sábado, 16 de julio de 2022

El FMI insiste en que las metas anuales son inamovibles


Calificaron “positivo” el programa de Batakis para alcanzarlas. 
 Exigen reducir el déficit, limitar la emisión y acumular reservas.

 El Fondo Monetario Internacional señaló que el plan de ajuste que trae bajo el brazo la nueva ministra de Economía, Silvina Batakis, va “en consonancia con el programa acordado”. Así, ratificaron la exigencia de que Argentina cumpla las metas anuales tal cual se firmaron: 2,5% de déficit fiscal al concluir el 2022, la restricción de la emisión monetaria al 1% del PBI y una acumulación de casi 5 mil millones de dólares en reservas del Banco Central. Un golpe mayúsculo contra las condiciones de vida de los trabajadores y las mayorías populares. 
 Tras conversar con Batakis, y calificando el intercambio como “positivo”, el FMI ratificó que las metas se mantienen inamovibles. El 2022 se debe reducir el déficit fiscal al 2,5% del PBI, pero este por el contrario está creciendo tensionado sobre todo por los subsidios energéticos. La flamante ministra mostró su hoja de ruta para compensarlo: el “ahorro” de $600.000 millones en distintas partidas presupuestarias subejecutadas, como la obra pública, los fondos universitarios, las transferencias a las provincias; un parate en el ingreso de trabajadores al Estado y la centralización de todas las cajas al servicio de administrar este ajuste. Esto mientras profundizan el robo a los jubilados, la licuación de los salarios estatales, el congelamiento de la asistencia social y ponen en marcha los tarifazos.
 A su vez, también será inamovible la metas de restringir la emisión monetaria a un 1% del PBI, casi la cuarta parte que el año pasado. Esto obliga a financiar el déficit del Estado mediante endeudamiento, lo que arroja presiones sobre la bola de nieve de la deuda en pesos. La necesidad de que los bancos y los especuladores financieros renueven los títulos en moneda local de los que se vienen desprendiendo llevó a Batakis a ofrecer mayores tasas de interés y garantías de que cuando quieran venderlos el Banco Central se compromete a su recompra. Así, no solo vamos a un salto en el endeudamiento y el agravamiento de las tendencias recesivas de la economía, sino además a una mayor emisión monetaria (para comprar esos bonos y pagar intereses) que obligará a tomar más deuda (Leliq para absorber esos pesos). Una bomba de tiempo, donde lo único claro es que reforzarán el ajuste como muestra de compromiso a seguir pagando esta hipoteca. 
 En tanto, también parece muy lejana la directiva de que para fin de año la disponibilidad de reservas crezca en casi 5 mil millones de dólares. Por el contrario la tendencia es a la caída, habiéndose esfumado en lo que va de julio unos 2 mil millones, en pleno período de liquidación de la cosecha. El gobierno solo atina a poner un recargo de un 10% sobre las compra de divisas para el turismo, cuando la fuga es la consecuencia de financiar la corrida cambiaria para contener los dólares paralelos; y mientras los agroexportadores se sientan sobre la cosecha para presionar por una devaluación. Todo esto, va de suyo, al mismo tiempo que se paga puntualmente la deuda externa. 
 Como conclusión a estas líneas, vemos que el plan del gobierno para pagarle al Fondo (y “aprobado” por este último), conduce a una guerra a cielo abierto contra los trabajadores y nuestras condiciones de vida. Se plantean por delante despidos en el Estado; sentidos recortes salariales; la posibilidad de un congelamiento de las paritarias a sustituir por aumentos por decreto; la profundización del ajuste en la salud y la educación, o en la obra pública, conllevando no solo despidos en el área sino también el empeoramiento de la calidad de vida; el aumento de las tarifas; el ajuste sobre las jubilaciones; el recrudecimiento de todas las contradicciones económicas que pintan más oscuro el camino hacia adelante y toda una verdadera batería de ataques a la población laboriosa.
 Como definimos oportunamente en nuestro último editorial, publicado en el día de ayer, el plan Batakis, apoyado por el FMI, merece un paro nacional y un plan de lucha de los trabajadores hasta derrotarlo. 

 Manuel Taba

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