Llegó a Netflix “El Suplente”, la coproducción latinoamericana-europea dirigida por el cineasta, guionista y productor argentino Diego Lerman. El film se estrenó este año en España y compitió en el 2022 en el festival Internacional de Cine de Toronto (Canadá). El film se propone narrar la historia de un profesor de Literatura que debe enfrentarse con la problemática narco en una escuela de barrio del otro lado del Riachuelo.
El tema, por demás interesante y de actualidad, es tratado sin embargo con una superficialidad complaciente con el sistema. El conflicto se ambienta en una escuela intervenida por el Ministerio de Educación que usa a la Gendarmería como fuerza de choque y control de estudiantes y docentes. A lo largo del film, el protagonista es empujado a optar por el “mal menor” de una falsa grieta entre un intendente, presumiblemente de Avellaneda y peronista, y su competidor narco, cuya filiación política se oculta.
Ambos se disputan el barrio manipulando el asistencialismo y combinando la corrupción, la infiltración de la inteligencia policial aliada al poder y la violencia criminal que tiene como víctimas a los jóvenes. Quizás lo mejor de “El Suplente” sea la actuación de los pibes que concurren a la escuela y los únicos que se rebelan. La hija de Diego Lerman y, en la ficción, del profesor, ganó un premio a la mejor actriz de reparto en San Sebastián.
La podredumbre del intendente no le impide al “Chileno” (padre del profesor, encarnado por un correcto Juan Minujín) actuar como puntero “honesto” al servicio del oficialismo. El “Chileno” representa a un militante social sin conciencia política de clase que justifica las maniobras inmorales de su jefe político, el intendente. El fraude radica en presentar al “Chileno” como una suerte de héroe que se inmola por el barrio.
En una pretendida lección politica a su hijo, que aterriza en la escuela secundaria del barrio después de haber perdido un concurso en la Universidad (pública?), el “Chileno” adapta una máxima de Perón y la convierte en “hay que mojarse para pescar”, es decir cerrar los ojos y convalidar las porquerías de la política patronal. El oportunismo es reivindicado como un acto político de realismo.
Nacional y popular
Para no “spoilear” la historia, no contaremos la forma gangsteril con la que el intendente busca asegurarse su reelección, pero basta con saber que es el propio jefe narco quien le recrimina la falta de códigos por haberse metido con la escuela del barrio.
Al blanqueo del intendente asistencialista y capaz de las zancadillas más sucias se suma la romántica visión de un narco criminal con principios morales. La película de Lerman tiene un barniz nacional y popular de corte comercial para hacerla digerible. El personaje del profesor carece de una personalidad política definida y se conforma con ser un docente “piola” y solidario con sus alumnos. El slogan kirchnerista “nadie se salva solo” es utilizado por Lerman para darle una insólita resolución a la persecución del estudiante amenazado de muerte por el “Perro”, el jefe narco. En pocas palabras, la lucha es sustituida por la fuga.
En “El Suplente” sobrevuela todo el tiempo la adaptación al régimen. Siendo una película que tiene como protagonista a un docente, la docencia aparece como cómplice de la intervención ministerial-policial. Un “yo vengo a la escuela a enseñar” que acepta la intimidación de los gendarmes y funcionarios en la escuela y en las aulas. Se trata de una deformación capciosa para tratar al docente como un clasemediero sin conciencia, desconociendo la labor de los equipos de orientación y el rechazo de la docencia bonaerense al ingreso de la policía en las escuelas so pretexto de la “inseguridad”.
Un momento particularmente insidioso del film es la “asamblea” donde la mayoría de los profesores “votan” seguir dando clase a pesar de que la Gendarmería filtra y requisa a quien entra y sale de la escuela secundaria. ¿Quién le dijo al director Lerman que ese es el proceder habitual de la docencia bonaerense? El “Profesor” no va más allá de la búsqueda de una comunicación sensible y solidaria con sus estudiantes. Aunque loable, es muy poco frente al conflicto social que tiene como víctima a la juventud precarizada y desocupada, a merced de la violencia del Estado y el matonaje narco.
Brilla por su ausencia en el film de Lerman la lucha organizada de la docencia contra los narcos y contra la ocupación de la escuela por la Gendarmería. También la organización gremial que parece no existir. La presentación despolitizada del colectivo docente -que opta por dar clases con la Gendarmería adentro de la escuela- contrasta -de la mano del director de “El Suplente”- con la exaltada solidaridad social con que presenta al “Chileno” y a los curas villeros del barrio. Ese es el modelo con el que se identifica el film y su director-guionista.
La excepción a esta versión mentirosamente indiferente de los docentes del Conurbano son el profesor suplente, de paso por la escuela, y una docente que vive en el barrio y se mueve en soledad sin el acompañamiento de sus pares. El tercer resistente es otro profesor que propone votar si van o no a dictar clases mientras la Gendarmería continúe ocupando el establecimiento escolar. Por la forma en que es pintado el personaje (literal) esta resistencia se presenta como una salida sin futuro. Una vez más, se condena la lucha como una “troskeada” inofensiva e infantil (Baradel agradecido).
Para conformar el personaje del docente que pelea desde adentro del sistema, el profesor termina disculpándose (“estuve mal”) ante un burócrata del Ministerio enviado expresamente para vigilantear, observar e intervenir las clases. El “arrepentimiento” del profesor no podría ser más patético cuando le reconoce al funcionario “estar haciendo su trabajo” como si la Dirección General de Escuelas bonaerense y el Estado fuesen políticamente inocuos.
Comentarios finales
Resumiendo, es poco lo que se puede rescatar de” El Suplente” con excepción de algunas actuaciones como la del pibe perseguido por los narcos, sus compañeros de clase y la siempre excelente Rita Cortese. No se trata de pedirle a una obra artística que sea un panfleto militante pero el propio film “se vende” a sí mismo como una denuncia social y pintura de la vida barrial.
El peronismo punteril que recorre a “El Suplente” impregna un film mediocre. La lucha contra la penetración narco en una juventud sin trabajo y explotada es una cuestión de régimen y transformación social. La mirada nacional y popular es de una tremenda hipocresía, sobre todo cuando la docencia bonaerense mete las patas en el barro todos los días y sufre la desmoralización de un trabajo profesional mal pago y desjerarquizado.
La escuela es un espacio de conflicto, pero para acabar con la miseria y la descomposición social hay que transformar la realidad sobre nuevas bases sociales. Este comentario es también una invitación a ver “El Suplente” con una mirada crítica, rescatando la rebeldía de la juventud, tanto de los estudiantes como la de la hija del profesor, una adolescente de doce años que defiende ante sus padres el derecho a decidir sobre su educación. A pesar del panfleto moralizante y peronista, “El Suplente” ofrece en este plano una visión optimista.
Daniel Rapanelli
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