sábado, 22 de junio de 2019

Las contradicciones del “China delenda est” (“China debe ser destruida”)



El agravamiento del conflicto EEUU-China en las vísperas del G-20.

Guerra tecnológica

Inmediatamente después de la “angustiosa deportación” de Huawei y las tecnológicas chinas por parte de los yanquis, el presidente chino Xi Jinping respondió con una insinuación por demás elocuente, al visitar personalmente la fábrica de tierras raras en Ganzhou, en el centro de China. Esta insinuación, entendida como amenaza de corte a las exportaciones, habría dejado helado al gobierno norteamericano, según la opinión generalizada de los comentaristas internacionales. Las tierras raras son un conjunto de 17 elementos químicos indispensables para la fabricación de artículos de última tecnología, desde teléfonos y autos eléctricos hasta el armamento militar más moderno. China produce más del 95% de las tierras raras del mundo, y Estados Unidos depende de China para el 80% de sus importaciones (Ámbito, 29/5). El fuerte impacto ambiental que genera el desarrollo de esta industria, y la escasez de yacimientos descubiertos, hacen de este recurso el As en la manga china para poner de rodillas a Trump.
Paralelamente a esta amenaza fue avanzando la demanda judicial de Huawei contra el gobierno de Trump, por la inconstitucionalidad de las restricciones contra la empresa, demanda que el gobierno chino tomó por bandera, tanto en el plano de la discusiones diplomáticas, como en la política interna, la cual desató un fuerte sentimiento nacionalista por parte de los chinos. Tanto que el derrumbe de las ventas de Iphone en China sumó un nuevo dolor de cabeza a la administración Trump.
Pero la deportación de Huawei no prosperó. El “Cowboy” tuvo que aplazarla por tres meses, cediendo a la presión de su propia industria tecnológica que veía derrumbar estrepitosamente sus cotizaciones en bolsa. Por otra parte se puso de manifiesto el alto grado de entrelazamiento entre los componentes chinos y norteamericanos: simplemente no es posible sustituir de un día para otro la tecnología china, hace falta un tiempo para hacerlo gradualmente. En tercer lugar, las empresas tecnológicas norteamericanas Dell y Microsoft, y la surcoreana Samsung hicieron fuerte lobby para que Trump levante las restricciones a Huawei por temor a que China la incluya en su propia lista negra, lo cual sería simplemente catastrófico. Posteriormente a la suspensión de las restricciones por 3 meses, el gobierno chino, sin ninguna clase de ambages, citó a las autoridades de dichas compañías y les hizo una seria advertencia: sufrirán castigos si acatan las prohibiciones de Trump (Clarín, 9/6). No es solamente una advertencia: recientemente China prohibió el uso del sistema operativo Windows en el ámbito militar bajo el argumento típicamente yanqui de la “defensa de la seguridad nacional” (“por donde las dan las toman”, viejo adagio boxístico) y lo mismo hizo Rusia, en una acción concertada inocultable (Xataca, 3/6). Por su parte Google también exigió al gobierno de EEUU levantar la prohibición a Huawei, aunque por razones más claras: ante la imposibilidad de las empresas chinas de utilizar Android, no les queda otra alternativa que el desarrollo de un sistema operativo propio el cual será un duro rival para el sistema desarrollado por google, y marcará el final de la posición cuasi monopólica de Android en el mercado de teléfonos móviles (RT, 8/6). Ahora ya se estaría discutiendo al interior del gobierno Trump la suspensión de las restricciones contra Huawei por el lapso de dos años (así lo reveló The Washington Post el 9 de junio). Un retroceso en chancletas.

El 5G y la disputa por el futuro gran mercado

Como vimos en otro artículo, uno de los temores principales de los norteamericanos es que el avanzado desarrollo del 5G por parte de los chinos (con Huawei a la cabeza) implique la pérdida de liderazgo en el mercado tecnológico del futuro, en primer lugar el llamado internet de las cosas. Es por esto que bajo el sambenito de la “seguridad nacional” Trump ha enviado directivas a distintos gobiernos para que acompañen en el freno a los chinos. Gran Bretaña fue uno de los primeros en acompañar la cruzada, adhiriendo a la amenaza de aplicar sanciones aquellas a empresas que comercien con Huawei. También se han sumado Japón, Nueva Zelanda y Australia, entre otros países.
Por su lado los chinos han avanzado en el acuerdo estratégico que mantienen con Rusia, una alianza comercial, política y de colaboración militar, uno de cuyos pilares fundamentales es el desarrollo de la llamada nueva ruta de la seda: un ambicioso proyecto a largo plazo que busca rediseñar el mapa del comercio asiático-europeo bajo el liderazgo de la infraestructura china, en colaboración con Rusia, y otros países. Con la sola excepción de Gran Bretaña, ningún país en Europa se quiere perder las ventajas del 5G chino, por lo cual el “veto” a Huawei no prosperó. Se calcula que los norteamericanos tienen 2 años de atraso; para cuando alcancen la calidad del 5G chino, el mercado mundial ya estará totalmente dominado por los orientales.

México y Alemania

De los países europeos el que interesa particularmente es Alemania, que lidera la tecnología conocida como “internet de las cosas”. Alemania no solo no le da la espalda a los chinos sino que estableció con estos una alianza estratégica. Y ambos países, Alemania y China, han estado negociando con el gobierno mexicano de López Obrador, a fin de convertir a México en la puerta principal de ingreso al mercado latinoamericano, y por qué no, en dirección a los Estados Unidos. EEUU tiene, en la frontera sur con México, y en la frontera norte con Canadá, a dos “Huawei friendly”. La amenaza de imponer aranceles progresivos a México tiene en cuenta esta perspectiva.
El respaldo alemán al “Plan de desarrollo integral” impulsado para la región por el presidente mexicano López Obrador suscitó un profundo malestar en el gobierno conducido por Donald Trump. “América Latina ha estado fuera de nuestro foco por mucho tiempo”, sostuvo el 28 de mayo el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Heiko Maas a la vez que presentaba la denominada Iniciativa Latinoamérica y el Caribe, donde proyecta una inversión fuerte en áreas claves como la energía, la industria automotriz y el internet de las cosas. El 2 de mayo el mismo Heiko Maas de visita en Ciudad de México había señalado, entre otras cosas, que Alemania se opondrá a cualquier intervención militar en Venezuela. Y por si faltaba algo para provocar el malestar de Trump, el 30 de mayo en la mismísima Universidad de Harvard Ángela Merkel llamó a “derrumbar los muros de la ignorancia”, frase que fue considerada un desafío a la Casa Blanca. Todo este cuadro explica que en el encuentro bilateral del 5 de junio entre Trump y Ángela Merkel, no haya habido apretón de manos e incluso los mandatarios se negasen a sacarse una foto juntos. El encuentro duró tan solo 10 tristes minutos. Para completar, la alemana BMW inauguró esta semana una nueva planta automotriz en México con una inversión de mil millones de dólares.
Algunos medios subrayaron la “mirada perdida” de la mandataria alemana Ángela Merkel durante el frío encuentro que mantuvo con su par norteamericano el pasado 5 de junio.

El desacople

Lo que se ha dado en llamar “guerra comercial EEUU-China” es más que una simple guerra comercial. En primer lugar, porque tenemos de un lado a la principal potencia imperialista del planeta, y del otro a la principal factoría del globo. En segundo lugar, y esto es todavía más importante, porque el proceso de disputa actual deviene de un larguísimo proceso de “relaciones carnales”, en la cual EEUU impulsaba el desarrollo capitalista en China, colocando sus capitales excedentes, y China expandía los límites del mercado mundial a la vez que amortiguaba el impacto y el alcance de las sucesivas crisis mundiales.
No estamos ante una simple disputa, sino ante una suerte de ‘divorcio’ (y de los violentos, cabe acotar). Es decir que la dinámica de la crisis en curso conduce antes que nada al rompimiento de contratos y acuerdos comerciales en cadena, a la vez que procura establecer otros nuevos. Abre, o si se quiere, profundiza un período de convulsiones sociales.

¡Un desenlace ya previsto por el Partido Obrero!

Entre los innumerables artículos desarrollados por el PO sobre la crisis mundial, quiero traer de muestra un párrafo de un texto de 2008 elaborado por nuestro compañero Pablo Rieznik, que brinda fundamentos sólidos para comprender la crisis actual. Escribe Rieznik: "George Soros, en un breve artículo de marzo pasado (2008), después de pintar con trazos catastróficos la crisis económica internacional, planteaba que los índices de bancarrota económica que son propios del centro del mundo capitalista no se observaban todavía en China. Y concluía: si tal divergencia se mantiene resurgirá el proteccionismo, asistiremos a turbulencias muy serias en el mercado internacional o -textualmente- "cosas aún peores". El multimillonario especulador en los mercados bursátiles insinuaba entonces la posibilidad de una guerra planetaria como consecuencia de la eventual dislocación del comercio y de los flujos del capital internacional. Hay que admitir que no está nada mal el planteo y que da una pista para el abordaje de la crisis presente con una dialéctica que está ausente en gran parte de los análisis de la cuestión, incluidos los de quienes se declaran marxistas y hasta trotskistas. Porque señala la perspectiva de la catástrofe, no del hecho de que China sea arrasada por la debacle económica de las principales potencias, sino de la eventualidad de que al revés pudiera evitarla. La economía mundial es una totalidad orgánica y una severa descompensación puede liquidar al paciente. No se trata de aislar sus componentes para clasificarlos a unos independientemente de los otros, sino de apreciar el carácter de los desequilibrios que le dan a la crisis un carácter de conjunto" (EDM Nº36, 2008)
El abultado déficit comercial de Estados Unidos es el fogonero principal (pero no único) de la política proteccionista de Trump, la cual lleva a choques crecientes con una parte de la burguesía a la que dice proteger, que reclama a viva voz el fin de la guerra comercial con China. Muy por el contrario, fogoneado por el Pentágono y un sector duro del establishment norteamericano, el presidente yanki se parece cada día más a aquel senador romano que cerraba todos sus discursos, cualquiera sea el tema tratado, con la frase “Carthago delenda est” (“Cartago debe ser destruida”), planteando como idea fija que el desarrollo de Roma tenía como precondición la destrucción de la ciudad vecina. Haciendo una analogía, en el caso que nos ocupa la que debería sucumbir sería China, al menos bajo la forma actual.

Patear el tablero

Hemos visto cómo se han sucedido una serie de movimientos tácticos de parte de ambos contendientes como si estuviéramos presenciando una partida de ajedrez, y el tablero fuera la economía mundial. Todos los días se efectúan hábiles y precisos movimientos.
Al escenario de choque en América Latina con plataforma en México, debemos agregar la ampliación de la llamada ruta de la seda en nuestra región, en la cual China apuesta a invertir fuertemente en infraestructura, energía y telecomunicaciones en los países de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Guyana, Panamá, República Dominicana y Venezuela, además del mencionado México (Infobae, 16/6/18). Se trata de un desafío declarado en las propias barbas del Tío Sam.
Hemos mencionado la irrupción en escena del tándem China-Rusia, el cual no es nuevo, pero que se ha consolidado en los últimos meses. El viernes 7 de este mes Putin y Xi Jinping se reunieron en San Petersburgo y firmaron una treintena de acuerdos, que fueron desde comercio y energía hasta "el fortalecimiento de la estabilidad estratégica, que incluye temas internacionales de interés mutuo, así como temas de estabilidad estratégica global" (BBC, 9/6) En dicho encuentro acordaron también una política para terminar con la utilización del Dólar como moneda rectora en el intercambio mundial, mediante el uso de las divisas nacionales como norma. El propósito inocultable es romper una de las palancas de la hegemonía norteamericana.
Por el lado de las telecomunicaciones, Huawei ha apresurado la salida de su sistema operativo, el cual es un 60% más veloz que el Android de Google, además de ser compatible con todas las aplicaciones de éste, por lo que los usuarios no lamentarán limitaciones. La empresa china ha anunciado que ya dispone de un millón de equipos de última generación con dicho sistema, listos para salir al mercado. Al abandono de Windows por parte de las estructuras militares de China y Rusia, debemos mencionar también a Corea del Sur, que directamente lo elimina de todos los organismos estatales (El Economista, 21/5) El hecho, que puede parecer secundario, tiene un detalle que le otorga una importancia mayor: en Corea del Sur está radicado Samsung, el mayor fabricante de teléfonos móviles del mundo. Corea del Sur, en un futuro, podría desear pasarse al sistema desarrollado por China, con lo cual todas las empresas “estrellas” yankis de software quedarían seriamente en problemas.
Un reciente informe del Pentágono presentado al Congreso de los Estados Unidos (Annual Report to Congress: “Military and Security Developments Involving the People’s Republic of China 2019”, 2/5) reconoce en su página 112 que son las empresas chinas, y no las norteamericanas, las que están desarrollando la tecnología del futuro, lo cual constituye una potencial amenaza a la seguridad norteamericana. Es el reconocimiento de que han perdido la batalla tecnológica, fundamentalmente en lo que atañe al 5G, y con a partir de esto, al internet de las cosas y las telecomunicaciones del futuro.
Esto explica el recule norteamericano en relación al veto a Huawei. La pretendida deportación de la empresa china dejó a las empresas yankis colgadas de un pincel, cual peón dama tras un gambito de dama aceptado, si se me permite la analogía ajedrecística. De un lado el juego chino, mucho más sólido, y del otro los yankis sin desarrollo de piezas, que se disponen a patear el tablero. No obstante la perspectiva belicista que se abre, algunas empresas de peso de EEUU están estudiando mover su producción de China a la India, como uno de los posibles contraataques de los norteamericanos.

Una política de agresión militar a China

En la sociedad capitalista no existe el Fair Play. La “calma milenaria” que la prensa internacional le atribuía a los chinos (en supuesto contraste a la venalidad de Trump) se borró de un plumazo ni bien EEUU manifestó que velará por la independencia de Taiwán. “Exhortamos a la parte estadounidense a que detenga las ventas de armas a Taiwán y corte sus relaciones militares, y trate prudente y apropiadamente las cuestiones relacionadas con Taiwán para evitar graves daños a las relaciones entre China y Estados Unidos, así como a la paz y la estabilidad del estrecho de Taiwán”, expresó el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Geng Shuang, en un seco pero tajante comunicado (Xinhua, 7/6). El gobierno chino considera a Taiwán como una “provincia rebelde” pero parte integrante de una misma nación China. En este contexto se dieron las manifestaciones recientes en Hong Kong contra el proyecto de ley que permitiría la extradición de ciudadanos para que sean juzgados en China, las cuales contaron con una masividad inusitada, con cerca de un millón de personas en las calles (El País, 14/6). Algunos comentaristas señalan un estímulo especial de las movilizaciones proveniente de EEUU, interesado en desestabilizar al régimen chino, hipótesis la cual no ha sido demostrada. Lo que sí está completamente claro es el enorme despliegue naval que EEUU está instalando en el Mar de China, en donde se ha reforzado a la Séptima Flota a fin de un control más férreo de la región y el comercio marítimo, en áreas que se considera en disputa. Fue en esta zona caliente donde el 7 de junio dos buques de guerra, uno norteamericano y el otro ruso, estuvieron a escasos 50 metros de colisionar, hecho que ha sido caracterizado como de enorme peligrosidad militar, que de ocurrir posiblemente hubiese desencadenado en un conflicto bélico. Estamos ante una amenaza o provocación, todavía no esclarecida. No se trata de un hecho aislado ya que cuenta con varios antecedentes en la región.

G-20

La cumbre del G-20, a desarrollarse dentro de dos semanas, será más que nunca un modelo de impotencia escenificada. Los últimos hechos marcan que la estrategia norteamericana (aunque con una fuerte oposición interna) pasa por asestarle un golpe demoledor a China de modo tal que lo deje fuera de combate. Al contrario, dejando de lado los protocolos de rigor, es probable que la cumbre se convierta en caja de resonancia del nivel de conflictividad reinante.
Detrás de la prepotencia del gobierno norteamericano se esconde un imperialismo senil en el momento más frágil de su historia desde la posguerra. Los trabajadores del mundo ya se encuentran en alerta y movilización en defensa de sus conquistas históricas, como lo demuestra el millón de hongkoneses en las calles, la huelga y lucha de masas en Sudán, la huelga general y movilizaciones de masas en Brasil; esta última se suma y corona la serie de movilizaciones y huelgas que sacuden América Latina desde hace varios años. Se abre paso una tendencia a la acción independiente de las masas en todos los continentes.

Cristian Cañete

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