El planteo central que Milei desplegó en su discurso en el Congreso -el armado de un pacto político o la alternativa de un gobierno por decreto– sonó a desafío o a ultimátúm. Pero cuando se corre el velo de los insultos y gestos bizarros, las cosas fueron al revés: el desquiciado presidente le pidió a la “casta” de diputados y gobernadores un rescate político, con fecha de vencimiento –el próximo 25 de mayo-. El salvavidas solicitado por Milei desnuda el *impasse *mortal de su gobierno, después que las contradicciones económicas y sociales de las anteriores gestiones capitalistas se han agravado hasta extremos inusitados.
Por lo pronto, Milei-Caputo-Bullrich esperan que la convocatoria al “pacto” salve del naufragio al DNU, en momentos en que su tratamiento parlamentario podría conducir a voltearlo. Milei también pidió rebobinar la deshilachada Ley Ómnibus, y le ofreció a los gobernadores un nuevo “pacto fiscal” si se avienen a la aprobación del conjunto del paquete. Ese reparto de fondos –y negocios- entre la nación y las provincias debería preceder a la reunión de Córdoba, según lo explicó el propio Milei. Lo que no dijo es sobre qué bases los gobernadores –y las camarillas capitalistas que representan- aceptarían ahora lo que fue rechazado en enero. La suba de las retenciones ha quedado defenestrada, más aun después de la caída de los precios internacionales y del nuevo “atraso” cambiario desatado en estos meses. Milei dedicó largos minutos para exaltar los logros de su gestión económica, pero apenas pudo disimular sus contradicciones explosivas. Saludó el supuesto “saneamiento” de un Banco Central que le ha transferido parte de su deuda al Tesoro, sin renunciar a la condición de garante y comprador de última instancia de esos pasivos –“puts”-. Se vanaglorió de un superávit fiscal cimentado sobre una masacre social inédita, y que se enfrenta ahora a un derrumbe –también histórico- de la recaudación de impuestos, como resultado de la recesión.
Junta de Deudores
Milei
presentó los “10 puntos” de un programa reaccionario de privatizaciones, reforma laboral y previsional, pero olvidó al “punto 11” que debería sumar a la lista: una reestructuración general de la deuda nacional y de las deudas provinciales, en momentos en que el defolt de la Argentina comienza a insinuarse en las provincias (La Rioja, Chubut, incluso Buenos Aires). El “pacto de mayo”, en esas condiciones, sería la Junta de los Deudores del Sur. Antes que reivindicar a Alberdi, la convocatoria “libertaria” es una ofrenda al FMI para tramitar un nuevo auxilio financiero. Pero el Fondo –y los exportadores agrarios- reclamarán una nueva devaluación, que llevaría la crisis social de Argentina a los niveles de Zambia.
Sin otras cartas en la mano, ¿qué le ofreció como novedad Milei a la “casta”? Sencillamente, redoblar la ofensiva contra la clase obrera. Desde el atril del Congreso, propuso una reforma laboral pinochetista, la destrucción de los convenios por rama a cambio de los arreglos por empresa, los cuales abrirán la puerta a los contratos individuales. Para edulcorar este planteo, le añadió la oposición a las rereelecciones sindicales. Detrás de un pretendido choque con la burocracia se está tejiendo la alianza con una fracción de ella –Facundo Moyano ha presentado proyectos de “renovación” sindical, unidos a la legalización de la flexibilidad laboral-. En la misma línea, Milei refrendó que no se limitará a licuar salarios y jubilaciones y anunció un plan de despidos, comenzando por la agencia estatal Telam. En la “oferta” a los gobernadores, ingresa también una reforma previsional, dirigida en primer lugar a liquidar las conquistas de docentes nacionales, profesores universitarios y otros sindicatos. El mascarón de proa de este ataque será disimulado con la supresión de la jubilación de privilegio de los presidentes, anunciada por Milei.
Mayo queda lejos
La convocatoria de Milei sólo fue útil para desnudar la superficialidad de la rebelión federal insinuada hace apenas unos días atrás. En cuestión de horas, quince mandatarios saludaron la propuesta presidencial –comenzando por el anfitrión Llayrora. El pejotista Jaldo volvió a encabezar la legión de chupamedias, acompañada en este caso por el sugestivo silencio del kirchnerismo. En definitiva, el “pacto de Mayo” se parece demasiado al acuerdo parlamentario propuesto por CFK en su última carta. Sólo difieren en el régimen que lo debería encarnar: en el primer caso, supone a Milei encabezándolo; en el segundo, es el gobierno de “unidad nacional” llamado a reemplazarlo.
Los diez puntos de Mayo incluyen a la “explotación de los recursos naturales” de las provincias, o sea, la penetración de las corporaciones capitalistas en los negocios de la minería, el petróleo y el agro –pero la disputa en torno de quiénes serán los favorecidos, y cómo se repartirá el botín entre la nación y las provincias, ha sido una de las razones por las cuales se empantanó la ley ómnibus-. En cualquier caso, la cautela de los gobernadores y de la oposición pasa por lo que los círculos capitalistas llaman la “gobernabilidad” y la tolerancia social . Para sentarse a la mesa de Córdoba, Milei deberá probar que puede sostener la escalada contra el salario y las jubilaciones, los despidos y los tarifazos, en medio de las contradicciones de una gestión económica condicionada por la carga explosiva de la deuda. En esa línea, dispuso la militarización del Congreso a diez cuadras a la redonda, como telón de fondo de su discurso.
En los últimos días, Milei ha rechazado compromisos en varios conflictos salariales –docentes, aeronáticos, ferroviarios. “Trabaja” sobre los límites insuperables de sus direcciones burocráticas, a sabiendas que éstas no superarán el horizonte de los paros parciales o desgastantes. Pero en la clase trabajadora esa desconfianza también es extendida: más temprano que tarde, esa fuerza elemental `saltará los diques burocráticos, como lo está haciendo la juventud estudiantil con los molinetes de los trenes. Esa fuerza debe ser orientada con una agitación y una orientación: la preparación de la huelga general.
En su discurso Milei admitió el destino que le espera si no logra imponerle un golpe duradero a la clase obrera: habló del “ostracismo”, en otra comparación bizarra, en este caso, con Napoleón Bonaparte. Pero el francés fue confinado a Santa Elena después de haber conquistado media Europa. El esperpento “libertario”, en cambio, no llegó todavía a Avellaneda. Derrotar sus pretensiones reaccionarias es una tarea que le cabe por entero a la clase obrera.
Marcelo Ramal
02/03/2024
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