La presidenta argentina, Cristina Fernández, ha tenido siempre una debilidad particular, por todo lo que sea ciencia y tecnología. Este fetichismo tecnológico producto de quien solo se ha dedicado al derecho y a la política pero es tecnológicamente analfabeto en el amplio sentido del concepto, la ha llevado a crear el extraño concepto de Soberanía Satelital, al lanzar en próximas semanas un satélite en una órbita exclusiva.
Aunque este fetichismo no es nuevo: operada junto a su esposo Néstor por el periodista deportivo y matemático Adrián Paenza, éste logra crear un ministerio de CyT y colocar allí a un lobista de Monsanto, el actual ministro Lino Barañao, también científico. La zanahoria vendida fue la construcción de un Polo Tecnológico, un instituto de Investigación, la repatriación de investigadores argentinos que fueron a trabajar voluntariamente a Estados Unidos y Europa, pero que en crisis, decidieron volver de los lugares donde ya no convenía quedarse.
La frutilla de postre del cuento tecnológico comprado por Cristina, fue el “Buzón de las patentes” que le vendió el CONICET a través del cual este organismo de investigación estatal patenta los resultados de las investigaciones para luego comercializar sus royalties con empresas extranjeras.
Esta operación política fue motorizada especialmente por la transnacional de semillas Monsanto, quien no había logrado quebrar la voluntad de Néstor Kirchner presidente, aunque sí lo hizo con la actual presidenta en su famosa reunión con gerentes del monopolio semillero en los EE UU, quienes la convencieron junto al ministro Barañao de reconocer las patentes, al supuestamente lograr patentes propias aceptando además la propiedad intelectual de las semillas enviando al congreso una Ley de Semillas para reconocer los derechos exclusivos monopólicos.
La ley Monsanto es actualmente “lobyada” con las mentiras de la transnacional transgénicas en varios parlamentos latinoamericanos para incrementar sus ganancias al cobrar regalías a los agricultores por tonelada de semillas comprada o cosechada.
El falso marketing tecnológico no ha podido sin embargo convencer a la población sobre las bondades de las plantas transgénicas y mucho menos la mejora del medio ambiente utilizando estas tecnologías con una gran carga de productos tóxicos para la salud humana y animal.
Al mismo tiempo no se ha impulsado la supuesta revolución agropecuaria pues desde el sector privado se destruyen puestos de trabajo en el campo en lugar de mantener a las poblaciones locales con trabajo local, generando movimientos migratorios internos como nunca antes se había registrado.
El analfabetismo tecnológico de la presidenta argentina se ha extendido también al área económica y financiera pues luego del reconocido pago serial de capital e intereses de la deuda externa con bonistas privados, estatales y organismos internacionales por 200.000 millones de dólares se ha desatado una crisis de la deuda que impactó en la economía argentina generando la caída de reservas internacionales, el control de cambio y de productos importados, elevada inflación, caída del PIB y la actividad económica, el salario real y el empleo.
Tarso López
Observatorio Sudamericano de Patentes
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