Cristina Fernández de Kirchner decidió volver a sus orígenes. El ataque furibundo contra el movimiento piquetero y las organizaciones sociales que desató en un acto que protagonizó en el Día de la Bandera podrá sorprender solo a aquellos que no conocen su pasado santacruceño, cuando gobernaba la provincia patagónica el ya fallecido Néstor Kirchner. Corrían los ‘90 y el matrimonio, que brindaba testimonio de su apoyo cerrado al menemismo y festejaba la venta de YPF, reprimía duramente cualquier manifestación o piquete que realizaran en su provincia las víctimas de esa privatización petrolera. Para esos menesteres represivos solía recurrir a los servicios de las patotas de la Uocra, sin importarle que se tratara de una tercerización de las tareas de seguridad que recién ahora parece criticar. Más tarde, cuando el matrimonio buscó reconvertirse, presentándose como defensor de los derechos humanos, nunca renunció a los servicios de esas patotas. El asesinato de Mariano Ferreyra, por la patota del cristinista Pedraza en el año 2010, elimina toda controversia al respecto.
La nueva embestida de Cristina Fernández de Kirchner muestra que pretende encarar el futuro con los métodos del pasado. Su reclamo de que el “Estado recupere el control de los planes sociales” expresa el anhelo del aparato pejotista de los barones del conurbano y de la liga de gobernadores para retomar un control social sobre la población más empobrecida, que está resquebrajado como resultado del crecimiento del movimiento piquetero y el marcado protagonismo que en él juega la izquierda. Otra vez, Cristina Fernández de Kirchner ha sacado chapa de “estadista” haciendo un planteo que va mucho más allá de los choques faccionales de la interna del Frente de Todos, levantando una demanda que es de interés para toda la clase capitalista. Por eso no es casual que quien picara en punta con un planteo similar haya sido el protofascista Javier Milei, quien también reclamó que los planes sean administrados por los intendentes peronistas. Es que para un “libertario” nada mejor que un Espinoza o un Mario Ishii.
Pero Cristina Fernández de Kirchner no se contentó con pedir que los planes sean administrados por el aparato pejotista. También reclamó, inspirándose no ya en Javier Milei sino en Patricia Bullrich, una reducción significativa de los mismos. Para la expresidenta el crecimiento de la cantidad de planes no tendría justificación, dado que el desempleo sería solo de un 7%. Sin embargo, omitió lo más importante: que los 1,2 millones del Potenciar Trabajo están registrados como “ocupados”, y que una parte significativa de las personas que son registradas como ocupadas tienen trabajos precarizados con salarios que no llegan a la línea de pobreza y, en muchas ocasiones, ni a la de indigencia. En estas condiciones el plan social sirve como un complemento del salario de miseria que pagan las patronales. ¿O es que nuestra vicepresidenta millonaria piensa realmente que una familia vive con $18.000?
“La única verdad es la realidad”
Llamativamente las invocaciones acerca de que los planes sociales no serían peronismo violan la máxima peronista de que la “única verdad es la realidad”. ¿O acaso el peronismo no ha gobernado la Argentina 16 de los últimos 20 años dejando como legado más precarización, pobreza, indigencia y más planes sociales? La invocación de que el peronismo equivale a trabajo genuino y bien remunerado no se condice con la realidad que vive el pueblo argentino. Al revés, el peronismo ha sido en sus distintas variantes una expresión de las tendencias de fondo del capital a acentuar la tasa de explotación de la fuerza de trabajo y a avanzar sobre los derechos conquistados por los trabajadores con décadas y décadas de lucha. Algo que no podría haber sucedido sin la colaboración activa de la burocracia sindical que reporta también al peronismo.
Aunque al kirchnerismo le gusta inaugurar museos de la “memoria” parece que sufre de amnesia cuando se trata de recordar su propio pasado. Bajo sus mandatos como primera mandataria, Cristina Fernández de Kirchner se jactaba de haber transformado al movimiento piquetero en organizaciones sociales. El cambio era muy significativo: mientras el movimiento piquetero era un movimiento de lucha contra el Estado, las organizaciones sociales se incorporaban a este prestando servicios bajo la forma de cooperativas u otros tipos de trabajo descalificado. Esa transmutación le fue encargada a Alicia Kirchner, para mostrar que llevaba el sello familiar. De esta estatización de un movimiento de lucha surgieron los Pérsico, Chino Navarro y compañía. Sin embargo, el crecimiento de la pobreza y, por sobre todas cosas, la lucha consecuente librada por varias agrupaciones, entre las que se destaca el Partido Obrero y el Polo Obrero, abrió una crisis en esa cooptación permitiendo que vuelva a emerger un movimiento de lucha independiente. Ante esta situación, Cristina Fernández de Kirchner quiere prescindir también de los servicios prestados por esta burocracia cooptada y apoyarse otra vez en el aparato justicialista. Es lo que a su modo hizo Néstor Kirchner cuando fue derrotado en el 2009: para salvar el pellejo del gobierno de su esposa enterró todo intento de conformar un nuevo movimiento político y se abrazó al aparato justicialista.
Con los gobernadores e intendentes que pactan con el FMI
Este movimiento político de Cristina Fernández de Kirchner hacia el pejotismo sepulta sus críticas al acuerdo con el FMI, toda vez que el aparato de los gobernadores e intendentes fue el que permitió su aprobación parlamentaria. Con su reclamo de reducción de los planes da un paso más y se coloca a la cabeza del ajuste exigido por Kristalina Georgieva a la dupla Fernández-Guzmán.
Para el conjunto de la clase trabajadora y para el movimiento popular en general el ataque de la líder del kirchnerismo a las organizaciones piqueteras y sociales debe llevar a una conclusión de fondo: el peronismo en todas sus variantes es una fuerza que responde a los intereses del capital contra la clase obrera. En momentos de una crisis de fondo, tanto nacional como internacional, eso se expresa con manifestaciones reaccionarias directas, como las que expresó la propia Cristina Fernández de Kirchner en persona. La superación de esta situación reclama una política opuesta. Fue lo que debatió el XXVIII Congreso del Partido Obrero cuando llamó a acelerar las iniciativas para poner en pie un nuevo movimiento popular con banderas socialistas para luchar por una salida de los trabajadores. Colocamos a debate esta propuesta estratégica ante todo el movimiento obrero y popular de la Argentina.
Gabriel Solano
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