Juan Manzur dejó su cargo como jefe de Gabinete del gobierno nacional, para replegarse a la campaña electoral en la provincia de Tucumán, donde competirá como candidato a vicegobernador del oficialismo, junto a su actual vice Osvaldo Jaldo. Lo reemplazará el santafesino Agustín Rossi, hasta ahora titular de la AFI, uno de los próximos al presidente. El hecho ilustra la situación de la coalición gobernante, porque realmente nadie quería agarrar la coordinación de ministerios de un gobierno en demolición, de la misma forma que nadie quiere atarse a un barco que se hunde.
La Jefatura de Gabinete suele ser un cargo con visibilidad y vínculo con todas la carteras, y por eso apetecido. Pero este no fue el caso. La esperada salida de Manzur para regresar a Tucumán caracteriza también el cuadro actual del peronismo. El gobernador tucumano había desembarcado en el gabinete nacional tras la derrota del Frente de Todos en las Paso de 2021, con la presunta misión de sumar “volumen político” especialmente por el nexo con los mandatarios provinciales, pero regresa ahora a sus pagos en una escenario caracterizado por el adelantamiento generalizado de las elecciones distritales para despegarse de la suerte del gobierno en los comicios nacionales, en una suerte de “sálvese quien pueda”. Son los costos políticos del ajuste en marcha.
El nombramiento de Rossi no viene acompañado de expectativa alguna, más que evitar que el cargo quede en manos de algún enemigo interno, cuando arrecia el “fuego amigo” dentro de la coalición oficial. De todas maneras, lo cierto es que no hubo pulseada porque nadie disputaba realmente ese lugar, y menos el kirchnerismo que intenta disimular con una pose semiopositora que forma parte del Frente de Todos y es por lo tanto socio de los ajustadores.
Por lo demás, quien concentra mayores facultades en el gabinete es Sergio Massa, el ministro de Economía que goza de facultades extraordinarias para cumplir con las metas fiscales del FMI. Sin ir más lejos, la semana pasada se publicó en Boletín Oficial una resolución que obliga a los ministros a pedir aval del tigrense para cualquier readecuación presupuestaria incluso dentro de sus propias carteras. Esto hace que todo lo que no se ejecute para su destino original pase a engrosar el recorte del gasto público. Así, por ejemplo, el ahorro por los 160 mil despidos en el Potenciar Trabajo no serán usados para otros programas del Ministerio de Desarrollo Social como prometía Pérsico -asegurando que iría financiaría a… sus cooperativas-, sino para satisfacer al Fondo Monetario.
La imagen cada vez más negativa del gobierno nacional en la opinión pública es el reflejo de su estado crítico, precisamente por haberse abocado a achicar el déficit a base de depreciar las jubilaciones y los salarios e imponer tarifazos en medio de una estampida inflacionaria. Esto, cuando asumió prometiendo la vuelta del asado y la recuperación del poder adquisitivo de los jubilados. Otro fiasco más de los políticos capitalistas que nos gobernaron durante las últimas décadas.
Iván Hirsch
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