domingo, 9 de septiembre de 2018

Argentina: entre la recesión y el vaciamiento serial



El derrumbe económico amenaza con ser el más prolongado desde 2002. El saqueo del gran empresariado no se detiene.

La semana terminó con tres días de calma cambiaria. El caos económico generado por la política de Cambiemos traerá estabilizaciones parciales, como ocurrió en julio, y nuevas corridas. Mientras tanto, el empresariado intenta asentar el ataque al salario y el empleo perpetrado con la devaluación.
Las negociaciones con el FMI del segundo pacto (luego de que quedara sepultado el primer acuerdo) y los cabildeos con los gobernadores para establecer una división de tareas en la aplicación del ajuste, impusieron una contingente pax cambiaria. Pero todos los especuladores miran de reojo el momento de relanzarse a la corrida contra el peso.
La tensa calma cambiaria fue ensombrecida el viernes por la calificadora Moody’s, una suerte de oráculo de la mala onda, que advirtió que la recesión en curso podría extenderse hasta 2020. Lo que dice Moody’s, obviamente, influye en las decisiones de los que buscan sacar su tajada en el río revuelto de la crisis.
La devaluación de 2002 impuso una caída de la economía de más del 10 % anual. Ese año, los salarios perdieron alrededor del 30 % del poder de compra. La devaluación duhaldista fue el puntapié inicial para la recomposición de la ganancia empresaria y el crecimiento posterior, ayudado por una situación internacional favorable.
Estos días se cumplen diez años de la quiebra de Lehman Brothers. A esa caída siguió, en 2009, el primer año de recesión mundial desde la posguerra. Desde el cuarto trimestre de 2008 hasta el tercero de 2009, Argentina atravesó el peor momento económico desde 2002.
La recesión en curso podría superar en profundidad y extensión aquel acontecimiento con el agravamente que en las actuales condiciones no se contará con el beneficio que significó para economías como la de Argentina el empujón internacional posterior a 2002 y 2009.
El mejor equipo de los últimos cincuenta años, que venía con la mesiánica tarea de sacar al país de las catacumbas de la decadencia, lo hunde en la peor recesión.
En combinación con la devaluación, el derrumbe económico apunta a disminuir estrepitosamente las importaciones y el turismo de argentinos en el extranjero para generar un ahorro de dólares en una economía con sequía de divisas. Es decir, destruir el consumo popular.
Pero hay mecanismos que aspiran dólares de la economía hacia el exterior que ni el Gobierno ni la oposición peronista se anima a detener: las ganancias de las empresas imperialistas que actúan en el país, la fuga de capitales y los pagos de la deuda externa.

Dólar dependencia

El copamiento de la estructura económica por parte de capital imperialista se puede medir en números: según Indec, entre las 500 grandes empresas, el 75 % de la facturación corresponde a compañías extranjeras.
Desde que asumió Cambiemos a julio de 2018 se fueron U$S 6.400 millones en utilidades y dividendos de las empresas extranjeras, superando incluso al tibio monto que ingresó por inversiones directas (es decir, reales en fábricas, establecimientos). Esta salida de dólares es sagrada, no se toca, bajo el credo cambiemita.
La lluvia de inversiones directas nunca pasó del deseo del oficialismo, pero sí entraron desde que asumió Mauricio Macri casi U$S 26.000 millones de capitales golondrina para hacer ganancias en Lebac y otros instrumentos especulativos. Ahora huyen en manada con los bolsos llenos de dólares. Nadie les pone un freno.
La deuda externa es un mecanismo de dominio del capital imperialista. Desde la dictadura hasta los primeros meses de 2018, el país pagó U$S 546 mil millones de deuda pública.
No obstante, la deuda no paro de crecer: cuando termine la gestión macrista el stock de deuda se acercará a U$S 400 mil millones, casi el doble que se registraba cuando asumió el Gobierno.
Se trata de una deuda fraudulenta, ilegal e ilegítima, entre otras cuestiones porque pegó un salto de calidad y en cantidad con la nacionalización de deuda privada, como la del Grupo Socma (Sociedad Macri) que realizó Domingo Cavallo a la salida de la dictadura.
El no pago de la deuda ahorraría, para dar un solo ejemplo, U$S 78 mil millones este año entre intereses y capital. Pero honrar a los acreedores buitres internacionales es prioridad aunque signifique la miseria para la mayoría.

Saqueadores seriales

Hay otra dimensión del saqueo. La fuga de capitales suma U$S 54 mil millones desde que asumió Cambiemos (U$S 20 mil millones en lo que va de 2018 hasta julio). En dos años y medio ya supera el 50 % de la fuga experimentada durante el kirchnerismo: desde mayo de 2004 hasta noviembre de 2015 alcanzó a U$S 95 mil millones.
Herve Falciani, quien trabajó en el HSBC, develó años atrás miles de cuentas abiertas por el banco en Suiza para ocultar activos, entre ellas las de 4040 argentinos por un total de U$S 3.500 millones. Esta operatoria fue aprovechada por Alfonso de Prat Gay para ayudar a la fallecida Amalia Lacroze de Fortabat a refugiar sus dólares en el exterior.
Stephanie Gibaud, ex ejecutiva de la Unión de Bancos Suizos (UBS), denunció como esa entidad facilitaba maniobras del mismo carácter que las del HSBC.
Otro caso resonante fue el de Hernán Arbizu, un estafador y ex empleado J.P. Morgan. Se trata del mismo banco donde trabajó Luis Caputo, actual presidente del Banco Central. Arbizu, en condición de “arrepentido”, describió como el banco facilitó el ocultamiento de fondos a quinientos clientes por U$S 400 millones entre 2006 y 2008.
Las corridas no la provocan pequeños ahorristas que intentan resguardar sus pocas monedas de la inflación comprando dólares. Por el contrario, según estadísticas oficiales del Banco Central, el 80 % de las compras de divisas corresponde a operaciones por más de U$S 2 millones.
Un trabajador que percibe $ 20 mil por mes tendría que trabajar 292 años para acumular esa suma, considerando que cobra aguinaldo (un lujo en estas pampas donde un tercio está en “negro”). Lástima que la vida es tan corta.
En la fuga pisa fuerte el empresariado antinacional que envía sus fondos a paraísos fiscales. En ArgenPapers, un libro publicado por Santiago O’Donnell y Tomás Lukin, se consigna que “Los Panama Papers no exponían un caso aislado. No se trataba de un desliz en la historia de los miembros de uno de los grupos empresarios más poderosos de la Argentina. El uso de guaridas fiscales se configuraba como una práctica habitual en el universo Macri.”.
Encontraron cincuenta estructuras “offshore” con un denominador común: Sociedad Macri (Socma). Pero la lista que construyen los autores de ArgenPapers se incrusta en los dos lados de la grieta: Jorge Macri, Lázaro Báez, Blaquier, Coto, Garfunkel, Cristóbal López, Martín Redrado, Arcor, Magnetto, Antonio de la Rúa, Techint, son algunos de los famosos nombres que ilustran la portada del libro.
Hace un tiempo atrás, se estimaba en U$$ 400 mil millones los fondos de argentinos en el exterior. ¿Cuánto será ahora? Difícil saberlo, lo que seguro se puede decir es que se fugaron más de un PIB (Producto Interno Bruto), que actualmente ronda los U$S 300 mil millones al nuevo tipo de cambio.
Para evitar el vaciamiento del país es tiempo de hablar de “fuga cero”. Tal como relatan los apóstatas del HSBC y de la J.P Morgan, la banca es un instrumento para la fuga de capitales.
La nacionalización de la banca, bajo gestión de sus trabajadores, podría transformarse en una potente herramienta para el crédito barato para la vivienda popular, financiar el consumo de los asalariados, del pequeño comerciante que será llevado puesto por la crisis, pero también para evitar nuevas confiscaciones del pequeño ahorrista como ocurrió con el “corralito”.
La recesión no detendrá el vaciamiento del país del gran empresariado extranjero y nacional. Es tarea de la clase trabajadora poner fin al régimen de los saqueadores.

Pablo Anino
@PabloAnino

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