un trabajo de espionaje más focalizado en los maximalistas. Fuera de la órbita oficial, aunque los informes de la red FABI terminan en julio de 1919, también continúa el seguimiento sobre personas y organizaciones maximalistas. Por lo tanto, es muy probable que haya más documentación que todavía no se encontró en los archivos de otros países que conforman la red.
Walter Koppmann: Hallar estos documentos no fue fácil. Se trató en parte casi de un hecho azaroso. Por lo tanto, la propuesta también es extender esta clase de descubrimientos “azarosos” a otros períodos y que la curiosidad permita, entonces, analizar esta mirada “alternativa”, la mirada del aparato represivo sobre el movimiento obrero.
Gabriel Piro
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