Un verdadero titán
Cuando era delegado en la fábrica automotriz, Adolfo Sánchez fue chupado por un grupo de tareas. Luego, en libertad, se hizo luchador y brilló en Titanes en el ring.
Esta semana la Cámara de Casación de la Nación confirmó una condena histórica en materia de derechos humanos. Los exdirectivos de la planta Ford en General Pacheco, Pedro Müller y Héctor Francisco Jesús Sibillia, cumplirán penas de 10 y 12 años de prisión por haber colaborado directamente en el secuestro y la tortura de 24 trabajadores de la empresa automotriz durante la última dictadura cívico militar.
Uno de esos trabajadores era Adolfo Sánchez, más conocido para una generación como Julio César, uno de los míticos luchadores de Titanes en el Ring. Antes de encandilar a los niños de los 80 con su imponente cuerpo de físicoculturista y atuendos romanos, Sánchez fue delegado gremial de Ford desde 1971 hasta 1976.
“Desde joven me gustó la actividad sindical, y defender con todo a los obreros”, comentó el exluchador. Es que desde los 17 años trabajó en fábricas en su barrio, Tigre, donde conoció y se familiarizó con la vida gremial. “Antes de los 18 fui subdelegado de una fábrica llamada Lombardini Ciasa, en la que hacía tornería”, señaló. En 1971 entró a trabajar a la planta de Ford en General Pacheco.
El secuestro
Sánchez se sigue enorgulleciendo de haber sido elegido como delegado por "casi todos" sus compañeros. "Siempre nos juntábamos con los patrones. Nos conocíamos ya, pero había un marco respetuoso. No nos habían amenazado nunca, por lo general nos respetaban los reclamos y si no, medida de fuerza”, rememoró.
Ese clima interno de la fábrica que describe Sánchez cambió completamente a partir del 24 de marzo de 1976. La dictadura apuntó directo a los trabajadores agremiados, con un plan sistemático de secuestros y torturas que se describió en el reciente juicio a los directivos de la Ford, y que Adolfo vivió en primera persona.
“El 28 de marzo (de 1976) pararon dos autos en la puerta de mi casa. Yo jugaba con mis hijos en la pieza y justo abrí la ventana para ver qué pasaba. Mi suegro les abrió porque vio que tenían una cédula azul, que era de Ford, y cuando entraron le pegaron un culatazo y lo dejaron tirado en el piso. A mí me arrastraron en ropa interior hasta uno de los autos, donde me ataron y me encapucharon”, relató.
Adolfo Sánchez junto a la ministra Elizabeth Gómez Alcorta.
Sánchez no fue el único secuestrado, también se llevaron a Pastor José Murua, Carlos Chitarrone y Juan Carlos Amoroso, otros delegados de Ford. Ellos habían sido previamente torturados por los militares en uno de los famosos quinchos de la planta de Pacheco.
Sánchez estuvo estuvo detenido primero en Maschwitz, Escobar, donde fue torturado por policías a cargo del entonces jefe de la bonaerense Ramón Camps. De ahí fue llevado a La Plata, donde permaneció hasta febrero de 1977. Recién entonces sus familiares supieron que estaba vivo.
De Adolfo a Julio César
“Cuando me dejaron en libertad se me complicaba conseguir trabajo. Estuve laburando dos años como peón con mi suegro, que era albañil, hasta que pude encontrar otro empleo en una fábrica”, contó Adolfo. Mientras iba de changa en changa, pasaba sus ratos libres en el gimnasio, donde entrenaba para convertirse en físicoculturista.
Fue en ese gimnasio que en 1980 se cruzó con Miguel Ángel Pedernera, mejor conocido como El Caballero Rojo de Titanes en el Ring. Quedó sorprendido por el físico de Sánchez y le ofreció un trabajo como luchador. “Entré a laburar al Canal 2 de La Plata con Los Auténticos Titanes (una troupe de ex Titanes en el Ring), y yo era el Sansón Argentino”, recuerda.
En el circuito luchístico de La Plata, Adolfo (rebautizado como Sansón) se abrió camino a base de puñetazos, llaves, torsiones de articulaciones y otros clásicos movimientos en los que demostraba gran ductilidad. Su popularidad creció rápidamente hasta que su nombre llegó a los oídos de Martín Karadagian, el gran innovador de la lucha libre argentina y dueño de la marca Titanes en el Ring.
Karadagian siempre apostó por las figuras históricas y caricaturescas. Era una forma de llamar la atención de los niños, a quienes veía como el público fanático por antonomasia. Errado no estaba, porque su modelo de negocios incluso fue replicado por WWE, la máxima empresa luchística a nivel mundial, y Lucha Libre AAA, una de las grandes compañías mexicanas.
En esa ecuación de personajes históricos que "rinden" entró Sánchez, rebautizado como Julio César. En Titanes en el Ring su carrera explotó, allí estuvo desde 1982 hasta el fin de la franquicia. “Estuve hasta que Karadagian falleció en 1991, pero yo seguí luchando hasta el 2005. Después comencé a promocionar eventos de Titanes hasta el 2010”, dice.
Como promotor, Adolfo buscó fortalecer el talento de jóvenes que crecieron admirándolo, tarea que demandaba mucho trabajo porque en esa época la lucha libre local ya no era tan popular como en los tiempos de Karadagian. Las aventuras de Sánchez como promotor siguieron hasta 2010, y tuvieron un giro artístico cuando trabajó con Diego Capusotto y Fabio Alberti en la obra Qué noche Bariloche, donde interpretaba a un romano en varios sketches cómicos.
Cuando llega la justicia
“Mientras me dediqué al arte, me olvidé de todos esos momentos tan malos que pasé”, explica Adolfo. La justicia recién llegó para él 42 años después de su secuestro. Cuando el martes 11 de diciembre del 2018 fueron condenados Müller y Sibilla, junto al poderoso comandante de Institutos Militares Santiago Omar Riveros.
“Tras 42 años se hizo justicia. Esto lo sentí como un alivio en el cuerpo, no sólo para mí, sino también para mis compañeros y para mis familiares, que lo sufrieron más que yo. Nosotros la pasamos muy mal en ese momento”, recordó Sánchez. La reciente confirmación de las condenas a Sibilla y Müller significa un paso más en esa justicia demorada, pero reparadora, también para el exluchador de Titanes en el Ring que alguna vez fue Julio César.
Ezequiel Bergonzi
3 de octubre de 2021 - 03:26
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