domingo, 26 de junio de 2022

Del Puente Pueyrredón a los nuevos desafíos de las luchas de los trabajadores


Panorama político de la semana. 

 20 años después de la masacre de Avellaneda, una nueva ofensiva antipiquetera.

 Al cumplirse 20 años de la masacre de Avellaneda en que fueron asesinados Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, los paralelismos con la actualidad son evidentes para todos. Un pujante movimiento piquetero que ganas las calles contra el hambre y el intento de facturarle la crisis a los trabajadores, y un ataque de todas las fracciones políticas del poder, que inclusive tienen reciclado entre su personal político a los responsables de aquel crimen de Estado. Hoy como en ese entonces, aquí se juega una pelea de gran alcance.
 Es lo que manifestó la dirigente del Polo Obrero de La Matanza, Gabriela De La Rosa, desde el ollazo en el Obelisco con que respondieron a las ofensas de Cristina Kirchner: “la vicepresidenta millonaria del gobierno ajustador no va a decirnos a las mujeres piqueteras cómo organizarnos. Venimos luchando contra los punteros en los barrios desde la época en que Cristina y Néstor apoyaban al gobierno de Duhalde y sus punteros. Su planteo sobre los programas sociales es la misma que la de Macri, Bullrich, Milei y Marra, es decir apunta contra las organizaciones de lucha que venimos enfrentando el pacto con el FMI”. 
 La contestación da en el clavo, porque todo el sentido de bregar por subordinar a los beneficiarios de programas sociales a intendentes y gobernadores del ajuste apunta a barrer con los planes, haciendo de ellos una plataforma de mano de obra precaria para el Estado y eliminando -como reclama al unísono el gran capital- la competencia que significan para ramas enteras de la economía que pagan salarios en torno a la canasta de indigencia, la cual dicho sea de paso aumentó en los primeros cinco meses del año un 35%. 
 Como recuerda el editorial semanal de Prensa Obrera, escrito por Gabriel Solano, con sus declaraciones la líder del kirchnerismo no hace más que regresar a sus orígenes, cuando junto a Néstor gobernaban Santa Cruz en aquella década menemista celebrando la privatización de YPF y reprimiendo a los que perdían su laburo con esa entrega. En definitiva, como concluye el legislador porteño del FIT-U, “pretende encarar el futuro con los métodos del pasado”. 
 Lo que Cristina quiere esconder es la enorme pauperización laboral que sigue extendiéndose, o más bien su propia responsabilidad en ello. Calificó de “insólito” que existan más de un millón de planes cuando la desocupación se registra en un 7%, aunque si no fuera por los Potenciar Trabajo que se contabilizan como ocupados escalaría a casi el doble. De hecho, según los recientes informes del Indec, a pesar de que el PBI se incrementó en el primer trimestre un 0,9% la cantidad de asalariados es la misma, solo que hay 200.000 menos con aportes jubilatorios que pasaron a engrosar la porción de precarizados. El dato vale para ver que asistimos a una intensificación de la explotación, y que la reforma laboral que impulsan todas las fuerzas patronales no creará más empleo sino menos y más barato por más trabajo. 
 La ofensiva contra el movimiento piquetero no se limita a estos ataques discursivos, sino que se expresa en una verdadera ola de criminalización de la protesta. El fiscal federal Marijuan denunció, sin más base que una maniobra mediática de Clarín, a Gabriel Solano y Eduardo Belliboni, presentando como una extorsión los aportes voluntarios que hacen los compañeros del Polo Obrero para costear los gastos de los comedores y la organización para cubrir lo que deliberadamente se ahorra el Estado. Invierte la realidad, porque precisamente el Polo crece por el pasaje de miles de beneficiarios de planes que se hartan de los punteros peronistas y se suman a una corriente que se basa en asambleas y lucha contra el ajuste. 
 La preocupación central de la burguesía es cómo avanzar en una regresión histórica en las conquistas de la clase obrera, teniendo semejante movimiento organizado de manera independiente protagonizando acciones de masas en todo el país. Esto porque además es un pilar de apoyo para las tenaces peleas que se libran en el movimiento obrero contra la destrucción del salario, como el Sutna que paraliza las plantas del neumático o la docencia de numerosas provincias que se autoconvoca para superar el escollo de la burocracia sindical.
 A su manera es lo que pretende zanjar a la fuerza Patricia Bullrich, una de las presidenciables del PRO, quien desde Rosario se valió de la incapacidad para resolver el flagelo del narcotráfico para bregar por una “integración de las Fuerzas Armadas en la democracia”, o sea valerse de ellas para la represión interna. Una “democracia” militarizada. Algo similar expresa la admiración que profesa Milei por la expremier británica Margareth Thatcher, soñando con replicar a la “Dama de Hierro” que derrotó poderosas huelgas como la de los mineros; el resultado de ello, vale tener presente, no solo fue un retroceso para los trabajadores sino un desmantelamiento de la industria inglesa. En Argentina sería directamente una desertificación productiva. 
 Más aún, otras declaraciones de Milei evidencian lo falaz de todo su presunto liberalismo. Prometió que de llegar a la Casa Rosada trasladaría la embajada argentina en Israel a la ciudad de Jerusalén, en línea con la opresión sionista al pueblo palestino y replicando a Trump… en nombre de la Biblia. Su defensa del carácter confesional de un Estado de los más opresivos, que niega todo derecho ciudadano a una parte sustancial de la población, admite que lejos de ser un libertario es un promotor del poder estatal despótico contra los trabajadores, y por eso coincide con CFK en el afán de poner los planes sociales bajo lo más enquistado de la casta política, como los barones pejotistas del conurbano, e incluso cierra filas con el oscurantismo que reacciona contra la ola verde.
 Es la reacción en toda la línea, en sintonía con la política del imperialismo. Lo vemos en lo que se supone que era el país más liberal, o más bien la Meca del capitalismo. Nos referimos a que el máximo tribunal de Estados Unidos anuló el fallo Roe vs Wade que legalizaba la interrupción voluntaria del embarazo a nivel federal, en un fallo reaccionario que hasta puede terminar en la penalización de la homosexualidad en algunos distritos. Esta revancha medio siglo después de aquel gigantesco movimiento de lucha de las mujeres norteamericanas es otra muestra de que la decadencia del capital como régimen social acarrea un retroceso civilizatorio.
 Como sea, es también un intento de contrarrestar un alza en la lucha de clases a nivel internacional, cuando salen a la luz las consecuencias globales de la guerra imperialista que la Otan y Putin libran en Ucrania, con la disparada en el precio de los alimentos y la energía, y que en los propios Estados Unidos se expresa en un proceso de sindicalización en empresas emblemáticas como Apple. 
 El hecho es que las ofensivas reaccionarias deberán enfrentarse a movimientos vivos. Hasta cierto punto lo refleja por estos pagos la triunfante toma del Nacional Buenos Aires, donde la lucha estudiantil no solo logró quebrar la protección de la gestión y la universidad a personajes abusadores o violentos, sino el compromiso de avanzar en el dictado de educación sexual con participación de la propia comunidad educativa. Son puntos de tensión, como en otro orden de cosas expresó la insólita represión a los terciarios del ISFD 103 de Lomas de Zamora en Puente La Noria cuando reclamaban contra las zonas liberadas; en un accionar que luego Berni respaldaría buscando criminalizar al compañero docente detenido con difamaciones. 
 En suma, el panorama que se viene es el de grandes confrontaciones, pero vale divisarlo desde una perspectiva amplia. Si, desde cierto punto de vista, las críticas de Cristina confiesan que el actual gobierno del Frente de Todos es una versión muy degradada del nacionalismo burgués que encarnó el peronismo en su momento, por su parte la defensa de la religiosidad opresiva de Milei es un retroceso respecto del liberalismo de la época de ascenso de la burguesía cuando protagonizaba revoluciones separando a la Iglesia del Estado, como en la Francia de 1789. Es una declinación histórica del capitalismo, con sus expresiones criollas en las salidas que se promueven a ambos lados de la grieta, hecho que otorga un valor estratégico a la orientación que guía las resoluciones del XXVIII congreso del Partido Obrero de construir un gran movimiento popular con banderas socialistas, trazando una contraposición de clase. 
 Vamos a una gran campaña política por un paro nacional y un plan de lucha para derrotar el ajuste del FMI y sus peones, y por abrir paso a una salida de los trabajadores. Buen domingo de lucha, Darío y Maxi están presentes. 

 Iván Hirsch, editor de Prensa Obrera.

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