sábado, 22 de mayo de 2021

La lucha de clases en las pampas

No es por cierto frecuente que el editor de la sección Rural de Clarín coincida con el diagnóstico de un gobierno kirchnerista. Pero fue lo que ocurrió el miércoles pasado cuando los Fernández anunciaron la suspensión de las exportaciones de carne por treinta días. Atribuyeron a un “rulo” la suba del precio del producto en un 67%, más de veinte puntos por arriba del promedio de inflación. El “rulo” consiste en subfacturar las exportaciones para dejar parte de los ingresos en cuentas del exterior y luego venderlas en los mercados locales paralelos de divisas. El incentivo de estas ganancias adicionales habría aumentado la demanda interna para exportar y por lo tanto los precios. El ruralista denunciaba sin embargo al gobierno por usar “un hacha” y no “un bisturí”, para corregir el problema. El gobierno coincidía con el editor en que este fraude no lo cometían los grandes exportadores, agrupados en el Consorcio ABC, sino operadores independientes que faenaban el ganado en plantas frigoríficas de terceros. El cierre de la exportación había sorprendido a los actores del negocio, porque privaba a Argentina de divisas que necesita para pagar deuda externa, y en primer lugar al Club de París y al FMI.

 Caranchos 

En estas condiciones, la clausura del mercado externo dejaba al descubierto el fracaso de la política oficial, que antes de esto había establecido un registro de exportación para que no quedara fuera de la red de vigilancia ningún operador, e incluso un precio de referencia, que debía impedir la subfacturación. Estas medidas ‘intervencionistas’ fueron acordadas con el Consejo Agroindustrial y con los grandes frigoríficos, que volvieron a mostrar el interés de mantener la asociación con el gobierno que clama la defensa de “la mesa de los argentinos”. Desde antes de los roces por el vaciamiento de Vicentín, los Fernández señalaron a la patronal agroindustrial de exportación como una de las patas estratégicas del gobierno. La cadena frigorífica no ha cumplido con la promesa al gobierno de invertir casi 200 millones de dólares para aumentar la producción y ofrecer cortes baratos a las carnicerías y supermercados. 
 Otro editor Rural, pero de La Nación (22/5), ofrece una descripción diferente de estos entuertos. En alusión al trigo, señala “una autorregulación no escrita y defendida por exportadores, acopiadores y comercializadores”, que opera, obviamente, a costa de los productores. Respecto a la crisis de la carne, es más contundente: “Los consignatarios acusaban en estos días a los exportadores de estar detrás de la decisión del Gobierno, porque esa medida permitiría bajar el valor de la vaca”. Concluye, entonces, en “que el eslabón de la producción es el que tiene mayores chances de perder”. Clarín informa, coincidentemente, que el frigorífico Rafaela Alimentos, de los pagos del gobernador Perotti, “critica el paro” de las haciendas pecuarias y las empresas de engorde de ganado, “porque el campo no vende ganado”. Estos cruces demuestran que la gran industria procura aprovechar la crisis para acaparar una parte mayor del negocio de exportación en detrimento de los proveedores de la materia prima. Es lo que ocurre con las retenciones a las exportaciones agrarias, que son mayores para la materia prima que para el producto elaborado. En esta misma línea, algunos medios anticipan una intervención del mercado de concentración de Liniers, que funciona como referencia de los precios del ganado. Aunque allí se comercializa el 15% del giro de mercado, en tanto que el resto es compra directa o remates locales, el gobierno sostiene que pasa por ahí una parte significativa de la demanda para exportación. 

 Crisis capitalista 

‘La lucha de clases en el campo’ (entre los diferentes sectores patronales) desmiente la especie de que el agro constituya un bloque único o, peor, que el gobierno va por la segunda cruzada contra ‘la oligarquía’. La suba exponencial de los precios internacionales de la producción agropecuaria no ha atenuado esas contradicciones – más bien lo contrario. El maíz es usado en el engorde de ganado, con el consiguiente aumento del costo de alimentación de los animales. Ese mismo maíz se utiliza para producir bioetanol, otro gran frente de conflicto en la actualidad, lo que contribuye a sostener su precio. La producción de bio-combustibles es subsidiada por el Estado y contribuye al déficit fiscal, sin que las patronales abran el pico por eso. El gobierno ha enviado un proyecto de ley que beneficia al bio-etanol, que se produce a partir de la caña de azúcar, y no al biodiesel, a partir del maíz (JxC votó en contra, pero no así sus diputados por Tucumán, en una expresión de ‘la lucha de clases’ en el macrismo). 
 El 77% de los fertilizantes que se usa en el agro es importado a precio pleno de mercado. De otro lado, el ‘boom’ de los precios internacionales de las materias primas alcanza por sobre todo a productos como el mineral de hierro o el cobre, aumentando los costos de producción de la maquinaria, entre ellas la agrícola. La cadena que participa del negocio de la exportación de materia alimenticia está muy extendida – desde los fabricantes de insumos (semillas, fertilizantes, agroquímicos) y las maquinarias, a los fondos especulativos internacionales que se quedan con una parte importante del valor que genera la producción, mediante la compra-venta diaria de contratos. La Nación señala una suba exponencial de los precios de cubiertas y neumáticos para tractores, y el aumento del 35% del gas-oil, en el primer cuatrimestre de este año, el combustible que se utiliza para el laboreo y el transporte de granos. 

 La mesa, una lucha de clases

 Este entramado social no solamente es una base de los enfrentamientos entre las clases patronales. La conclusión política más importante es que los trabajadores no pueden confiar en que el Estado tenga la capacidad de intervención o arbitraje para, según alegan los Fernández, defender “la mesa de los argentinos”. Por de pronto, no es lo que ha ocurrido hasta ahora, que ha visto un desplome histórico de esa mesa. Los Fernández buscan arbitrar entre los grupos capitalistas, advirtiéndoles que sin una regulación de los precios de los alimentos les espera una oleada de luchas como en Chile o Colombia. Los Fernández recurren a la mellada ‘herramienta antiinflacionaria’ para contener una lucha salarial. Esa mesa solamente se puede defender mediante la lucha por aumentos de salarios y jubilaciones, y por el derecho al trabajo de los desocupados. Adicionalmente, el impacto de los precios internacionales sobre la canasta alimentaria es uno de los aspectos del problema. Ayer mismo el Banco Central dio a conocer un comunicado que atribuye la elevada carestía en Argentina a la devaluación del peso en los dos años recientes. Esa devaluación no obedeció a un desequilibrio comercial; fue el resultado de una intensa actividad especulativa de ingreso y salida de capitales de corto plazo y de las consecuencias financieras de la enorme deuda pública de Argentina y sus intereses. Es lo que va a volver a ocurrir, porque, como lo explica ese mismo comunicado, el gobierno intenta contener la inflación por medio del incremento de la deuda pública y semipública (del Banco Central) de cortísimo plazo. 

 No alcanza con el VAR

 La suspensión de la exportación de carnes por treinta días tiene como único propósito presionar a un acuerdo a la cadena agroprecuaria, industrial y exportadora. Por eso se anticipa que la media será levantada dentro de un par de días. No resuelve los problemas de otra mesa que no sea la de los ricos. Con un tope de salarios que apenas roza el costo de la canasta familiar y una media que está abajo del nivel de pobreza, y jubilaciones y planes de indigencia, la cuestión no es el precio de la carne sino el precio de la fuerza de trabajo. Con los ingresos actuales de los trabajadores, la carne, la verdura, la fruta, los alquileres y el transporte están afuera de la vida de los argentinos. 
 La pelea en las pampas por la tajada de cada una de las fracciones patronales se integra al conjunto de la crisis política. Pone de manifiesta que los problemas de la ‘gobernabilidad’ no tienen que ver con la ‘doctora’ o ‘el gato’, sino que se nutre en un desequilibrio enorme entre las clases. El ‘superciclo de commodities’ que pronostican los analistas, pone la mirada en China, que enfrenta sin embargo un brutal problema de sobre-endeudamiento. Si la pusiera en otro lado, la devaluación del dólar, como consecuencia de la colosal emisión de moneda de la Reserva Federal, para evitar la caída de la industria norteamericana, quedaría claro que ‘la mesa de los argentinos’ es víctima de una creciente crisis mundial, que se desarrolló en el marco de una crisis humanitaria histórica. 

 Jorge Altamira 
 22/05/2021

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