La Jornada de lucha de este jueves tiene lugar luego de un intento de “mediación” de la burocracia de las centrales sindicales con la primera ministra Elizabeth Borne. Terminó en un rotundo fracaso, como estaba descontado. El sentido político de la “mediación” ha sido dejar sentado que las direcciones sindicales no tienen en vista la caída del gobierno sino una salida dentro de “las instituciones”. La consigna del peronismo: “dentro de la ley todo, fuera de la ley, nada”. En la agenda de la reunión estuvo ausente el aumento de 40 a 42 años del período de aportes a la Seguridad Social. No es muy conocido el hecho de que el trabajador francés se jubila con una remuneración del 50 al 60 % del salario al cese de su vida laboral.
Antes de la reunión, Laurent Berger, el secretario general de la CFDT, dejó en claro que de no mediar el retiro del decreto-ley queda la alternativa de “discutir el decreto reglamentario”, o sea la implementación de la norma, lo que calificó, de acuerdo a la corresponsal citada, como “de suma importancia”. Se trata de una capitulación que no se esconde con pretextos. Macron ha anunciado que esa implementación tendrá lugar entre septiembre y fin de año. Berger, previsor, adelantó que “no habrá una protesta por semana en los próximos seis meses”.
Otra de las centrales sindicales, la CGT, realizó su 38° Congreso. En el cuadro de huelgas parciales combativas y numerosas manifestaciones, la dirección saliente sufrió una derrota política al no poder imponer el sucesor al actual secretario general, Philippe Martínez. La nueva secretaria, Sophie Binet, es una feminista consecuente, pues aborda la lucha sindical, no desde la lucha de clases sino de una perspectiva de género. Estrenó su flamante cargo acompañando a sus colegas de las otras centrales a la reunión con Bornet, para obtener una “mediación”. Los delegados de las federaciones de la CGT que se encuentran impulsando las luchas en sus empresas o sindicatos, quedaron confundidos dentro del bloque de la dirección saliente. Las movidas de Berger y Binet expresan una movida hacia la derecha en el contexto de una radicalización de las luchas. La burocracia se ha valido de los paros activos aislados, por semana o, como el de hoy, después de diez días del anterior, para probar su capacidad de contención de las huelgas. Ahora se propone consolidar su posición mediante una tregua.
El viernes 14 se debe reunir el Consejo Constitucional. Está encargado de supervisar que las leyes y los decretos se ciñan a una Constitución caracterizada por la arbitrariedad. Aunque la burocracia sindical no tiene la expectativa de que el Consejo deslegitime el decreto-ley de Macron, espera que autorice la convocatoria a un referendo, que tendría lugar en los seis meses en que Berger prometió que dejarían de haber Jornadas semanales y que Macron espera tomarse para implementar el aumento de la edad jubilatoria. Para detener las luchas el Estado apela a todos sus recursos ‘institucionales’, aun sabiendo que ninguna tregua es suficiente para resolver la crisis del régimen político. Para quienes en la izquierda sostienen que la clase obrera está lejos de agotar su experiencia con el régimen representativo, el referendo podría convertirse en un pretexto para movilizarse por el No al decreto-ley, una vez que obtenga las firmas que se requieren para la convocatoria. Para el día previo a la reunión del Consejo Constitucional, la dirección de la Intersindical tiene prevista la convocatoria a una nueva Jornada.
Desde que Rosa Luxemburgo introdujera a “la huelga de masas” como una premisa hacia una revolución proletaria, el llamado a la huelga general y la formación de comités de huelga se convirtió en el método de acción que han impulsado los partidos revolucionarios. Las huelgas de 1920 en Italia y 1936 en Francia incorporaron la ocupación de las fábricas y los comités de enlace de las fábricas ocupadas. La huelga de masas no puede ser dictada; nace de la fuerza elemental de las masas, que se convierte en “una acción histórica independiente”. La fuerza desde abajo es estimulada y a la vez potenciada por una asimilación revolucionaria de la experiencia pasada de la clase. El partido revolucionario es, en resumen, la corporización de esa experiencia histórica.
En el momento actual, existe en Francia una irrupción de la fuerza elemental de los trabajadores y el desafío de superar las numerosas experiencias históricas precedentes. Como ocurre en la mayoría de los países, las organizaciones obreras forman parte de un entramado de estatización semi-corporativa, y la mayor parte de la izquierda se encuentra asociada al Estado bajo un sistema parlamentario. La crisis de poder que se ha planteado implica la explosión de todas las contradicciones acumuladas; todas las clases sociales coinciden en que ‘el estado actual de las cosas’ no puede continuar. Esto no significa que la cuestión del poder pueda ser llevada a las masas en forma de ultimátum, tipo todo o nada (advertencia de León Trotsky en la huelga general británica de 1926). Los trabajadores llegarán a la conclusión de que tienen planteada una lucha por el poder a través de la experiencia que desarrollarán en esta lucha, o sea construyendo sus comités y organizaciones de poder.
Cuando en julio de 1975, la clase obrera de Argentina desbarató la peor ofensiva en su contra -el rodrigazo- e impuso su reivindicación de aumento de salarios, además de la caída de López Rega, Política Obrera concluyó que nada de eso representaba una victoria, porque se había perdido lo fundamental: el desarrollo de las Coordinadoras Obreras que se habían constituido en todo el país alrededor de la huelga general. El desarme político causado por la disolución de las Coordinadoras abrió el camino al golpe militar del 76. La derrota de la reforma jubilatoria de Macron, no por medio de procesos constitucionales o mediaciones, sino por medio de la huelga general y el desarrollo de comités obreros, abrirá una crisis revolucionaria.
La lucha de clases en Francia forma parte de una crisis capitalista mundial que se desarrollará en forma más violenta, política y socialmente, y confronta, objetivamente, con una guerra a la que la OTAN le ha dado un carácter mundial. La crisis de poder en Francia consiste en la oposición irreconciliable entre un régimen que se organiza para una guerra mundial, de un lado, y una clase obrera que mina las bases de esa guerra mediante una lucha de clases masiva.
Jorge Altamira
06/04/2023
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