martes, 26 de octubre de 2021

¿Por qué escasean los semiconductores en el mundo?


Las disputas capitalistas en un terreno estratégico. 

 La planta de Volkswagen en Córdoba anticipó que detendrá su producción entre el 15 de noviembre y el 4 de enero, alegando -entre otras razones- una falta de semiconductores. La escasez de estos componentes está afectando a la industria automotriz a nivel global. Las compañías norteamericanas y la japonesa Nissan, por ejemplo, han anunciado una reducción en la producción de vehículos para este año. 
 La demanda de chips se aceleró en los últimos años con el desarrollo de la inteligencia artificial, la minería de criptomonedas y teléfonos celulares más sofisticados. A su vez, la pandemia impulsó la compra de móviles y computadoras, que necesitan de esos elementos. 
 El sector de los semiconductores se encuentra fuertemente concentrado, en parte debido al gran nivel de inversiones que requiere el proceso de elaboración. Los mayores productores son China, Taiwán, Corea del Sur y Estados Unidos, donde dominan unas pocas compañías (entre ellas, Smic, TSMC, Samsung e Intel). Estas vienen incrementando sus ventas y están obteniendo mayores ingresos, a raíz de la escasez y el consiguiente aumento de los precios. Por otra parte, son empresas que trabajan a pedido, con lo que tienen sus colocaciones aseguradas de antemano. 
 El proceso de producción es sumamente complejo y la puesta en pie de una fábrica, que puede costar entre 5 y 20 mil millones de dólares, lleva entre dos y cuatro años (El País, 22/5). Por eso, se estima que la crisis de abastecimiento se extenderá por lo menos hasta 2023. 
 Así las cosas, la escasez de semiconductores se suma a la crisis energética como otro factor que entorpece la endeble recuperación económica que ha seguido al momento más duro de la pandemia. En el caso de la industria automotriz, se encuentra aún más afectada porque los productores de chips priorizan el abastecimiento de las firmas tecnológicas.

 Guerra comercial 

 Los semiconductores están también en el centro de la guerra comercial y de las pujas entre las grandes potencias. En abril de este año, el presidente norteamericano Joe Biden participó de una reunión con referentes de firmas productoras (como Intel) y consumidoras (Google y las automotrices General Motors y Ford). Allí, el mandatario leyó una carta de legisladores demócratas y republicanos que alerta sobre el desarrollo chino en materia de chips. Si bien Beijing está por detrás en esta industria, e incluso depende fuertemente de componentes extranjeros, empezó a recortar distancias con el plan “Made in China 2025”. A la luz de todo esto, Estados Unidos impulsa nuevas inversiones multimillonarias en su suelo, de la taiwanesa TSMC, la surcoreana Samsung y la norteamericana Intel. Simultáneamente, se ha formado un lobby de las grandes empresas productoras y consumidoras, para exigirle financiamiento al Estado yanqui. 
 Para trabar el desarrollo tecnológico del gigante asiático, Trump le impuso al régimen de Xi Jinping restricciones en el terreno de los semiconductores. Prohibió las importaciones chinas y restringió los envíos, por medio de sanciones a empresas que comercialicen con aquel. Dentro de ese pelotón de medidas, sostenidas por Biden, Google tampoco puede prestar soporte tecnológico a Huawei. Esta se ha visto fuertemente afectada por la falta de componentes externos y sus ganancias han caído. Beijing intenta sortear esta situación con su propia carrera hacia la elaboración de chips de última generación, terreno en que priman sus rivales. 
 Quienes se ven más golpeados por la crisis de los semiconductores, sin embargo, son los europeos. La Unión Europea depende de Estados Unidos para el diseño y de Asia para la producción, según sintetizan las autoridades del viejo continente. El organismo impulsa un plan para lograr la autosuficiencia y para elevar la participación en la producción global, del actual 9% al 20%, para 2030. 
 El régimen social capitalista, basado en la ganancia empresaria y atravesado por las disputas entre potencias y monopolios, condiciona la investigación científica y es un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas. Es necesario superarlo por medio de otra organización social, basada en la planificación económica y el poder político de los trabajadores. 

 Gustavo Montenegro

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