sábado, 28 de julio de 2012

El sindicalismo combativo y las tendencias en el movimiento obrero



Los últimos años del sindicalismo se han caracterizado por el avance de los sectores antiburocráticos y por un crecimiento sostenido de la conflictividad laboral. Sin embargo podemos decir que esta coyuntura no amenaza directamente el “modelo sindical”. El conflicto encabezado por Hugo Moyano contra el gobierno nacional y las patronales del sector nos recuerda que una parte de la burocracia sindical tiene margenes de maniobra y retoma senderos de conflictividad. Este escenario, de continuarse, abre nuevas oportunidades y plantea mayores desafios para los movimientos de base y las izquierdas. Por Agustín Santella y Suzie Wylie, para ANRed.

Por ANRed - L (redaccion@anred.org)

En estos años hubo un crecimiento de sectores antiburocráticos en el movimiento obrero. Se manifiesta en ciertos conflictos laborales clave (Kraft, la detención del Pollo Sobrero en Ferroviarios, o Línea 60), así como en el avance sobre comisiones internas o listas de oposición en sindicatos (subterráneo, alimentación y gráficos). Hacía tiempo que no se presentaban listas de oposición en los sindicatos industriales. El antecedente más importante son las elecciones de 1984.
La recuperación de la izquierda en los sindicatos es relativamente reciente, desde el 2003 o 2004. Esto se puede ver en la composición de los 1º de mayo de la izquierda o en sus columnas. Hasta entonces las columnas piqueteras de desocupados representaban lo más destacado y esto no es así después. Es difícil encontrar un indicador preciso para estimar el peso mayor de la izquierda o sectores combativos.
Se ha mencionado al nivel de la estructura sindical que protagoniza los conflictos laborales como indicador del crecimiento del sindicalismo de base. Así, en los últimos años ha crecido al 60% el porcentaje de conflictos laborales organizado por instancias de base como las Comisiones Internas. Pero ello no implica que estos delegados de base tengan determinadas orientaciones ideológicas. Por otro lado los conflictos de base, que son al nivel de empresas, representan una minoría del conjunto de los trabajadores que participan en las huelgas, ya que grandes huelgas concentran a más trabajadores. Aunque también en este aspecto podemos notar una representación significativa en el conjunto de los trabajadores en huelga, con una tendencia creciente.
No deberíamos minimizar el fenómeno de las movilizaciones de base en los conflictos. El Observatorio del Derecho Social de CTA señala en un informe que “por su parte, en el 16% de los casos relevados dentro del sector formal, los conflictos fueron llevados adelante por los trabajadores sin participación de la organización sindical” (Informe de coyuntura del cuarto trimestre de 2011, ver síntesis en http://www.anred.org/spip.php?artic...). Una parte de los conflictos se realizan por fuera de toda estructura sindical. No es un dato menor, especialmente si hablamos del sector formal. Seguramente el mejor ejemplo de este tipo de conflictos es el acaecido en Cerro Dragón, provincia de Chubut, en los pozos petroleros, con el protagonismo de “Los dragones”. Este nombre atípico fue el elegido por trabajadores de la construcción afectados a los pozos, que no encuentran representación de su reclamo por parte de la UOCRA.
Hay que señalar además que desde 2005 estamos en presencia de un crecimiento sostenido de la conflictividad laboral, expresada en huelgas y/o manifestaciones. Incluso la cantidad de huelguistas aumentó en el 2008, año de crisis económica y política. En 2006 hubo 1.100.000 huelguistas, creciendo hasta casi 2.000.000 en 2008, bajando a 1.500.000 en 2009, una cifra que podría mantenerse hasta hoy. Una conclusión posible sobre estos números es que en la etapa actual una recesión no generaría tanto miedo y desmovilización entre los trabajadores como en otros contextos históricos. Esta conclusión es importante dado que estamos en las puertas de una recesión, y la respuesta del movimiento obrero es fundamental.
La mayor incidencia del activismo combativo es parte de la recuperación del conflicto laboral debido a la mejoría en el mercado de trabajo (menos desocupación) y al contexto político más favorable a la actividad sindical si comparamos a los años 90 con el período kirchnerista. También este avance, en particular en el sector industrial, es un resultado militante en pos de organizar a los trabajadores.
Aclarando que este avance es relativo dentro de una recuperación general del sindicalismo podemos decir que no amenaza directamente el “modelo sindical”. Por eso es aventurado declarar un “chau a la burocracia sindical”. No solo la izquierda ha logrado presentar listas opositoras en algunos sindicatos nacionales sino que la “interna peronista” ha llevado a competir entre los sectores burocráticos en sindicatos como Comercio. Esto, más otra serie de hechos recientes, nos recuerdan que la burocracia sindical tiene un grado importante de actividad y margen para reproducirse.
El conflicto entre el sindicato de Camioneros dirigido por Hugo Moyano y el gobierno nacional muestra a un sector sindical burocrático que se moviliza para defender el salario de sus afiliados aún en una dura pelea contra las patronales y el gobierno. Este conflicto culminó en la movilización a la Plaza de Mayo convocada por la CGT. Este escenario, de continuarse, abre nuevas oportunidades para el conflicto laboral y los movimientos de base. Pero también nuevos desafíos para las izquierdas si quieren aprovecharlos. Ni la CTA opositora, ni la izquierda pueden garantizar una lucha de impacto real frente a las patronales y el estado, pero tampoco Moyano lo puede hacer. Ninguno por separado puede convocar a una paralización general de actividades contra el “impuesto al salario” por ejemplo. Para lograr un avance en este campo no solo es necesaria la unidad de acción sino también algunas demandas más positivas y políticas, como alguna que haga referencia a una reforma impositiva que afecte a los patrones y no a los trabajadores (impuesto a las empresas y a la renta financiera). Demandas de esta índole atraerían al conjunto de la clase trabajadores y sectores populares, así como a las diferentes tendencias dentro del movimiento obrero.
Necesitamos proponer reclamos más ofensivos, que desafíen al modelo económico actual desde el punto de vista de la clase obrera, que puedan unir las clases populares en una visión económica política y que no nos confine al modelo corporativo. Esto podría ser una propuesta mucho más disruptiva para la relativa estabilidad de la hegemonía actual. Pero esto implica además la conformación de la voluntad de la unidad en la acción de amplios sectores obreros y populares. Un reclamo particular, como el de la situación de los mineros asturianos en el Estado Español, puede servir como canal de protesta para el conjunto. La demanda del financiamiento del estado hacia cierto tipo de industrias converge con los intereses de trabajadores de muchas otras empresas, y con la idea popular de la protección social. Las movilizaciones de los mineros están catalizando una enorme bronca social que presiona desde las bases a las burocracias sindicales de UGT (Unión General de Trabajadores) y CCOO (Comisiones Obreras) a convocar a una huelga general frente al ajuste salvaje votado en el parlamento recientemente. Este movimiento puede llevar a una crisis en la relación estrecha entre burocracias y estado.
Aquí en la Argentina debemos prestar atención a la combinación de los reclamos particulares y generales, porque mediante esta combinación se podrán desarrollar los procesos de unidad de clase. La cuestión del rechazo al impuesto al salario debe relacionarse con otros reclamos que puedan sentir todos los trabajadores e incluso a capas populares más grandes. Una campaña unitaria por la reforma impositiva desde la clase obrera, “para que la crisis la paguen los que más tienen”, se impone en la coyuntura actual.

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