martes, 23 de noviembre de 2010
De Clarín 2002, a la prensa K 2010. Mariano Ferreyra y los medios oficialistas
Organigrama de la red de medios dominada por el kirchnerismo
El crimen de Mariano Ferreyra puso de manifiesto la miseria política del kirchnerismo, desde la más alta cúpula del gobierno hasta sus defensores intelectuales o periodísticos. El aspecto más canallesco, si se quiere, es atribuir el señalamiento del carácter político del asesinato a una operación mediática del monopolio Clarín para justificar, al mismo tiempo, la descomunal censura que los medios oficiales han impuesto sobre el mismo.
Los funcionarios oficiales han evitado condenar, por todos los medios, a la patota que asesinó a Mariano, para deplorar "el enfrentamiento que costó su vida" (Tomada) -una suerte de ‘daño colateral' a lo Bush. Cristina Kirchner reclamó movilizaciones "sin palos ni armas" -en una sutil transformación de la emboscada de la patota en movilización. De paso ‘aggiornó' la teoría de los dos demonios, que no es otra cosa que la justificación del crimen con el argumento de la defensa propia. Mientras hacía votos por "llegar a los responsables políticos e intelectuales", el gobierno no asumió su propia responsabilidad política -por el crimen cometido por personal de su propio riñón, o sea la burocracia, sus empresarios del grupo Ugofe y la policía- sino tampoco la de intervenir como poder político en el esclarecimiento del crimen.
El PO y los ferroviarios en la mira
Con todo, las mayores inmoralidades se dijeron y escribieron desde la vasta red mediática financiada por el Estado. Los escritores oficiales se sintieron en la obligación de superar, en este punto, al poder que los financia. Un sacerdote pretendidamente progresista, Eduardo de la Serna, atacó "a los impolutos (el PO y quienes reclaman por el crimen de Mariano) que reclaman justicia y exigen que se calme el dolor interminable de los muertos que ellos mismos -quizá- provocaron". La parte más canallesca de esta atribución del crimen a nosotros (los luchadores, las víctimas) y no al aparato político e institucional es la expresión ‘quizás' -el cura disfraza su infamia con una pócima de incertidumbre. Su patrón, el dueño de Tiempo Argentino, se esmeró en difundir esta página de inmundicia por su red comunicacional, en una prueba de la situación desesperante del oficialismo y de su derrumbe moral. De la Serna no encontró otro medio de cubrirle las espaldas a Pedraza el de que convertir al PO en los "responsables políticos e intelectuales", que la Justicia aún no logró imputar.
Otra faena de los medios oficiales consistió en caracterizar como un ‘aprovechamiento' o ‘intrumentalización' del crimen contra nuestro compañero al pedido de audiencia a la Presidenta. No opinan lo mismo cuando la Presidenta inaugura un casino al lado de un capitalista del juego o de una firma capitalista internacional que viene a explotar a los trabajadores argentinos, con tercerización incluida. En la inauguración del sanatorio de Pedraza (no una mera audiencia), la Presidenta lo puso en el pedestal del "sindicalismo que construye" -un mal presagio para Mariano. El difunto marido de la Presidenta no tuvo tiempo de hacer la misma reflexión que sus lacayos cuando le otorgó audiencia a Blumberg en ocasión del asesinato de su hijo. ¿Cuál es la diferencia entre ese caso y el nuestro? Muy simple: a Blumberg lo podían cooptar y lo cooptaron.
La moral de los oficialistas se mide en la caja registradora. Desde el comienzo, la obsesión kirchnerista consistió en difamar al PO -en especial, cuando la gigantesca marcha del 21 de noviembre desparramó el pánico entre los atornillados y mejor remunerados funcionarios de ‘la causa nacional'. Así corrió la versión de que no queríamos aportar testigos, resumida en el titular de Tiempo Argentino: "ahora el PO aportaría datos a la Justicia". La pregunta se impone: si tenemos a Tiempo Argentino para qué queremos a Clarín. Eduardo Anguita, que dejó al desnudo su superficialidad cuando se convirtió en plumífero del poder, ‘interpretó' (así denominan al macaneo) que la fiscalía había logrado "estimular a aquellos testigos del PO que en los primeros días demoraban su declaración" (Miradas al Sur, 24/10). El blanco de esta gente no es la burocracia sindical ni Roggio o Cirigliano, o la policía emboscadora, sino el Partido Obrero. En los anales del periodismo argentino, no hay memoria de semejante impudicia. A la memoria viene aquel vómito de Videla sobre los desaparecidos.
Un muerto
Para el columnista de Miradas al Sur" Jorge Giles, el crimen de Mariano fue "un boleto de ida y vuelta hacia el pasado" (24/10), o sea sin consecuencias, porque tuvo lugar en "un país que soportó mil quinientas movilizaciones sin represión alguna" y "con dos mil convenciones paritarias". Ocurrió pero no tiene entidad, fue ejecutado por unos "mafiosos con anillos de oro", o sea que es un crimen común (¿para qué, entonces, encontrar responsables políticos?). Este otro periodista del poder no se enteró de la represión política tercerizada -en el Hospital Francés, el Casino y el Indec; en el subte y la Línea 60; en Kraft; a los maestros neuquinos y santacruceños. El recurso a la patota -sindical o paraoficial- ha sido largamente utilizado por el kirchnerismo; en el crimen de Barracas, esas patotas no han hecho más que ir a un extremo.
Con similares objetivos, Julio Godio sostiene exactamente lo contrario, o sea: siempre hubo muertos. En un reportaje a Miradas al Sur señala impertérrito: "la Argentina es un país violento. Acá se ejerce violencia de todos lados" (¡!). Mirando hacia atrás, Godio rememora que "en los años 20 los anarquistas se dividían en acción directa, entre comunistas, y se mataban entre ellos". No está claro si en Barracas el anarquista era Pedraza y el comunista Mariano, o al revés. Tampoco sabemos si Argentina es más o menos violenta que Alemania, o para el caso Francia con sus masacres coloniales y su laboratorio de la tortura. Todo sea para rescatar al aparato político que respalda al gobierno en el movimiento obrero. En cualquier caso, y a la hora de tomar partido entre la clase obrera y sus asesinos, el hombre despliega una idiotez sin paralelo al confundir la violencia con el crimen y recordar que la violencia (o sea el asesinato) es "partera de la historia" (argentina).
Silencio es salud
Lo retratado hasta acá es, sin embargo, un poroto. No habían pasado 24 horas del crimen cuando Radio Nacional ordenó que su informativo no se refiriera a Mariano ni como militante, ni del Partido Obrero -sino como ‘el manifestante'. La expresión "el militante del Partido Obrero" era asumida como explosiva. Lo mismo se puede ver en el resto de la prensa oficialista. Militantes son los K, aunque sean financiados por el Estado, en tanto que el PO sólo debe ser presentado como la izquierda que le hace el juego a la derecha. Hablar del militante del PO es definir una oposición de izquierda, socialista u obrera a la camarilla de la burguesía nacional.
El operativo de basureo del PO o de relego al olvido, cumple una función política que para los K es de vida o muerte, porque al PO no se lo doblega con un sobre en Diputados. Cuando ha pasado ya un mes del asesinato del MILITANTE DEL PARTIDO OBRERO, MARIANO FERREYRA, ningún canal oficial ha entrevistado a ningún dirigente del PO, y evitan presentar cualquier investigación que aniquile a Roggio-Cirigliano de Ugofe; a la burocracia sindical y a Pedraza. El lugar de éste ha sido ocupado por Moyano -que no es presentado como el jefe de la CGT patotera, integrada al Estado, sino como el líder que quiere distribuir el 10% de las ganancias truchas, pero no el retorno de los aportes patronales a los porcentajes anteriores a la rebaja establecida por Cavallo. El crimen político del que fue víctima Mariano dejó al desnudo una asociación ilícita del encubrimiento que, sin embargo, se arroga todos los días la condición del pensamiento sin ataduras (sin ataduras intelectuales que no tiene, por supuesto).
EnKubrimiento
Lo curioso (y por sobre todo perverso) es que esta censura organizada desde el Estado reivindica su metodología, y a ella misma, con una monumental falacia: hacer lo contrario es funcional a Clarín, como lo demostraría la presentación estentórea que Clarín hace del crimen, las páginas que dedica y la permanente referencia a la frases maldita: "Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero". Si Magneto no censura, si Magneto investiga, si Magneto incluso informa lo que otros no informan, está claro que la consigna es censurar, no investigar, sino confundir y encubrir. ¡Hagamos patria, encubramos! Abajo el monopolio de los medios y del lenguaje, mintamos hasta derrocarlo. ¿O acaso Clarín no titulaba de otra manera cuando gobernaba Duhalde? ¡Que ahora haga lo mismo! ¡Que mienta como lo hacía entonces -solamente así reparara sus delitos de lenguaje! ¿O acaso Clarín no tituló el asesinato de Kosteki y Santillán: "la crisis causó dos nuevas muertes"? ¡Que ahora titule entonces: "la fatalidad se cobró una vida" -que no mencione a la patota y, por sobre todo, que no use la palabra militante y menos Partido Obrero! ¡Que siga fiel al duhaldismo -sólo en este caso la reconoceremos como kirchnerista! Reclaman que los titulares de Clarín sean ahora tan encubridores como los de junio de 2002. En todo caso, es lo que los kirchneristas hicieron con Mariano Ferreyra -se mutaron en Clarín de 2002.
Canal 7 tardó cinco horas en iniciar la cobertura del crimen. En cuanto a 6-7-8, junto a los otros programas K de la televisión -sea de aire o de cable-, ostentan el raro privilegio de ser los únicos que no reportearon a ningún miembro del PO por el crimen de Mariano. En 2002, Clarín debió virar su posición en la masacre de Avellaneda cuando uno de sus fotógrafos intimó a sus patrones a difundir las fotos del crimen, so pena de hacerlo por su cuenta. Pero en 2010, los intelectuales kirchneristas no han seguido ese camino con sus patrones. Un mail enviado por Gabriel Mariotto a Radio Nacional ordenó que en el tratamiento de las noticias de Mariano fuera eliminada cualquier referencia al PO. Desde entonces, Mariano ha pasado a ser "el militante", a secas, como si pudiera serlo sin referirse a un programa o a una organización. En suma, los voceros del régimen han hecho lo que estaba a su alcance con todas las huellas del crimen político: Mariano no tiene filiación política; es un huérfano, un NN político; sus asesinos son barrabravas o mafiosos, sin vínculo reconocido con las corporaciones empresariales, la burocracia sindical y los funcionarios estatales entrelazados con ambas.
Descomposición
En las horas posteriores al crimen, nuestro Partido pidió una audiencia con la Presidenta, en nombre de centenares de organizaciones, para reclamar un compromiso público del gobierno en su esclarecimiento. Según Página/12, esa audiencia se negó para "no darle a Altamira y el resto de la dirigencia del PO el escenario de la Rosada para que amplifiquen sus afirmaciones sobre una ‘complicidad estatal' (Página/12, 23/10). El gobierno tenía, sin embargo, un recurso sencillo para taparle la boca "a Altamira y al resto de la dirigencia": demostrar que esa complicidad no existe con medidas prácticas y concretas. El gobierno se encargó él mismo de amplificar las "afirmaciones" que el diario le atribuye a Altamira, sin presentar nunca una cita textual. En cambio, para estos oficialistas es el PO quien estaría utilizando políticamente al crimen...por haber pedido una audiencia a un gobierno que no piensa concederla.
Hasta el 20 de octubre, los dislates de los escritores de Estado despertaban una mezcla de gracia y desprecio. No hay nada más grotesco que ver a periodistas de Estado defender una ley de medios capaz de emancipar la palabra -en especial, si es un negocio de Telefónica. Después del crimen de Mariano, las parrafadas oficialistas -que encubren mediáticamente a los encubridores políticos; que convierten en culpables a las víctimas; que recurren al NN como único medio de confrontación política (para preservar a sus mecenas de una oposición socialista)- han pasado de ser un plato indigesto. Ya es una comida en descomposición.
Marcelo Ramal
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