Las contradicciones de clase del feminismo no han demorado en aparecer luego del fracaso del kirchnerismo y de sus seguidores de izquierda para resolver o atemperar el deterioro social, la desigualdad, la discriminación y la violencia que afectan a la mujer trabajadora. El feminismo ‘nacional y popular’ ha sido incapaz de establecer una organización de masas de la mujer, el arma fundamental para luchar contra la opresión. No ha podido ni sabido salir de la jaula de los ‘coloquios’ de cúpula. La organización de masas de la mujer trabajadora, por su lado, requiere un programa vigoroso de reivindicaciones que es incompatible con el Estado burgués, él mismo basado en la explotación social, la discriminación y la violencia. El ajuste populista, mediante la inflación, y el de la motosierra libertaria, que se vale de la expropiación de derechos y conquistas que han valorizado a la fuerza de trabajo, han agravado la miseria social de las familias trabajadoras, de sus mujeres y de sus niños. Los mismos factores que han llevado a la victoria de Milei (la bancarrota capitalista, de un lado, y la confusión sembrada por el nacional-izquierdismo, del otro) se han conjugado para desenvolver un “feminismo de derecha” que vuelve a dejar en evidencia que el feminismo como categoría social identitaria (homogénea) esconde contradicciones insuperables. Históricamente, la organización de masas de la mujer se ha desarrollado por la iniciativa de las mujeres de partidos socialistas y comunistas de masas. La ausencia de partidos obreros poderosos no invalida, sin embargo, la necesidad de la organización independiente de la mujer trabajadora, solamente modifica los métodos que deben formar parte de la lucha por la construcción de partidos obreros revolucionarios mismos.
El desplazamiento político del kirchnerismo por LLA ha tomado su correlato en el movimiento feminista. A diferencia de Milei, sin embargo, que ha descalificado al feminismo, esta derecha pretende imponer su agenda en el movimiento de mujeres. El feminismo de derecha es descripto mediante numerosas entrevistas en un libro de reciente aparición (Sin padre, sin marido, sin Estado) que la revista Nueva Sociedad resume mediante una entrevista a sus autoras (Melina Vázquez y Carolina Spataro) en su edición de septiembre último. Las libertarias en cuestión están repartidas en varias tiendas: Mujeres Liberales Argentinas, Mujeres por la Patria, Pibas libertarias, Las Pibas Progresan y el capítulo argentino de Ladies of Liberty Alliance.
Las libertarias redefinen la lucha contra “el patriarcado”. Mientras que el feminismo convencional lo describe como una cuestión de género que deriva en la lucha contra el “machismo” o la “masculinidad tóxica”, las libertarias lo centran en el Estado. De lo que se trata es de “emancipar” a la mujer del Estado mediante la “autonomía económica” y el “empoderamiento” personal. En la mayor parte de los países, sin embargo, el patriarcado ha sido abolido como figura legal, lo cual ha servido para mostrar, debido a la persistencia de opresión de la mujer, incluso su agravamiento, que esa opresión radica en el sistema económico, o sea, en el modo de producción capitalista. La presencia de la mujer en el trabajo productivo la prepara políticamente para una emancipación social ligada a la lucha de clases.
Aunque este modo de producción se encuentra en un estado agonizante, las burbujas financieras han servido para hablar de un “empoderamiento” de mercado; es lo que justifica procurar la “educación financiera” para ganar una autonomía ‘real’, que ha cobrado difusión desde hace un tiempo. Las bolsas internacionales han crecido en varios cientos por cientos, habilitando la fantasía de la autonomía financiera individual. La liberación de padre, marido y Estado pasa por el bolsillo y no por derechos políticos conquistados mediante una lucha contra el capital y el Estado. De esto se trata el feminismo libertario, que ha salido a disputar al feminismo una hegemonía política, luego de dos victorias electorales de LLA. A diferencia del movimiento clerical Pro-Vida, defienden el derecho al aborto y a la educación sexual integral. Pero con dos salvedades: la primera no debe ser gratuita, salvo en los hospitales públicos, hasta que se consuma la privatización de la Salud. La educación sexual no debe ser privativa de la familia, a diferencia de lo que sostiene el clericalismo, pero la escuela debe abordarla desde un ángulo ‘biológico’, sin la influencia ideologizante del género o el marxismo. Esta distinción entre el clericalismo y el feminismo libertario expresa el ascenso de una minoría de mujeres en la cúpula de la administración de los Estados capitalistas. Es una vía para la cooptación de un sector del feminismo ‘populista’ que ha ascendido social y políticamente; por eso participan de las movilizaciones del 8 de Marzo. Parte de esta derecha reivindica el movimiento sufragista de los siglos XIX y XX, en un intento de distanciamiento de las dictaduras militares. Apoyará, ciertamente, una intervención militar norteamericana contra Venezuela, en nombre de la elección invalidada por Maduro el año pasado.; es, además, bolsonarista. En cuanto a Palestina, apoya al sionismo, con la aclaración de que el kirchnerismo saboteó todo lo que pudo las movilizaciones en defensa del pueblo palestino. Bajo la demagogia libertaría intenta atraer a las ‘rapis’ y ‘uberistas’ que, impedidas de encontrar un trabajo y por rechazo a la precariedad laboral, procuran salidas individuales y ‘autonomías financieras’. Apoya abiertamente la política de Milei, ajustadora y represiva, y toma como ‘modelo’ a Patricia Bullrich y Diana Mondino, aunque no (parece) a Karina Milei.
La derecha fascistizante busca abrirse un espacio en el movimiento de la mujer. Pone en la agenda el tiempo de las tareas de cuidado, desarrollando capacidad para contratar trabajo doméstico y aborda el acoso sexual reivindicando la “libre portación de armas” y la práctica de tiro. El propósito es construir un espacio dentro del espacio libertario, como vía de ascenso social y promoción política, diferenciándose del discurso homofóbico de LLA, que asimila la homosexualidad a la pedofilia. Le costará, de todos modos, ‘liberarse’ de Jeffrey Esptein y de las milicias bolsonaristas.
El cuadro clasista que ha tomado cuenta del feminismo (diferenciación social y política) augura una desintegración del feminismo policlasista de los últimos años. La organización socialista de masas de la mujer trabajadora está más que nunca en la agenda revolucionaria.
Jorge Altamira
24/11/2025

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