El Ministerio de Salud de la Nación confirmó este domingo el primer caso de la variante Ómicron en Argentina, a solo un mes de haberse detectado en Sudáfrica. Un día antes, el sábado, se detectaba el primer caso confirmado en Chile. En Brasil ya son seis los reportados, uno de ellos en un paso fronterizo entre nuestro país y Uruguay, Rio Grande do Sul. Perú y México también tienen casos, ninguno autóctono aún.
Más allá de la cantidad de contagios que tenga actualmente cada uno, lo cierto es que la penetración de la variante en América Latina da cuenta del fracaso de las política sanitarias de los gobiernos del continente, quienes incluso teniendo la “ventaja” de conocer a Ómicron y sus consecuencias antes que Europa, África y Asia no pudieron detener su entrada más que unos pocos días. Los expertos ya habían advertido que el cierre de fronteras no era una verdadera salida en tanto era tardío puesto que la variante estaba en diversos países y no sólo en Sudáfrica, y perjudicaba a las economías de los países bloqueados (Infobae, 02/12).
Dicho y hecho, en Argentina se trata de un joven de 38 años proveniente de Sudáfrica vía Estados Unidos que viajó de vuelta al país sin síntomas, es decir que llegó de una región para la cual no había restricciones. Cuando llegó a Ezeiza se realizó un test PCR y un test de antígeno, ambos negativos; sin embargo, más tarde personas con las que había estado días previos en el exterior le comunicaron que se habían contagiado, por lo que se realizó un nuevo test, el cual dio positivo. Él, su familia y el remisero que lo trasladó hasta San Luis se encuentran aislados.
Un día antes, el sábado, la ministra de Salud Carla Vizzotti había aceptado que la llegada de Ómicron era “inevitable” y que esperan que “aumenten los casos pero no las hospitalizaciones y muertes”. Pero el desarrollo de la pandemia y de esta variante en particular no solo aumentó los fallecimientos en aquellos lugares donde ingresó, contrario a cualquier predicción de la ministra, sino que obligó a instalar nuevos confinamientos por la disparada de casos. La confianza de Vizzotti radica en que, teniendo más anticipación que los países de Europa, Argentina puede reforzar la vacunación antes de que Ómicron se disperse por todo el territorio. Pero esto es relativo: si bien una persona se encuentra mucho más protegida habiendo recibido las dos inyecciones, Ómicron no parece respetar la inmunización a la hora de infectar. De hecho, el caso detectado en San Luis contaba con las dos dosis de la vacuna y había tenido Covid-19 en marzo de este año. Aunque todavía falta determinarlo con certeza, todo parece indicar que las 55 mutaciones de la cepa le confieren mayor resistencia a las vacunas que las previas. Es decir que la vacunación es condición necesaria pero no suficiente; se necesita una batería de medidas para enfrentar esta nueva etapa.
Luego de tocar el piso de casos a principio de octubre, con un promedio de 772 el día 12, este domingo Argentina registró un promedio de 2.033. La positividad, es decir el porcentaje de personas testeadas que dan positivo, también repuntó: de tocar un 2% en octubre se elevó al 3,5% el 20 de noviembre y, ahora, ya roza el 5%. La dinámica de evolución de la pandemia indica que Argentina se dirige hacia un recrudecimiento del coronavirus. A dicho escenario responde que Vizzotti haya adelantado un rebrote para marzo (Cronista, 4/12), para cuando “esperan tener a la mayor parte de la población inmunizada” y “no necesitar ninguna acción más”. De raíz, rechaza cualquier intervención sobre el sistema sanitario, el cual vienen desvalijando no solo presupuestariamente sino también desarmando los dispositivos Covid como los centros de testeo o vacunación.
En términos presupuestarios, el gobierno proyectó un presupuesto para 2022 con un recorte para salud de entre un 13% y 20%. Esencialmente, es un presupuesto que no contempla la pandemia, dejando a la población a merced del coronavirus en caso de un rebrote o tercera ola. Es una política criminal que ya demostró su fracaso, como se vio en estos últimos dos años. En cambio, para enfrentar al coronavirus se necesita un cambio de prioridades que ponga en un lugar central a la salud pública, apostando a su financiación a través del aumento presupuestario para la mejora de sus instalaciones, la compra de insumos médicos y el incremento del salario de sus trabajadores.
Es fundamental la búsqueda activa de los casos de coronavirus y la secuenciación de las muestras para la detección de variantes. Para garantizar el funcionamiento conjunto de todos los efectores se necesita la centralización de hospitales, clínicas, sanatorios, centros de investigación y laboratorios públicos y privados. Campaña de información para fomentar la vacunación y desarrollo y producción de una vacuna nacional con financiación estatal y bajo control de los trabajadores.
Lucía Cope
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