sábado, 20 de marzo de 2010
Juicio ESMA. Astiz se auto-declara democrático y republicano
El ex marino justificó la represión ilegal con discursos de Perón sobre la necesidad de “exterminar terroristas”. Dijo que la Justicia responde al Ejecutivo y que hay “un ataque organizado y sistemático al grupo de personas que combatió al terrorismo”.
Alfredo Astiz declaró ayer durante setenta y ocho minutos ante el tribunal que lo juzga por delitos de lesa humanidad en la ESMA. No negó los crímenes que le imputan. No mostró arrepentimiento. No pidió perdón. Admitió los hechos a su manera. Con discursos de Perón sobre la necesidad de “exterminar terroristas”. Con los decretos de aniquilamiento de Luder, Cafiero & Ruckauf. Con un supuesto “apoyo de la sociedad, reflejado en el periodismo de la época”. Afirmó con esmerado rostro adusto que Néstor Kirchner dio en 2003 “un golpe de Estado” al designar “una nueva mayoría automática” en la Corte Suprema de Justicia, aseguró que el Poder Judicial responde “a las órdenes del Ejecutivo”, que existe “un ataque organizado y sistemático al grupo de personas que combatió al terrorismo” y advirtió que “los responsables e implicados en esta persecución deberán responder en el futuro”, frase significativa para quien se ufanó de ser “el hombre mejor preparado para matar políticos o periodistas”. Hoy a las once tendrá la palabra Jorge Acosta, ex jefe de inteligencia del Grupo de Tareas 3.3.
La jornada comenzó con forcejeos en la vereda de Comodoro Py, donde agentes de la Federal se avalanzaron sobre un camarógrafo de la agencia Reuters para impedirle tomar imágenes del dictador Jorge Videla. El papelón continuó a la tarde, con malabarismos de los penitenciarios que trasladan a los represores para impedir que los reporteros hicieran su trabajo. El fotógrafo de Página/12 tuvo que disparar su cámara con una Itaka pegada al pecho. Los camarógrafos presentes, de canales que curiosamente no cubrieron la declaración de Astiz, aseguran que Videla y los imputados de la ESMA partieron rumbo a Campo de Mayo y Marcos Paz, respectivamente, en el mismo camión del Servicio Penitenciario.
Menos formal que sus camaradas, con jean y pulóver, Astiz caminó hasta la silla reservada a los testigos con el vaso de agua en una mano y una carpeta celeste en la otra. Se sentó, miró hacia la bandeja superior en busca de cariño y se dispuso a dar sus datos.
–¿Apodos? –preguntó el juez Daniel Obligado.
–Alfredo –respondió el hombre, que infiltrado en las Madres de Plaza de Mayo se hacía llamar Gustavo Niño.
–¿Grado militar?
–Capitán de fragata –mintió, pues lo perdió tras ostentar ante una periodista sus dotes como asesino.
Luego leyó en castellano borrascoso un discurso de catorce carillas, que más tarde distribuyó un camarada. Astiz se definió como “democrático y profundamente republicano” y dijo no compartir ideales con ningún totalitarismo, incluido el nacional-socialismo, al que considera “de izquierda (sic)”. Luego intentó dar cátedra sobre terrorismo. Recordó la Tricontinental de 1966, la Organización Latinoamericana de Solidaridad y la Junta Coordinadora Revolucionaria en 1974, con la que consideró instituida “una organización terrorista continental dirigida por la Unión Soviética y Cuba”. Enumeró acciones militares durante el gobierno peronista anterior al golpe de Estado y reforzó su argumento con citas de Luis Mattini, ex dirigente del PRT, quien admitió que “nunca pensamos en democracia”, y de Martín Caparrós, cuando escribió que “creíamos muy sinceramente que la lucha armada era la única forma de llegar al poder”.
Dedicó el segundo capítulo a la obediencia debida. Aseguró que fue justificada por San Martín y Belgrano, explicó que como subordinado tenía vedado inspeccionar “lo bueno o malo de una orden” y consideró “ridículo” pretender semejante actitud de un militar “durante el fragor del combate y bajo fuego enemigo”. Prefirió no dar ejemplos. En línea con el capitán Adolfo Donda, dijo que “no delinque el militar que cumple órdenes, sino el superior que no se hace responsable de las órdenes que ha dado”.
Para justificar el terrorismo de Estado invocó “órdenes verbales” de Perón luego del copamiento del Regimiento de Azul, cuando pidió “aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal”. También citó al diputado peronista Alberto Stecco, que propuso “perseguir a los subversivos y aniquilarlos como ratas”. Aseguró que “las Fuerzas Armadas cumplieron con el mandato constitucional, con leyes y decretos vigentes, en legítima defensa del Estado y la Nación”. Nada dijo sobre la legitimidad del golpe de Estado. Tampoco sobre las normas en las que se fundó el método cristiano de arrojar personas vivas al vacío desde aviones militares.
De los casos que le imputan, sólo se refirió al de las Madres y las monjas secuestradas en la iglesia de la Santa Cruz. Puso en duda “la seriedad de los exámenes” que permitieron identificarlas y pidió que se reiteren. Es comprensible: no podrá ser condenado por homicidio por miles de desaparecidos, pero sí por las víctimas que el Equipo Argentino de Antropología Forense inhumó, identificó y entregó a sus seres queridos.
Producto del “golpe de Estado” kirchnerista existe una “permanente e ilegal presión” del Poder Ejecutivo sobre el Judicial, sostuvo. Le consta por “editoriales del diario La Nación”. “¿Qué siento de la Justicia argentina?”, preguntó e hizo una pausa cual si fuera a emitir una reflexión profunda. “Que está permanentemente subordinada a las necesidades políticas”, respondió. Sugirió “oscuras manipulaciones”, advirtió sobre “la creciente inseguridad jurídica que azota a la Nación” y no se privó de amenazar al TOF5. Son “una comisión especial de facto”, dijo, y les advirtió que “deberán hacerse cargo de su incalificable accionar cuando vuelvan a imperar las instituciones de la República”.
El cierre fue digno de un canalla: “Si realmente quieren saber qué pasó”, advirtió en una sala repleta de padres e hijos de desaparecidos que esperan desde hace treinta años una confesión sobre el destino final de sus seres queridos, “deberían juzgarnos como legalmente corresponde, por nuestros jueces naturales, es decir la justicia militar”.
Diego Martínez
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