martes, 25 de septiembre de 2018

Felipe Solá, el impostor



El ex gobernador de la provincia de Buenos Aires y actual diputado nacional Felipe Solá se pronunció frente a la detención de Juan Grabois y varios trabajadores senegaleses a manos de la Policía de la Ciudad a través de Twitter. Allí expresó: “Me informan que detuvieron a Juan Grabois.

Reprimir a los representantes sociales en medio de una gran crisis es de una irresponsabilidad enorme. En 2002, durante mi gobernación, tuve que dedicar un esfuerzo enorme para contener la violencia policial”.
Felipe Sola es un impostor. Como gobernador, fue uno de los principales responsables políticos de la Masacre de Avellaneda, donde la policía asesinó a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, junto a Eduardo Duhalde, Aníbal Fernández y un conjunto de funcionarios políticos. Su tuit es un nuevo intento por ocultar la verdad.
La Masacre de Avellaneda fue planificada por la cúpula del gobierno de Duhalde para intentar cerrar a sangre y fuego las movilizaciones populares que siguieron al Argentinazo. La ejecutaron de manera conjunta la Policía Federal, Prefectura, Gendarmería y la Policía Bonaerense, que comandaba el propio Felipe Sola. Posteriormente a la represión que dejó el saldo de los crímenes de Maxi y Darío y decenas de heridos, Solá participó de la conferencia de prensa junto a Juan José Álvarez y Aníbal Fernández y el comisario Alfredo Fanchiotti –luego condenado a prisión perpetua por los crímenes– donde estos afirman la versión infame de que "los piquetero se mataron entre ellos" y felicitan el accionar de las fuerzas represivas.
La multitudinaria movilización que repudia los asesinatos del gobierno y la difusión de las imágenes de la cacería llevada a cabo en Avellaneda obligaron a Duhalde a adelantar las elecciones y comenzar su retirada. En ese momento, Solá selló su boca.
Las gobernaciones de Felipe Solá se caracterizaron por el accionar de la maldita Bonaerense y sus mafias. Las represiones a la juventud, a los trabajadores y el gatillo fácil se combinaron con la descomposición del aparato represivo y su entrelazamiento con los carteles del crimen organizado, bajo el encubrimiento del poder político y judicial. Bajo el gobierno de Solá se produjo la segunda desaparición de Julio López. Cuando lo interrogaron por la cuestión, Solá dijo que no iba a avanzar sobre la bonaerense –heredera de los Camps y los Etchecolatz– porque eso pondría “en peligro la gobernabilidad de la fuerza”.
Felipe Solá y la mayor parte de los responsables políticos fueron cobijados por los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. En el terreno judicial, la causa que debía investigar a los responsables políticos estuvo encajonada por el juez Lijo para preservar este andamiaje represivo. Ninguno de los imputados fue llamado siquiera a prestar declaración, no obstante Lijo ordenó su archivo. Con la lucha de los familiares, encabezados por Alberto Santillán y Vanina Kosteki, en 2012, se logró desarchivarla.
La impostura tuitera de Felipe Sola apunta a ocultar la verdad en el camino de algún armado político que incluya al peronismo, el kirchnerismo, a sectores centroizquierdistas y los movimientos sociales vinculados al Vaticano.
Felipe Sola aún debe rendir cuentas de su responsabilidad en la Masacre de Avellaneda, una lucha que aún no se ha cerrado y que está inscripta en la perspectiva señalada por la hermana de Maximiliano, Vanina Kosteki, aquel 9 de enero de 2006 en los tribunales de Lomas, tras las condenas al comisario Fanchiotti y al cabo Acosta: "estas condenas son una primer victoria, pero la victoria total será cuando gobiernen los trabajadores"
Con Solá y todos los responsables de la Masacre de Avellaneda nos separa la sangre de nuestros mártires populares.

Eduardo Molina y Maximiliano Molina Kosteki

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