En el mismo momento en que la sociedad contenía la respiración y buena parte del espectro político argentino esperaba la precipitación de la crisis y eventual renuncia de Mauricio Macri, gobernadores de 22 de las 24 provincias acudieron el 11 de septiembre a la Casa Rosada, convocados por el Presidente tras aprobar el presupuesto del año próximo. Luego posaron para la correspondiente foto con el primer mandatario, todos sonrientes.
Nadie ignoraba la inmersión del país en una fase de aguda recesión con altísima inflación. Se espera una caída anual de -2% o más del PIB, aunque de manera desigual. La inflación se ha desbocado: entre 40 y 45% para 2018. Resultado, caída del salario real, caída del consumo, despidos, más pobreza y marginación. Dato elocuente: dos tercios de los presentes en el cónclave de gobernadores que aprobó la propuesta oficial eran peronistas.
La “ley de leyes” pasa ahora para su sanción formal al Congreso de la Nación. Allí se escucharán gritos y habrá gestos vistosos. No cambiarán el resultado. En términos políticos el plan de gobierno Macri ya fue aprobado, al precio de importantes concesiones económicas a las provincias.
Queda confirmada de esta manera la existencia actuante de un frente amplio burgués (FAB) que respalda al actual gobierno. Cabe reiterar que este frente de facto, gestado y conducido por el gran capital, incluye al sindicalismo venal (que no está sólo en la Confederación General del Trabajo), así como a la iglesia católica y otros credos (muy particularmente el judaísmo sionista, con marcada presencia en el gobierno). “Hay que cuidar a Mauricio”, dice ahora el papa.
Hay más ejemplos de la existencia actuante del FAB. Cámaras patronales del campo y la industria absorbieron con apenas quejas en sordina el impuesto de emergencia por dos años que aplicó Macri a las exportaciones. El mismo día en que los gobernadores acudían a la Casa Rosada, con el precio del dólar oscilando entre 38 y 40 pesos (una devaluación superior al 100%), 407 empresarios del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp) se reunían para un almuerzo en el Hotel Alvear. Según informa Francisco Jueguen, cronista del diario La Nación, el organizador, Adrián Werthein, subrayó que el empresariado tiene “la obligación de apoyar al Gobierno y a sus ministros. Hay muchas cosas que se hicieron mal, y el Gobierno lo reconoce, pero no estamos para poner el dedo en la llaga”. Y lanzó la voz de orden: “Es un momento para apoyar, señores”.
Antes, Macri mantuvo una comunicación telefónica con Donald Trump, quien según se informó, prestó total apoyo a la gestión del Presidente. Lo reafirmó su flamante embajador en Buenos Aires, Edward Prado: "Argentina tiene todo el apoyo de Estados Unidos", declaró al diario mencionado. Horas después, Macri departió largamente con Angela Merkel, la canciller alemana. Previamente, cuando formalizó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, Macri había recibido esos mismos respaldos, más el del presidente chino Xi Jinping .
Tal la amplitud del frente burgués. Sin la certeza de ese factor determinante para la relación de fuerza entre las clases, la coyuntura se hace ininteligible. De allí deviene la total desorientación de esa hibridación imposible entre postkirchnerismo e infantoizquierdistas, capaz imposibilitar al grueso del activo político la comprensión de la situación y de la dinámica en curso.
Durante la profusión de estos inequívocos respaldos las calles de Buenos Aires fueron –y son hasta la fecha- un pandemónium, con manifestaciones de sindicatos docentes y estatales, estudiantes, organizaciones barriales, todos acicateados por la vertiginosa suba de precios (y por otras razones que ya veremos): 3,9% de inflación en agosto, según el Indec; estimado en 5% para septiembre.
No obstante, queda firme la caracterización de que no hay una movilización general de los trabajadores y el pueblo contra la política oficial. Dos semanas atrás la CGT decretó (sigue siendo válido este verbo) un paro general para… el 25 de septiembre. El gobierno ya anunció que convocará a la dirigencia sindical antes de esa fecha.
Naturaleza e impacto de la crisis
Desde principios de mayo, cuando comenzó la escalada, resultó evidente que a lguien sacude el árbol en Argentina para que caiga la manzana.
La crisis precipitó al impulso de una inusual combinación de factores: disminución en unos 7 mil millones de dólares por exportación cerealera (cayó en 35% la producción a causa de inundaciones seguidas de sequías); alza de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal en Estados Unidos; crisis en Brasil, crisis en Turquía… De pronto se redujo el ingreso de divisas propio y se secó el flujo crediticio hacia Argentina.
Es indudable el enorme impacto de estos factores sobre una política basada en el endeudamiento constante y creciente para mantener el déficit fiscal, provocado por la herencia y la decisión oficial de no cortar subsidios ni despedir estatales, sostener la obra pública a gran escala y llegar así exitosamente a las elecciones presidenciales de 2019 para después, en un marco de crecimiento relativo y sin urgencias electorales, completar el saneamiento. La quimera se esfumó.
Sin embargo estas causas objetivas no son suficientes para explicar el colapso de la moneda. Se podría argüir, con razón, el peso de la estridente impericia (o refinada perversidad; o ambas) de altos funcionarios como el ministro de Hacienda y el ex presidente del Banco Central. Aún así, no es todo. Quedan entonces dos incógnitas: ¿quién sacude el árbol? ¿la manzana está verde o pasada de madura?
Dicho de otro modo: ¿quién, con la mesa servida, alentó la crisis cambiaria entre mayo y septiembre? ¿qué quiere y puede hacer el gobierno frente a la embestida?
Empeñado como estaba en derrocar a Nicolás Maduro, el presidente de Argentina desatendió los riesgos que desde sus frágiles cimientos amenazan a la economía argentina. Perdió el control de un sector de las fuerzas sobre las que se apoya y trastabilló de tal manera que hasta llegó a entusiasmar al club del helicóptero.
Macri debió beber su propia medicina y se encontró en la situación en la que pretendió colocar al mandatario venezolano: giro económico inmanejable, confusión y parálisis política, aumento en flecha del malestar social.
La paradoja de esta coyuntura consiste en que detrás de ella no hay un desafío opositor, mucho menos una embestida de la clase trabajadora, sino una feroz lucha interburguesa en lo más alto de la pirámide capitalista. Por razones no totalmente develadas, en el centro de la estrafalaria coalición que acorraló a Macri está el Grupo Clarín. A su turno, se sumó La Nación. Y tras este mascarón de proa se encolumnaron factores más bien disonantes en un concierto sin Director: restos desesperados del kirchnerismo, un puñado de Bancos y… el infantoizquierdismo.
Está claro por qué convergió Cristina Fernández en este bloque circunstancial con su archienemigo Clarín: la aceleración de los juicios contra ella y su grupo de funcionarios y protoburgueses frustrados avanza como una lenta pero devastadora maquinaria. El maratón de grandes empresarios corriendo a tribunales para declararse arrepentidos y acusar a la ex presidente la sepulta como candidata vencedora para 2019. La coloca además muy cerca de la cárcel. En pocos días comenzará un juicio por asociación ilícita contra ella y una cincuentena de funcionarios y empresarios. Hay muchos desesperados, incluso antes de que entren en la lista sindicalista, jueces, dirigentes de otros partidos y clérigos de diferentes religiones. Era urgente adelantarse.
Clarín y su cohorte mediática pueden haber tenido intereses más mezquinos aun al poner en jaque a su gobierno por una disputa crematística (¿publicidad, concesiones, acaso hombres de su equipo en el gabinete ministerial o… en la Corte Suprema?). Tal conducta agitadora de Clarín, radio Mitre, TN, La Nación et altri, difícilmente previsible, podría también explicarse con la aparición días atrás de una campaña, timoneada desde Washington, para acabar con la moneda nacional y dolarizar Argentina.
En cuanto a los Bancos involucrados, no hay misterio en sus propósitos: algunos, íntimamente asociados al régimen anterior, saben que han perdido la partida; otros, hicieron fabulosas ganancias oportunistas jugando con el subibaja del dólar, que pasó entre mayo y septiembre de 25 a 40 pesos.
La verdadera incógnita está en la adhesión del infantoizquierdismo a este bloque contra natura, así como de amplias capas del activo militante que oscilan entre la aproximación a los restos del kirchnerismo, la agitación semianarquista sin estrategia y la confusión respecto de la coyuntura, aunque por detrás de todos ellos esté, claro, la voluntad de detener la avanzada del capital tras el propósito de sanear el sistema económico y recomponer, a su medida, el sistema político argentino en ruinas.
La simplificación consistente en insultar a Macri como persona y calificarlo como “neoliberal” impide comprender la etapa y, por lo mismo, estar en condiciones de enfrentarla. Desconoce la estrategia de las clases dominantes locales e ignora la del imperialismo, que coloca a Argentina como polo alternativo a Venezuela y el Alba. Se ignora el efecto del frente amplio burgués y por lo mismo se hace el juego a las cúpulas sindicales, a los peores elementos del peronismo y al reformismo socialdemócrata, que forman parte de ese bloque estratégico. Con las mejores intenciones, por supuesto. Pero con los resultados a la vista.
Macri no fugó en helicóptero. Siempre sobre la cuerda floja, a la fecha el gobierno parece en condiciones de dar vuelta la crisis enfilándola en favor de sus planes de saneamiento. Eso implica el dólar a 40 pesos, con el cual se licúan las deudas cuantiosas del Estado, se mejora la situación fiscal y se coloca al aparato productivo en mejor posición según el proyecto de país subordinado.
Parece evidente que al peso del FAB no se lo puede vencer cortando la intersección de Callao y Corrientes o desquiciando cotidianamente la vida ciudadana, en perjuicio en primer lugar de los trabajadores que deben acudir a sus tareas. Por el contrario, esto completa la enajenación de las clases medias y las pone a disposición del fascismo.
Mientras tanto vienen meses (¿6, 9, más?) de recesión e inflación. Eso dará lugar a mayor protesta social. Pero el grueso de esas próximas luchas está hegemonizada y teleguiada por el capital, a través de dirigencias sindicales y agrupamientos políticos ajenos a una raíz y una estrategia antisistema.
Es improbable que tales movilizaciones lleven a la caída de Macri. Con todo, dada la gravedad de la situación económica, si finalmente se resquebrajara el poder y culminara en un colapso, la perspectiva no sería en ningún caso un retorno del elenco enmascarado como “nacional y popular”, tanto menos conducido por Cristina Fernández. En las actuales condiciones, tal resultado llevaría a la disgregación nacional, la desarticulación del aparato productivo y el caos general. Esta perspectiva, improbable a corto y mediano plazos, téngase en cuenta, ocurriría con la existencia de un poderoso frente amplio burgués nacional e internacional y la ausencia total, también a escala nacional e internacional, de un frente de clases oprimidas encabezado por el proletariado. ¿Quién es el comandante que aspira a acelerar la entrada a esa batalla?
Es obvio que la militancia antimperialista y anticapitalista no puede sustraerse a las luchas por mejoras salariales y reclamos económicos arguyendo que están hegemonizadas por sostenedores del sistema capitalista. Tampoco es el caso de arredrarse ante las perspectivas a las que arrastra la crisis capitalista. En cambio, es preciso hallar el camino para que la resistencia no derive primero en frustración, redunde luego en beneficio de la estrategia oficial y eventualmente acabe en un colapso de enormes consecuencias, prólogo de una salida abiertamente fascista del gran capital.
Está cambiando, otra vez, el contexto hemisférico. Para que esa mudanza tenga un desenlace positivo y sea posible iniciar una nueva etapa en el continente, resulta imperativo que, en Argentina y en un período de intensificación de la protesta social, la respuesta del activo militante frente a las masas conlleve a cada paso el fortalecimiento en la perspectiva de un frente clasista y popular, con inequívocas definiciones antimperialistas y anticapitalistas. Todo lo que no contribuya a esto, favorece la estrategia de Macri y el FAB que lo sostiene.
Luis Bilbao
@BilbaoL
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