El rodrigazo se va abriendo paso, por ejemplo, con el aumento del transporte de un 40% en el AMBA y con lo que será la falsa segmentación del tarifazo en energía. A este escenario se suma la paralización de actividades industriales por parte de patronales que alegan no poder importar insumos. La “salud” del sistema bancario privado, abarrotado de deuda pública y semi-pública, es la contrapartida de la bancarrota financiera del Estado; la insolvencia del estado alcanza a los bancos y a las compañías de seguro y fondos mutuos. La corrida cambiaria se enhebra con una corrida bancaria.
Los economistas del establishment financiero rehúsan decir en público que abogan por liberación cambiaria y de precios. No quieren hacerse cargo de su carácter socialmente explosivo. Pero saben también de los límites insuperables de su propia “salida”. La perspectiva de un ingreso de capitales post devaluación -una remake del macrismo 2016-2017- está cuestionada, en el presente escenario internacional. El régimen de “caja” que anunció Batakis es insuficiente para hacer frente a los pagos de la deuda pública – ni tampoco será acatado. Es la política monetaria, que destinó un billón de pesos en el último mes para el rescate de los fondos acreedores del Tesoro, la que oficia de pagador público y de motor de una hiperinflación.
Ante la crisis, Kicillof ha reclamado un gobierno de unidad nacional, en el mismo momento en que la Vicepresidenta se apresta a “una batalla final” contra la Corte Suprema. Se baraja la posibilidad de un jefe de gabinete apoyado por los gobernadores y aceptado por el conglomerado de JxC. Nadie, sin embargo, es capaz de arrimar un nombre. La variante ha sido descartada incluso por el dialoguista Larreta.
Todo esto convierte en urgente la convocatoria a un Congreso Obrero y la preparación de una huelga general.
Marcelo Ramal
21/07/2022
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