domingo, 31 de octubre de 2021

Un centro clandestino fantasma


Pedido de allanamiento a una unidad satelital de ESMA que nunca fue identificada 

 Es una gran quinta en Don Torcuato que sigue sorprendentemente igual a como era en los años del terror. Carlos Lordkipanidse la mencionó esta semana en el cuarto juicio por los crímenes de la Armada y pidió que se la estudie. 
 Los primeros en mencionarlo fueron los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, en el testimonio que ofrecieron ante la Conadep. Muchos años después, un ex conscripto declaró que había pasado allí secuestrado algunos días. Esta semana fue Carlos Lordkipanidse, sobreviviente de la Escuela de Mecánica de la Armada, quien mencionó a una casa quinta ubicada en Don Torcuato que durante la última dictadura cívico militar funcionó como centro clandestino satélite de la patota de la Marina. En el marco del cuarto juicio que analiza los crímenes de lesa humanidad que tuvieron lugar en la Esma, el “Sueco” aportó fotografías y solicitó al Tribunal Oral Federal número 5 que realice un reconocimiento a ese lugar en donde junto a otros dos compañeros de cautiverio fue trasladado temporariamente en 1979. Los jueces Adriana Paliotti, Daniel Obligado y Gabriela López Iñiguez aceptaron las pruebas y deben determinar en el transcurso de los próximos días si trasladan el pedido de allanamiento e inspección al juez a cargo de la instrucción de la megacausa, Sergio Torres. 
 “Cuando lo ví lo reconocí perfectamente”, confirmó a este diario Carlos Lordkipanidse sobre esa casona rodeada de pilares de cemento y “cadenas con anclas” a la que una patota de la Esma lo trasladó junto a otros dos detenidos y lo mantuvo durante un día entre mayo y junio de 1979. El “Sueco” regresó en agosto pasado al lugar. Lo hizo a través de unas fotos obtenidas tras una visita que Aníbal Prado Marín, un ex conscripto y sobreviviente de la Esma que estuvo secuestrado unos días en esa casa quinta, realizó junto a integrantes de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), a quienes contactó para hacer lo que la Justicia todavía no hizo: ir adonde él está seguro que estuvo secuestrado. “El año pasado vino y nos dijo: si me acompañan, yo puedo llegar a la casa con los ojos cerrados”, reconstruyó aquel momento Lordkipanidse. 
 Miembros de la AEDD lo llevaron en un auto. “A pesar de que las calles están cambiadas de orientación en relación a aquella época, de acuerdo a su relato llegaron los compañeros a este lugar que en términos generales está igual”, apuntó el sobreviviente, que se sorprendió, al observar las fotos que resultaron de aquella expedición, de que el predio “aún conserve las cadenas y las anclas” que adornan los pilares que lo rodean. Lordkipanidse lo describió al “nuevo” centro clandestino como un “gran terreno” ubicado en una esquina, con doble entrada –una por cada calle–, rodeado por columnas y paredes de ladrillos “a la altura de la cintura” –sobre éstas cuelgan las cadenas y las anclas–, en donde hay una “casona de techo a dos aguas de tejas, una pileta y otra construcción que podía ser un quincho o un garage”.
 Todo aquello contó el “Sueco” ante los jueces que integran el TOF número 5 el lunes pasado, cuando brindó testimonio en el marco del cuarto juicio que se lleva a cabo por los crímenes de lesa humanidad que sucedieron durante la última dictadura en la Esma. “es necesario que la Justicia realice una inspección, un allanamiento, que se reconozca a este lugar como un centro clandestino más de la Armada, así como lo fue El Silencio”, apuntó en relación a la quinta ubicada en el Delta de Tigre adónde los genocidas de la Esma trasladaron a las víctimas que mantenían encerradas en aquel centro clandestino durante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
 Lordkipanidse, que estuvo encerrado en la Esma entre 1978 y 1979, relató que una mañana “entre mayo y junio de 1979, una patota comandada por (Adolfo) Donda” juntó a un grupo de secuestrados de la Esma y los llevó a esa quinta en Don Torcuato. “Donda nos dijo que como teníamos hongos nos llevaban para ponernos un rato al sol, lo cual era cierto. Por el encierro, la capucha, estar tirados en el piso, estábamos llenos de hongos, pero creemos que había otra razón, creemos que estaban practicando para la visita de la CIDH”, contó. Recordó que con él estaban las víctimas Daniel Oviedo y Carlos Muñoz, entre otros, pero que la “ESMA entonces estaba llena: Capucha y Capuchita –los espacios destinados a recluir a las víctimas de la represión ilegal– estaban repletas”. Recordó, también, que los dejaron en “el parque de la quinta”, que no ingresaron a la casa, y que los regresaron a la Esma a la noche de ese mismo día. Además de Donda, en el auto en el que los trasladaron viajaban Enrique Peyón y Carlos Mario Castellví, como integrantes de la patota. Castellví figura entre los acusados en el debate oral. Su sobrenombre de torturador era “Lucas”; era un oficial de la Armada que participó de operativos e integró el área de Inteligencia del grupo de tareas de la ESMA.
 El relato de Lordkipanidse en relación a la quinta de Don Torcuato fue “coincidente”, recalcó en diálogo con este diario, “con lo que ya la Justicia tenía en sus expedientes” en base a relatos previos. Marín lo había contado durante su testimonio en el juicio oral del tercer tramo de la megacausa que allí fue trasladado y que lo mantuvieron encerrado durante al menos dos días en julio de 1976, y también lo había dicho ante Torres. Pero los primeros en alertar sobre la existencia de este centro clandestino auxiliar de la Esma fueron los sacerdotes Yorio y Jalics, secuestrados y liberados durante 1976. Lo hicieron ante la Conadep y su testimonio pasó a integrar la causa 13 devenida, luego, Juicio a las Juntas –“ahí figura con dirección y todo”, apuntó Lordkipanidse–. Hasta el momento, no se ha avanzado en allanamientos, inspecciones oculares ni reconocimientos. 

 Ailín Bullentini 
28 de octubre de 2018

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