jueves, 27 de septiembre de 2018

Una caldera en ebullición



Corte del sindicalismo combativo en la Panamericana durante el paro del 25

La adhesión que recogió el paro nacional muestra que Argentina se ha transformado en una caldera social a punto de ebullición. El retroceso del nivel de vida de la población trabajadora ha adquirido características dramáticas. En sólo meses, el salario mínimo vigente quedó reducido a 260 dólares, de los más bajos en América Latina. Millones de jubilados reciben sólo 220 dólares mensuales. Pero la ofensiva capitalista contra las masas laboriosas está lejos de haber concluido. El nuevo pacto con el FMI viene con la exigencia de una devaluación aún mayor, para desvalorizar todavía más los ingresos de los trabajadores. En estas condiciones se entiende que todos los partidos y políticos patronales, incluidos acá los burócratas sindicales de todo pelaje y la Iglesia, se hayan trazado la perspectiva de la defensa de la gobernabilidad de Macri. El kirchnerismo ha hecho punta en este sentido, con su campaña de que a Macri hay que derrotarlo… en las elecciones de 2019. Mientras tanto, le dejan el camino libre para avanzar con el ajuste pactado con los gobernadores y el FMI.

Evitar la explosión

La burocracia sindical concibió el paro como una maniobra de descompresión. Evitó imprimirle un carácter activo, ya sea por medio de piquetes o con una concentración multitudinaria en Plaza de Mayo. A este operativo se sumó, con una perfidia pocas veces vista, el ala disidente de la CGT comandada por Moyano y la Corriente Federal. Luego de anunciar que harían un paro de 36 horas con concentración frente a la Casa Rosada, la inmensa mayoría de los sindicatos decidió no parar. Los Moyano (padre e hijo) se bajaron de la lista de oradores del acto del 24, al que tampoco movilizaron al Sindicato de Camioneros. En estas condiciones, la jornada de 24 terminó siendo una acción esmirriada, con presencia casi exclusiva del triunvirato piquetero dependiente del Vaticano.
De este operativo de contención participó el aparato de intendentes que sostiene la candidatura de Cristina Kirchner y, desde ya, los gobernadores que han acordado con el gobierno los términos del ajuste que será plasmado en el Presupuesto 2019 reclamado por el FMI. La burocracia sindical que convocó el paro es dependiente del aparato del Partido Justicialista y está tan dividido como éste. Mientras Moyano se bajaba del acto del 24 y ordenaba no movilizar a su gremio, circulaba la información que estaba trabajando para acercar posiciones entre Cristina Kirchner y Massa. Una delegación del moyanismo se reunió con Massa en la previa al paro, sin que se conociera del ex jefe de Gabinete de Cristina y compañero de viaje de Macri a Davos ninguna palabra de apoyo a la medida de lucha.
El operativo de contención en torno del paro, para reducirlo a una jornada aislada, incluyó su vaciamiento programático, quitando las reivindicaciones más importantes de los trabajadores. La primera de ellas, a saber, la reapertura de paritarias para recuperar lo perdido por la inflación, fue ignorada olímpicamente. Frente a un rodrigazo de dimensiones similares, fue la lucha por una paritaria del 100% lo que llevó a la huelga de junio y julio de 1975, que derivó en la caída del ministro de Economía, Celestino Rodrigo, y del fascista José López Rega. La voz de orden de la burocracia sindical y de todo el peronismo es evitar que se repita la historia -o sea, que el rodrigazo no sea respondido con una huelga general. Se entiende por qué: la burocracia viene de firmar en todos los sindicatos paritarias a la baja, en complicidad con sus respectivas patronales. Para éstas, y sobre todo para la burguesía industrial, la crisis ha dejado un saldo favorable que no quieren perder -la enorme desvalorización de la fuerza de trabajo. En su relato, el peronismo-kirchnerismo presenta a estas patronales como víctimas del ‘modelo financiero’ del macrismo y las reivindica como las fuerzas motrices de su ‘modelo nacional y popular’. La burocracia centroizquierdista comparte este punto de vista y ha limitado las acciones posteriores a jornadas de protesta contra el Presupuesto 2019.
En estas condiciones, los discursos pronunciados en la Plaza de Mayo en la jornada del 24 repitieron hasta el cansancio la necesidad de evitar que la crisis derive en una explosión social. La única voz disidente fue la de Pablo Micheli, quien planteó que el gobierno debe irse. Pero su radicalización duró menos que un suspiro. Rápidamente salió a explicar que eso debiera ocurrir recién en las elecciones del año que viene.

Luchar por derrotarlos

Las posibilidades de contención de la burocracia están condicionadas por el alcance de la crisis. La caída de Caputo y el encumbramiento en el Banco Central de un agente directo del FMI prueban que ésta está lejos de haber sido superada. En los próximos días, la Reserva Federal anunciará una nueva suba de la tasa de interés, lo que agudizará la tendencia a la fuga de capitales y a la guerra comercial. Justamente, los choques comerciales han derivado en una caída del principal producto exportable de la Argentina, la soja. La devaluación servirá para que los sojeros ganen más pesos, pero no puede revertir la pérdida de dólares que implica una soja a 300 dólares. Macri deberá soportar ahora una sequía impuesta por el capital.
De esta somera descripción se deduce una agudización de los antagonismos sociales, que las fuerzas capitalistas se esfuerzan en contener dentro de sus fronteras. La voz de orden que las anima es la defensa de la gobernabilidad macrista y del Fondo Monetario. En oposición a ello, planteamos la necesidad de un plan de lucha para derrotar el plan de guerra del gobierno, los gobernadores y el FMI. Reclamar al macrismo un cambio de política económica es una ilusión, o mejor dicho, una trampa. Una política basada en la satisfacción de las necesidades populares es incompatible con la permanencia de Macri en el poder. El movimiento de los trabajadores y la juventud no debe dejarse amilanar por las acusaciones de golpistas emanadas de los medios oficialistas y tampoco de los opositores contra los que planteamos la necesidad de derrotar al gobierno, y que éste sea sustituido por una Asamblea Constituyente soberana. Un cambio de este tipo requiere una acción histórica que, por definición, es altamente democrática.
Llamamos al Frente de Izquierda a adoptar todas las iniciativas que pavimenten este camino.

Gabriel Solano

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