jueves, 20 de septiembre de 2018

Cómo sería una convertibilidad en la Argentina de Macri



Se sabe, Larry Kudlow, director del Consejo Económico de la Casa Blanca, propuso una convertibilidad como salida a la crisis. Veamos ante todo cómo sería hoy una convertibilidad y desde ahí qué significaría para los trabajadores argentinos.

Transformar al peso en convertible en dólares significa en primer lugar una equivalencia entre la base monetaria y los dólares disponibles en las reservas. La base hoy es de $1,35 billón, a lo que deben adosarse las Lebacs y Leliqs, porque son un pasivo monetario del Banco Central. El total es de $2,15 billones.
Las reservas suman u$s49.000 millones. Pero no son de libre disponibilidad que es lo único importante a la hora de una convertibilidad. A las reservas totales hay que restarles el encaje de los depósitos en dólares que son u$s16.000 millones y el swap chino de unos u$s11.000 millones. O sea que las reservas netas son de u$s22.000 millones.
La simple división arroja un dólar de $97,70. Hoy en la economía argentina sobran pesos y faltan dólares, aunque esos pesos no están en los bolsillos de los trabajadores sino en jugosas inversiones financieras, en los bancos, en las cajas del Estado para pagar deuda externa o en las empresas capitalistas, puesto que los precios van por el ascensor y los salarios por una pesada escalera.
Para garantizar una convertibilidad a $40 o $50 el dólar, habría que lograr un ingreso masivo de dólares, que únicamente podría venir de un colosal endeudamiento. Fue lo que ocurrió en los ’90 cuando Menem inició un ciclo de deuda. Hoy Argentina debería afrontar semejante situación cuando la deuda ya alcanza al 80/85% del PBI. Por otra parte y fundamental, estamos en un proceso internacional de fuga de capitales de los llamados emergentes, a diferencia del momento de la convertibilidad menemista.
Por otro lado, Menem dispuso de las empresas públicas para el plan de capitalización de deuda o Plan Brady, que permitió cancelar deuda mediante títulos que cotizaban chaucha y palitos en el mercado financiero pero valían por su total nominal para la compra de activos del proceso masivo de privatizaciones.
Hoy, la “joya” argentina se llama Vaca Muerta, privatizados como están el resto de los recursos estratégicos. Por ello se ha hablado bastante en los pasillos de Washington sobre posibles instrumentos de capitalización sobre esas reservas que puedan actuar como garantía de repago de la deuda. La otra “joya” residual argentina es el Fondo de Garantía y Sustentabilidad del Anses, que ha sufrido una desvalorización dramática con la devaluación de por lo menos un 20% de su valor real.
El camino de cesación de pagos que presenta la “macroeconomía” argentina, donde confluyen la crisis de deuda, el déficit comercial y la bancarrota fiscal es una expresión extrema o agravada de la crisis mundial. Este cuadro ha llevado a abrir el debate de una convertibilidad, ante el alto grado de dolarización que ya tiene la economía, por sus tarifas y combustibles y porque el 80% de la deuda pública está en dólares.
Pero como surge del cálculo que explicamos más arriba, eso sería llevar las jubilaciones a 90 dólares y el salario mínimo a 105. Ese es el verdadero significado de las declaraciones de Kudlow que implican un chantaje al conjunto de la propia clase capitalista y sus partidos para llevar hasta niveles y objetivos impensados la ofensiva contra las masas.
Con la “prioridad” de no caer en una cesación de pagos, Macri y los gobernadores se han pasado en masa y sin fisuras al bando del “equilibrio fiscal”, como la ha planteado hasta el locuaz Alberto Rodríguez Saá que no se priva de despotricar contra el FMI. Sólo que hablan de equilibrio primario y no cuentan los intereses de la deuda que son el gran déficit fiscal. Lo cual no ahorra el camino de crisis y reestructuraciones de deuda porque la devaluación ha licuado gastos pero agravó el peso del endeudamiento en moneda extranjera, como tampoco ahorra nuevos ataques a las masas porque la recesión contrae la recaudación a pesar de la inflación.
El golpe de mano en la Corte, de apuro, tiene por objetivo dar garantías jurídicas a las febriles tratativas con el FMI y el Tesoro norteamericano. Como se aprecia la ofensiva de un gobierno en crisis puede ser más feroz todavía.
Nuevos y renovados choques sociales se avecinan. Vamos por el paro activo y la huelga general para terminar con un gobierno insoportable para las masas laboriosas. Que una Asamblea Constituyente, basada en el voto popular, libre y soberana, con poder reorganice el país sobre nuevas bases sociales. Por un Congreso de todos los sindicatos que discuta un plan económico de los trabajadores de salida a la crisis. El 24 y 25, paremos y movilicemos con esta perspectiva política.

Néstor Pitrola

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