El crecimiento de los casos en 14 barrios de CABA está acompañado por una situación similar o aún peor en más de 15 provincias. Los serotipos 1 y 2 de dengue y chikungunya ya están circulando en agrupamientos dispersos por comunas y barrios. Se define como agrupamiento la ocurrencia de cinco o más casos cada 200 metros en los últimos 14 días.
La dramática situación sanitaria en la que nos colocó el COVID, ubica al Hospital Muñiz a la cabeza para enfrentar este brote, ya que cuenta con los servicios necesarios para el abordaje de todos los casos febriles, incluido el dengue. Se ha convertido en el lugar de derivación de todos los hospitales del GBA y las obras sociales, donde escasean los reactivos.
Por citar solo un caso, Tucuman tiene colapsados sus sistemas de internación. La falta de reactivos para la detección de la enfermedad es un claro síntoma de desinversión que no sólo atañe a las obras sociales. Para los trabajadores, no sólo es un calvario lidiar con la enfermedad, sino exponerse a traslados innecesarios hasta dar con centros que puedan brindar un seguimiento adecuado.
Estamos ante un cuadro que requiere una intervención enérgica no sólo en el tratamiento, sino en la prevención de la enfermedad, por medio de la organización en los lugares de trabajo, de estudio y en los barrios. A través de esa acción, el descacharreo puede realizarse efectivamente. Esto, acompañado de la provisión de repelentes, necesarios en los horarios de la mañana y la tarde donde abunda el mosquito.
El Estado debe acompañar con la implementación de los mecanismos necesarios de vigilancia epidemiológica. La detección temprana de esta enfermedad permite generar acciones oportunas, políticas y sanitarias. El cambio climático, producto de la depredación capitalista del medio ambiente, provocó una adaptación del mosquito a las zonas frías, lo que hace que año a año progresen las áreas de infección. En este cuadro, las políticas de prevención son escasas.
El caso particular de la CABA, que ya cuenta con dos fallecimientos, se relaciona con la política llevada a cabo por el PRO de achique y modificación de estructuras hospitalarias que trae aparejado reducciones en los presupuestos del sistema de salud, con la consiguiente disminución de recursos humanos e insumos.
Los equipos de atención primaria encuentran sus energías agotadas por los ritmos extenuantes de trabajo, debido al incremento en la demanda de atención. La comunidad trabajadora, usuaria de este sistema, debe comenzar a intervenir activamente en el cuidado de su ambiente, como con las denuncias de falta de infraestructura y el apoyo de las diferentes medidas de lucha que se están llevando adelante.
Las políticas de ajuste que despliegan los gobiernos chocan con un sistema sanitario que otra vez se encuentra en jaque.
Resulta necesaria la intervención de los trabajadores por medio de asambleas y plenarios en los barrios, escuelas y hospitales, para debatir una solución de urgencia, porque nuevamente, como fue con el COVID, está en juego nuestra vida.
Santiago Barugel y Silvia Allocati
25/04/2023
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