Se registró un aumento en la ocupación de camas en todo el país y una suba en la cantidad de pacientes Covid-19 positivos, reflejo parcial de un pico de 41 mil casos diarios. Lo correcto sería estimar que lo peor todavía no pasó y esperar una nueva suba de casos por lo menos por dos semanas más, teniendo en cuenta la evolución de 14 días de la enfermedad. Sin embargo, el gobierno decidió un aislamiento de 9 días, lo que choca con cualquier esquema epidemiológico de prevención de la enfermedad.
Esta misma semana, Argentina superó los 75 mil muertos por Covid, mientras que se conoció que el 65% de las personas que ingresaron a las UTI durante la pandemia fallecieron. El porcentaje aumenta para los mayores de 60 años que recibieron asistencia respiratoria, con un 89% de muertes. El problema evidentemente no solo pasa por que es extremadamente difícil conseguir una cama libre, como lo demuestra la historia de Lara en Santa Fe y de tantas otras personas enfermas, sino también que la atención es deficitaria porque no hay personal de salud.
En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, el personal de salud denuncia que se utiliza un sistema de “cama caliente”, en el cual la cama que se libera se ocupa inmediatamente por otro paciente en espera, por lo siempre están al 100%. Sin embargo, los datos distribuidos por el GCBA y los directores de los hospitales hablan de aproximadamente 100 camas libres. Pero estas camas, según los propios trabajadores, no se pueden utilizar porque no hay quienes atiendan a los pacientes. No ha habido grandes contrataciones por parte de Ciudad, por lo que los escasos trabajadores están cubriendo todos los turnos que pueden. Debido a los bajos salarios (algunos llegan a los $40 mil, y la mayoría se ubica muy por debajo de la canasta básica de $60 mil), muchos de ellos tienen que trabajar en el sector privado también. Los gobiernos terminan siendo los principales fomentadores del pluriempleo y la precarización laboral; ni hablar de la promoción del pase de los profesionales a la medicina privada, lo que colabora con el vaciamiento del sector público.
El ahogo presupuestario también ha sido una pata fundamental del vaciamiento de la salud pública. Solo en el presupuesto 2021 se recortó más de un 10% del dinero destinado a salud, que se suma al 20% que se ajustó en el periodo 2015-2019. El hecho de que el presidente haya declarado recientemente en una entrevista que “cuando previeron el presupuesto 2021 pensaron que ya había pasado la primera ola y no esperaban esto” habla de la improvisación con la que se manejaron durante toda la pandemia. De la mano del FMI han diseñado un presupuesto que responde al objetivo de ajuste fiscal, pisando principalmente por encima de la salud y la educa
ción públicas, y condenando a los trabajadores a atravesar la segunda ola sin recursos ni vacunas.
Si la situación es grave en la Capital, con un sistema de salud un poco más fortalecido y mayor asignación de presupuesto, profesionales y recursos, en las provincias es aún peor. Hoy son las principales afectadas. En Chaco, los médicos de algunos hospitales denuncian que ni siquiera tienen un sector asignado para los pacientes Covid, por lo que se expone a todo el personal de salud y al resto de los pacientes. Es un extremo, pero muestra algo que comienza a suceder en el resto también: los pacientes se internan en los pasillos porque no hay lugar. En Neuquén, hace por lo menos una semana que la ocupación es del 100% y dos días atrás había 47 pacientes internados en las guardias. Hace tres semanas que el gobierno de Santa Fe advirtió que el panorama era crítico, pero no se aumentaron los recursos, sino que se apeló a la responsabilidad y solidaridad individual; hoy las UTIs están al 97% y algunas al 100.
Es evidente que los intentos del gobierno por volver a la “normalidad” han fracasado estrepitosamente, llevándonos a una segunda ola totalmente desprotegidos y con sistemas de salud golpeados después de un año de pandemia. Incluso la vacunación, eje central de su campaña sanitaria, ha sido deficitaria y a cuentagotas, y tampoco se le destinó recursos para acelerar el ritmo, de manera que no se llegará al invierno con la población de riesgo vacunada.
La contracara es la organización de los trabajadores de la salud por el aumento de presupuesto y de los recursos y por salario digno, así como los incipientes reclamos de los trabajadores que son obligados a ir a sus puestos laborales por vacunación masiva. Ambos reclamos son el horizonte de la lucha de la clase obrera, junto a la pelea contra el hambre y la desocupación.
Lucía Cope
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