Una megafiltración de documentos clasificados del Pentágono y otras agencias de inteligencia estadounidenses, difundida por los medios desde el último fin de semana, ha desatado un verdadero tembladeral, dado que revela información reservada sobre la marcha de la guerra en el este europeo, apreciaciones íntimas sobre China, y el espionaje realizado por la Casa Blanca sobre algunos de sus socios políticos, como es el caso de los gobiernos de Ucrania, Israel y Corea del Sur.
Los documentos circulaban por redes sociales desde principios de marzo, pero recién cobraron difusión masiva con la publicación y análisis de los mismos en estos días por parte del New York Yimes y el Washington Post. El gobierno norteamericano abrió una investigación para tratar de identificar a los culpables de la filtración, que recuerda la ventilación masiva de documentos clasificados que se conocieron a través de Wikileaks desde 2010 (con información sobre las guerras de Afganistán e Irak) y los programas de vigilancia de la Agencia Nacional de Seguridad, valientemente denunciados por el exagente Edward Snowden.
La filtración causa un daño evidente al aparato de inteligencia y el Estado norteamericano: resiente la relación con sus socios, obstaculiza la cooperación con otros servicios de inteligencia (debido a las brechas e inseguridades que vuelve a mostrar el aparato de inteligencia yanqui), y alerta a los “espiados”, que pueden tomar medidas para tratar de contrarrestar la situación.
Ucrania
Los documentos filtrados contienen información sobre el campo de batalla y, sobre todo, confirman el involucramiento cotidiano de Estados Unidos en la guerra de Ucrania, proporcionando armas, formación militar, municiones e información de inteligencia sobre los objetivos a atacar.
Al mismo tiempo, revelan las presiones sobre el gobierno de Corea del Sur para que suministre armamento en forma directa a Kiev. Los cables registran la preocupación de Seúl, que para avanzar en la línea demandada por Washington debería violar una norma que le impide hacer envíos directos a una zona en conflicto. Hasta ahora, lo entregaba previamente a otros Estados, como Polonia, que lo redirigían al régimen de Volodomir Zelensky.
Zelensky es, justamente, otra de las víctimas del espionaje yanqui. El presidente ucraniano habría sufrido la pinchadura de sus comunicaciones.
Si la Casa Blanca espía a su hombre de confianza en Ucrania, no debe sorprender entonces el espionaje sobre Moscú. La información recogida por las agencias yanquis (anticipo de operaciones militares) indicaría una grieta en el aparato de seguridad ruso.
Israel
Otro punto destacado de los documentos conocidos se refiere a Israel. Los textos afirman que el Mossad (servicio de inteligencia sionista) habría favorecido las grandes protestas de la oposición contra una reforma judicial impulsada por el oficialismo, que el premier Benjamin Netanyahu terminó poniendo en pausa, según sus propias palabras, para evitar “una guerra civil”.
Voceros del gobierno de Netanyahu salieron a desmentir que el Mossad esté tratando de torpedear la reforma, pero antes de conocerse las filtraciones, era claro ya que el proyecto oficial había provocado una división en el aparato estatal, incluyendo al ejército, en el que muchos soldados empezaron a negarse a cumplir ciertas tareas como forma de rechazo al gobierno.
Israel es el principal aliado del imperialismo yanqui en Medio Oriente, aunque los vínculos que Tel Aviv mantiene con Rusia han provocado la impaciencia de la Casa Blanca, que exige al gobierno israelí que entregue de una vez por todas armas a Ucrania.
No es la primera vez que salen a la luz evidencias del espionaje yanqui sobre sus socios. En 2021, se conoció la Operación Dunhammer por la cual los servicios de Dinamarca monitorearon a los gobiernos de Alemania y Francia para suministrar esa información a la Agencia Nacional de Seguridad norteamericana.
Belicismo
Aunque no ofrecen mayores novedades, los documentos prueban también la obsesión y preocupación ante China, al hacer proyecciones sobre su papel en Ucrania. Recordemos que la Casa Blanca no solo impuso sanciones económicas sino que avanza en un cerco militar contra el gigante asiático, cuestión que tiene entre sus hitos los acuerdos militares con Australia, Filipinas y los contactos de primer nivel con Taiwán.
El belicismo yanqui y el trabajo conspirativo de sus agencias, aun respecto a sus propios socios, queda expuesto a las claras en las filtraciones, que son también una muestra del agravamiento de las disputas entre los Estados y las tendencias bélicas que alimenta la crisis económica mundial.
Estas tareas conspirativas, como mostraron a su turno las revelaciones de Snowden, el Estado yanqui las practica contra su propia población, a la que mantiene firmemente vigilada.
Las intrigas le juegan ahora un mal trago a Estados Unidos, porque las filtraciones, más allá de si hay o no detrás de ellas un enemigo externo involucrado, difícilmente podrían haber prosperado sin algún tipo de sabotaje interno. Otra señal de los problemas que atraviesa la dominación yanqui en el mundo.
Gustavo Montenegro
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