jueves, 22 de marzo de 2012
Ciccone en Grecia
Al final, la Unión Europea le levantó la quiebra a Grecia -aunque casi nadie se cree el cuento-. La operación afecta a unos 200 mil millones de euros, de una deuda pública global de casi 400 mil millones. Los excluidos de la quita son los acreedores públicos como el FMI, el Banco Central Europeo, otros bancos oficiales y bancos centrales de otros Estados. La refinanciación de la deuda griega con acreedores privados comporta una quita del 50 por ciento -o sea que reduce la deuda con privados a 100 mil millones de euros-.
Algunos interesados elevan la quita a un 73 por ciento, porque consideran como una desventaja el alargamiento de los plazos de los bonos nuevos y una tasa de interés inferior a la de los títulos que se cancelan. Es un punto de vista. El otro punto de vista la ve al revés, esto porque la quita es inferior a la desvalorización sufrida por la deuda griega en el mercado (un 80 por ciento); porque los bonos nuevos obtienen una garantía de la Unión Europea (UE) que no tenían los que se hicieron caducar y porque los nuevos intereses (cercanos al 4 por ciento), son considerablemente mayores a los que están vigentes en la actualidad en el mercado mundial. Grecia queda con una deuda pendiente de 300 mil millones de dólares, un 150 por ciento de su PBI. En resumen, el levantamiento de la quiebra ha dejado a Grecia en bancarrota. El mercado admitió esta realidad en un abrir y cerrar de ojos: la nueva deuda salió con una cotización de 20 centavos sobre el dólar -o sea un descuento del 80 por ciento- (The Wall Street Journal, 9/3). Se trata, además, de un levantamiento de quiebra muy particular, porque la UE tendrá que poner ahora 130 mil millones de euros para que Grecia pueda hacer frente a los próximos vencimientos de la deuda. Como se puede ver, estamos ante una operación ficticia, como la que montaron Boudou y Echegaray en un sonado caso que puede costarle el puesto al vice.
Esta operación ficticia es aún considerablemente más grave, porque ha sido el pretexto para nuevas podas en los gastos sociales del Estado, despidos de 150 mil trabajadores más, cortes en los gastos de salud e incluso en facturas de tratamientos ya realizados, un tendal enorme de privatizaciones y hasta la reducción de salarios, así como mayor precarización laboral de los obreros de la industria -a pesar de que este caso no tiene nada que ver con la deuda pública. Para asegurar la ejecución de esta masacre, la llamada troika (FMI, UE y BCE) han instalado en Grecia a un supervisor encargado de controlar y autorizar los movimientos del Tesoro. Es lo más parecido a lo que los ‘aliados’ le impusieron a Alemania, luego de la primera guerra, en el Tratado de Versalles. La troika ha quedado habilitada para suspender todo el programa de rescate en caso de incumplimiento -o sea re-decretar la quiebra de Grecia, lo que demuestra, precisamente, que está quebrada-.
La humareda que levantó el tema de un ‘defol’ de Grecia no dejó que se vea la parte más sólida de la bancarrota helena: su sistema bancario privado, dominado por bancos alemanes y franceses, tiene una deuda de 200 mil millones de euros, los que son impagables y no han sido refinanciados. Como línea general, los gurúes de Europa centran la atención de la opinión pública en la quiebra del Estado, con la finalidad de ocultar la quiebra del capital en su forma neta y pura. Esto vale para toda Europa, incluida Alemania. La bancarrota capitalista no fue detonada en ningún lado por la quiebra fiscal de los Estados, sino por la de los bancos y fondos enterrados en la especulación inmobiliaria y el financiamiento del consumo.
El operativo Ciccone en Grecia, con todo, sólo puede entenderse en un marco más amplio. A través de operaciones que involucraron a distintos bancos centrales y a dos operaciones posteriores del BCE, desde noviembre pasado se ha habilitado la emisión de un billón y medio de euros a cambio de títulos invendibles de los bancos privados, a una tasa de interés de menos del uno por ciento anual. La posibilidad de que un ‘defol’ de Grecia se cargara al sistema bancario europeo fue prevenida por esta emisión sin antecedentes en la historia de la banca. Es esto mismo lo que neutralizó la posibilidad de una crisis bancaria -en especial en Francia, España, Italia y otros países menores- luego de la quita establecida por el rescate reciente. En esta emisión está el ‘secreto’ de la supervivencia artificial de los bancos griegos. El escándalo, si es que esta palabra tiene todavía algún sentido, es que el BCE tiene más de 100 mil millones de euros de deuda griega en sus arcas, los que podrá cobrar en forma integral aunque se hayan desvalorizado hasta 40 ó 30 mil millones. La ganancia que reporta esta maniobra será repartida en un plazo breve entre los bancos centrales nacionales de Europa, para que salgan al rescate de los bancos privados instalados en sus territorios, aunque por ahora sea sólo un beneficio contable. Ocurre que, en lugar de su precio de mercado, los títulos de la deuda griega han pasado a figurar en los balances del BCE a su valor nominal, es decir, a una cotización dos o tres veces superior a la actual. Esta revalorización, que es el resultado de una manipulación como la señalada, se la informa en los estados contables del banco como ganancia (¡vamos Mercedes Marcó del Pont, todavía!). Es decir que es Grecia la que rescata a la banca extranjera y al BCE y no éstos a Grecia. Este procedimiento ha mantenido en pie a los zombies bancarios de Grecia. Un observador ha hecho notar que el resultado final del rescate bien podría ser una mayor dislocación de la Unión Europea, esto porque el reparto de las ganancias será desigual en función de la importancia económica de cada país. Alemania, por ejemplo, saldría más reforzada que Portugal, lo cual reforzaría las tendencias centrífugas de la UE.
El rescate de los bancos europeos acreedores de Grecia se ha visto reforzado por la mencionada emisión de más un billón de dólares, que en la última licitación involucró a 800 bancos y autorizó incluso el canje de los bonos basura en poder de ellos. Una parte considerable de ese dinero fue destinada por los bancos para comprar deuda pública de sus propios países, para hacer subir la cotización de los títulos, los cuales se encuentran en su mayor parte en poder de ellos mismos. De este modo mejoraron sus balances -y, por sobre todo, incrementaron su dependencia de una deuda pública que es impagable en cualquier estimación (por ejemplo, Italia). Es decir que el rescate de la banca ha agravado la bancarrota potencial de ella misma. Estas son las soluciones que el capital y sus Estados encuentran para esta crisis de conjunto. Los comentaristas festejan las subidas de las Bolsas, sin comprender que se producen de un modo completamente artificial y por una política que reproduce el mecanismo financiero que detonó, en primer lugar, la bancarrota hace casi seis años. Un periodista de investigación, Mark Tabbibi, ha probado que el Bank of America se encuentra en bancarrota. A la misma conclusión llegó la Reserva Federal en la prueba de ergometría a la que sometió al Citibank.
La declaración de cesación de pagos de Grecia, luego del rescate, es solamente una cuestión de tiempo, así como el abandono de la zona euro y el retorno al dracma. “Grecia necesita otro año para preparar un ‘defol’ total de su deuda”, dice sin ironía un columnista del Financial Times (27/2). No se trata, claro, de una salida, como fogonean los ‘kirchneristas’ europeos, sino de un mayor desbarranque. La salida es un gobierno de trabajadores, una reestructuración social completa del país, la ruptura de la Unión Europea y la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa, incluida Rusia.
Jorge Altamira
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