Desde el 6 al 10 de junio se viene realizando una reunión de Estados americanos en la ciudad de Los Angeles (California). A esta cumbre no han sido invitadas Venezuela, Cuba y Nicaragua, en razón de que sus regímenes gobernantes han sido considerados no democráticos, y de la violación de los derechos humanos en sus respectivos países. Estas razones esgrimidas nada menos que por el imperialismo norteamericano, que cuenta en su haber con la autoría de invasiones y masacres a otras naciones y pueblos del mundo; que ha financiado golpes de Estado para imponer dictaduras militares; que sostiene al Estado de Israel, masacrador del pueblo palestino; y que en sus propias fronteras lleva a cabo una política de persecución y cárcel contra las minorías nacionales y étnicas (negros y latinos), constituyen una impostura.
La realización de la Cumbre se inscribe en el esfuerzo de la Casa Blanca por reforzar la hegemonía internacional norteamericana en momentos que Washington es la cabeza de la escalada de la Otan en la guerra de Ucrania y que procura un nuevo impulso a la ofensiva contra China. El gobierno Biden busca alinear a los países latinoamericanos detrás de su política, pero la tentativa de un disciplinamiento de su “patio trasero” no pudo consumarse a la medida de sus expectativas y pretensiones. No pudo impedir que hubiera deserciones. El presidente López Obrador no asistió, a lo que se sumó la ausencia de los mandatarios de Bolivia y de varios del bloque de países centroamericanos.
Migraciones y tecnología
La guerra comercial entre Estados Unidos y China es uno de los telones de fondo de la cumbre. En efecto, el imperialismo va a la cumbre a imponer un combate contra el 5G, un avance tecnológico de la empresa china Huawei que ha penetrado en América y que el imperialismo quiere combatir usando como resorte a los gobiernos participantes de la cumbre como parte de la disputa global del imperialismo con el gigante asiático que incluye su recolonización bajo su férula.
El otro asunto de importancia son las multitudinarias migraciones de desheredados y hambrientos que surcan los caminos de América Central hacia la frontera de México con Estados Unidos. En ese sentido, López Obrador ya ha puesto de relieve su actitud respecto a los migrantes de América Latina reprimiéndolos con su Guardia Nacional. Esa contribución ha sido reconocida por el embajador yanqui en México, quien anunció que este país “reforzará la seguridad en el istmo de Tehuantepec para frenar la migración”. Este es el acuerdo al que se ha arribado con la firma de Kamala Harris, vicepresidenta norteamericana. Se trata de frenar a los migrantes en el corredor transoceánico del sur de México antes de que lleguen a la frontera con los Estados Unidos. Hay en ese sentido un acuerdo de inversión por parte de cuarenta empresas norteamericanas en el sur mexicano (Campeche, Chiapas, Yucatán, Tabasco, Oaxaca y Quintana Roo) y en Honduras, Guatemala y El Salvador, que incluye la capacitación en “habilidades básicas para medio millón de mujeres y niños”, mano de obra devaluada que permita que las empresas yanquis obtengan una importante tasa de beneficio a partir de la compra de fuerza de trabajo desocupada, impidiendo al mismo tiempo las migraciones a Estados Unidos, mientras sigue vigente la política de Trump de reprimir en la frontera, debido a la vigencia de un fallo judicial que habilita a esa represión.
Presencias y deserciones de la cumbre: ¿antiimperialismo?
López Obrador, presidente de México, ha señalado que no concurrirá personalmente al evento californiano por no estar invitados los países mencionados, ya que una cumbre americana para ser tal debe contener a todos. Allí se termina su “protesta”, porque no va él, pero sí Marcelo Ebrard, su ministro de relaciones exteriores. El gobierno de AMLO alienta una mayor autonomía respecto a la Casa Blanca en política exterior pero este posicionamiento no implica poner en cuestión la subordinación económica de la nación azteca en áreas cruciales. Es que se trata de un gobierno nacionalista burgués que paga puntualmente su deuda externa, que es segundo violín del T-MEC, tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, donde actúa como apéndice semicolonial.
En cuestiones que son claves como migración y seguridad nacional, como se señala más arriba, el gobierno de AMLO mantuvo una continuidad con sus antecesores neoliberales. Aunque bajo la administración demócrata ha habido algunos roces -como la detención del general Cienfuegos en EE.UU. por nexos con el narcotráfico, cuya liberación fue exigida por AMLO- en lo esencial se llevan adelante las exigencias del vecino del norte: militarización y combate contra el narcotráfico. México viene actuando como “Estado tapón” de los migrantes que pugnan por ingresar a EE.UU., con más razón, a partir de la presencia de la Guardia Nacional y el programa “Quédate en México”, por el cual se mantuvieron, de este lado de la frontera, a los migrantes que intentan llegar a Estados Unidos. Estas cuestiones son las que estos días han hecho declarar a López Obrador que entre Estados Unidos y México, independientemente de su concurrencia a la cumbre, se sostienen las relaciones económicas existentes y que Biden y él se respetan mutuamente.
Alberto Fernández, a su turno, fue más lejos que su par mexicano. Después de haber amagado no ir, terminó concurriendo al cónclave. Lo que ha primado es la búsqueda de algún salvavidas de la Casa Blanca para seguir manteniendo a flote los acuerdos con el FMI en momentos que el gobierno no está en condiciones de dar cumplimiento a las metas fijadas y que en el país se agrava sensiblemente la inflación, el descalabro económico y el freno a de la actividad productiva. El ajuste puesto en marcha a partir del pacto con el FMI ha profundizado las penurias del pueblo argentino pero no ha servido para revertir la crisis. La verborragia que el presidente argentino oficiará de vocero de los “excluidos” en la cumbre no puede disimular esta postración ante el amo yanqui.
La delegación argentina ha terminado adoptando una conducta similar a la del mandatario chileno, Gabriel Boric, que viene siendo aplaudido por el establishment mundial por presentar un progresismo” racional” en oposición al que encarnan Venezuela y Nicaragua. Boric ha jugado un papel clave para desactivar la rebelión popular que conmovió al país transandino y ya en el gobierno no ha liberado a los presos políticos, reprime con los carabineros las manifestaciones obreras, juveniles y por los derechos humanos, dispone la militarización del sur del país contra los reclamos de los mapuches, paga una deuda externa usuraria, sostiene el régimen de saqueo jubilatorio, etc. Lo cierto es que el progresismo de Argentina y Chile va a estar compartiendo el evento con los principales exponentes de la derecha de la región, empezando por Bolsonaro y el colombiano Duque.
El antiimperialismo sólo puede tener un andamiento de la mano de los trabajadores como parte de una transformación social que asuma la agenda popular enarbolada en las rebeliones populares de América Latina Es necesario abrir paso a la implantación de gobiernos de trabajadores en la perspectiva estratégica de la unidad socialista de América Latina.
Roberto Gellert
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