Tras el derribo de un globo aerostático chino por parte del Ejército estadounidense la semana pasada, la relación entre Washington y Beijing alcanzó un nuevo pico de tensión.
Estados Unidos asegura que el globo en cuestión realizaba tareas de espionaje, y en los días posteriores abatió otros tres objetos voladores, sin que hasta el momento haya claridad sobre su naturaleza y su procedencia. Taiwán, isla sobre la que Beijing reclama su soberanía, también denunció la incursión de globos chinos.
El gobierno de Xi Jinping acusó a Estados Unidos de sobreactuar, sostuvo que el objeto cumplía tareas de investigación meteorológica y pasó al contraataque, señalando este lunes 13 que diez globos yanquis invadieron su espacio territorial a lo largo de 2022. El Global Times (13/2), un diario afín al régimen, acusó a Washington de “disparar a un mosquito con un cañón”.
El incidente del globo aerostático dice mucho acerca del clima político que Estados Unidos está generando puertas adentro, en el marco de la puja con China y de la guerra en Ucrania.
Para encuadrar a la población detrás de su política imperialista y belicista, Washington crea un clima de paranoia en la opinión pública, en que todas las “amenazas” se terminan confundiendo en un delirante revoltijo. Lo grafica una reciente conferencia de prensa con un funcionario del Pentágono, en que una periodista preguntó: “Dado que todavía no nos ha podido decir qué son esas cosas a las que estamos disparando desde el cielo, eso plantea la pregunta: ¿Han descartado alienígenas o extraterrestres, y si es así, por qué? Porque eso es lo que todo el mundo nos está preguntando ahora mismo”. El funcionario incrementó la zozobra con su respuesta: “Dejaré que la comunidad de inteligencia y contrainteligencia lo averigüen. Yo no he descartado nada en este momento. Seguimos evaluando cada amenaza o amenaza potencial desconocida que se acerca a América del Norte con la intención de identificarla”, sostuvo (El País, 13/2).
Estados Unidos está llevando a cabo, entonces, derribos puramente preventivos de objetos no identificados (de los que aparecen decenas cada año) y de globos aerostáticos que no suponen una amenaza militar real.
En este estado de cosas, demócratas y republicanos compiten por quién es más duro. Donald Trump, al igual que otros referentes de su partido, consideró tardío el derribo del globo chino, dado que llegó a cruzar todo el territorio, desde el Pacífico al Atlántico. La Casa Blanca retrucó asegurando que globos chinos invadieron el espacio aéreo durante la gestión del magnate.
Lo más notable de todo es que, en plena campaña de propaganda contra el régimen chino, Estados Unidos avanza en un cerco militar contra el gigante asiático. Acaba de suscribir un acuerdo con Filipinas que le permite ampliar su presencia militar en ese archipiélago. Días antes, reforzó acuerdos con Corea del Sur, donde ya tiene desplegados 28.500 soldados. Japón, otro socio suyo en la región, anunció un incremento de su presupuesto de defensa. Y Nancy Pelosi, extitular de la Cámara de Representantes, viajó el año pasado a Taiwán, llevando las tensiones al extremo.
La crisis capitalista mundial y el imperialismo conducen a un desarrollo de las tendencias bélicas. Es lo que estamos viendo en Ucrania. Una de las condiciones para sostener la guerra imperialista es crear una atmósfera de xenofobia, temor y chauvinismo al interior del propio territorio. Washington avanza peligrosamente por ese camino.
Gustavo Montenegro
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